Wendy Guerra

Aun­que la escri­to­ra ten­ga la opción de negar­lo, el reco­rri­do vital de Nir­va­na del Ris­co, pro­ta­go­nis­ta de Negra (Edi­to­rial Ana­gra­ma, 2013) la nue­va nove­la de Wendy Gue­rra (La Haba­na, Cuba, 1970), podría ser simi­lar en muchos pasa­jes al de la pro­pia auto­ra con la dife­ren­cia de un ras­go físi­co tan reco­no­ci­ble como es el del color de piel. Es ese nega­ti­vo foto­grá­fi­co lo que le per­mi­te hablar­nos de reali­da­des dis­fra­za­das de color. Racis­mo, sexo, reli­gión yoru­ba, cultura…

¿Qué decir de Nina, Nir­va­na? Ella mis­ma se pre­sen­ta ante noso­tros en los pri­me­ros párra­fos del libro, y a eso no hace fal­ta aña­dir más que lo que ire­mos encon­trán­do­nos en el via­je que se nos narra:

Yo soy el borrón en tu muro. Caña sem­bra­da, cul­ti­va­da, cor­ta­da, que­ma­da por negros; cobra­da por blan­cos. Azú­car prie­ta, mela­za, ras­pa­du­ra, miel de pur­ga, melao calien­te. […] Negra, cul­ta, mula­ta, blan­ca, vul­gar, ilus­tra­da, amné­si­ca, ebria, inso­len­te y lúci­da; bella en la infi­ni­ta indi­fe­ren­cia. {…} Con­mi­go no acier­tan los pro­nós­ti­cos meteo­ro­ló­gi­cos, ni his­tó­ri­cos, ni reli­gio­sos. Yo soy la que todos narran y pocos entienden.

En toda mi tra­yec­to­ria no he encon­tra­do un per­so­na­je feme­nino que sea tan ella misma

He leí­do que has esta­do tres años embar­ca­da en este pro­yec­to, ¿bus­can­do qué?

Me preo­cu­pa­ba que una per­so­na no reli­gio­sa, me refie­ro a la reli­gión afro­cu­ba­na, la yoru­ba con­cre­ta­men­te, habla­ra de un mun­do que nun­ca hubie­se visi­ta­do, no digo cono­ci­do, visi­ta­do. Podía leer a Fer­nan­do Ortiz, a Lydia Cabre­ra o a Nata­lia Bolí­var, que fue mi ase­so­ra, y saber deta­lles, pero no había entra­do en los pro­mon­to­rios de los baba­laos. Y había que hacer­lo. Por otra par­te, yo viví con mi madre y mi padras­tro en un solar don­de habían fami­lias haci­na­das. No soy una cuba­na de las que dice que tuvo algo en el pasa­do y lo per­dió, soy de las que no tuvo abso­lu­ta­men­te nada. Ter­mi­né en un lugar muy terri­ble, sin inti­mi­dad, con baños colec­ti­vos. Me vi en la nece­si­dad de regre­sar por­que estu­ve en esa situa­ción has­ta que me casé. Cuan­do te vas de un lugar así como que no quie­res vol­ver y sien­tes que te mar­chas rum­bo al océano, a los barrios que están más pega­dos al mar, ya no quie­res saber más del cen­tro de la ciu­dad. Pasé mi infan­cia en un lugar muy rico, que es Cien­fue­gos, don­de la gen­te vive como millo­na­rios sin millo­nes. Es una ciu­dad que tuvo puer­to, fun­da­da por los fran­ce­ses y con muchos cata­la­nes que hicie­ron su pla­ta allí y, bueno, se vive como si tuvie­ras pla­ta. Y fue en la ado­les­cen­cia cuan­do caí en este barrio. Qui­se cha­pear, cor­tar, extir­par esa eta­pa para poder vivir tam­bién, tener un baño pro­pio, por ejem­plo, algo míni­mo. Y regre­sé a todo esto. Fue­ron años, meses, días de tra­gar póci­mas de dis­cu­sio­nes sobre la fe con­mi­go mis­ma, de llan­to pro­fun­do, de com­ple­ji­dad para pre­sen­tar este libro, pre­gun­tán­do­me qué edi­tor podría que­rer publi­car­lo por­que no es de lec­tu­ra fácil. Se va rápi­da­men­te, lo sé. Las rece­tas son bien inti­mi­dan­tes y la sexua­li­dad de ella es muy inquie­tan­te y…

… Bueno, es más bien pasional.

Sí, es ella la inquie­tan­te. Con ella mis­ma, inclu­so. Nir­va­na es una mujer muy fuer­te. Creo que en toda mi tra­yec­to­ria no he encon­tra­do un per­so­na­je feme­nino crea­do por mí que sea tan ella mis­ma. Tie­ne vida pro­pia. Pien­so que es un per­so­na­je muy cine­ma­to­grá­fi­co, y con mucha belle­za. Fue­ron tres años vivien­do con Nina. No soy bise­xual, pero si algún día me deci­do la busc0.

Tam­po­co ella se defi­ne como bisexual.

No, es de esa gene­ra­ción que pien­sa que la vida es eso, amar. Hem­bras, varo­nes, cria­tu­ras, libé­lu­las… Amaos.

La atrac­ción que sien­te hacia su ami­ga Lu no es exac­ta­men­te sexual.

Es una rela­ción has­ta diría que domés­ti­ca. Sien­to que Lu la rega­ña, la orga­ni­za, y eso vie­ne de la rela­ción de las ami­gas de mi madre, que eran unas rela­cio­nes en las que se que­da­ban en esa estruc­tu­ra de que­rer­se, regañarse.

Como una rela­ción de pare­ja ya madura.

Cuan­do tie­nes un hijo de por medio.

Cuan­do ya te has acomodado.

Sí, ellas son así. Pero esto sur­ge del deve­nir del caos que hemos teni­do todos estos años en una socie­dad des­es­truc­tu­ra­da, don­de los hijos de los que fue­ron hip­pies, o gue­rri­lle­ros, o inter­na­cio­na­lis­tas no pudie­ron tener esa vida de hogar que qui­sie­ron. La gen­te que­ría tener ese tipo de vida, no es que lo hicie­ran por­que les die­ra la gana. Los hijos tra­tan de recons­truir lo que no pudie­ron tener en su infan­cia o en su pri­me­ra juven­tud. Y aun­que son bien dís­co­los, en medio de todo eso pro­cu­ran man­te­ner una peque­ña cohe­ren­cia con meri­dia­nos muy pro­pios. Creo que Nina y Lu son el resi­duo de todo esto. Como lo que que­da en la mesa des­pués de la fiesta.

Me hubie­ra encan­ta­do ves­tir­me de los 50
y salir una noche con Cabre­ra Infante

Esta Cuba que comen­ta­bas antes que­da muy bien refle­ja­da en la pri­me­ra par­te. Hay una fra­se que la defi­ne a nivel lite­ra­rio, cuan­do Nir­va­na dice que no cono­ce la Cuba de Cabre­ra Infan­te, cono­ce la de Pedro Juan Gutiérrez.

Y que la de Rei­nal­do Are­nas tam­po­co, la supo­ne, con esos hom­bres solos, hacien­do el amor de pie. La de Are­nas es una Cuba muy fuer­te, no la pode­mos per­der. La de Cabre­ra Infan­te es mara­vi­llo­sa. Me hubie­ra encan­ta­do ves­tir­me de los 50 y salir una noche con él. A Pedro Juan lo ado­ro. Y a Padu­ra. Está la Cuba de Padu­ra, a la que ten­dré que dedi­car­le algo. Es una Cuba muy enig­má­ti­ca, inquietante.

¿Pero te sien­tes más cer­ca­na a esa Cuba de Gutiérrez?

Sí, por­que esos son mis barrios. Soy de Cen­tro Haba­na, de Jove­llar entre Espa­da y Hos­pi­tal. Ade­más, cla­ro, hay una Cuba blan­ca y una Cuba negra. Y no por vivir en un barrio de esa inten­si­dad per­cu­ti­va y racial tie­nes que ser esen­cial­men­te negro. Yo soy negra por den­tro, segu­ra­men­te, y mi derrier es negro, y mi vida tie­ne un pano­ra­ma negro, rít­mi­co. Sobre todo per­cu­si­vo, bai­lo mucho. Y me mue­vo mucho. Pero noso­tros tuvi­mos una edu­ca­ción y una estruc­tu­ra de apren­di­za­je muy ego­cén­tri­ca. No olvi­de­mos que nues­tros pro­gra­mas de estu­dios son rusos. Tam­bién espa­ño­les, había mucha lite­ra­tu­ra de Lope de Vega, Gal­dós. Era un pro­gra­ma exce­len­te, fui de esas pri­me­ras estu­dian­tes que dis­fru­ta­ron de un muy buen pro­gra­ma de estu­dios. Lue­go vino lo de estu­diar esté­ti­ca mar­xis­ta y eco­no­mía del socia­lis­mo, y del comu­nis­mo, y del nose­qué. Nues­tros estu­dios esta­ban con­du­ci­dos a otras cul­tu­ras y nos olvi­da­mos de aso­mar­nos a lo que le esta­ba pasan­do a nues­tra san­gre, que es Áfri­ca. En las escue­las de músi­ca has­ta hace poco no se daba fusión, músi­ca cuba­na, como asig­na­tu­ra. Estoy casa­da con un músi­co de jazz (Ernán López-Nus­sa) y luchó mucho. En los 80 y prin­ci­pios de los 90 no había nada a nivel for­ma­ti­vo. Y estu­vo prohi­bi­do el jazz. Mi mari­do for­ma­ba par­te de un gru­po que se lla­ma­ba Afro­cu­ba y ellos no eran ana­li­za­dos aca­dé­mi­ca­men­te. Sin embar­go, jun­to con Ira­ke­re, esta­ban cam­bian­do la músi­ca. Ese fenó­meno no se estu­dia­ba. Ha cos­ta­do mucho que la inte­lec­tua­li­dad vea que hay una patria negra y que aun­que tú seas blan­ca pue­des hablar del mun­do negro. Y debes hacer­lo, por­que es tu pro­pio mun­do. Allí nadie es blan­co, ya esta­mos mez­cla­dos, somos mayo­ría. Mira mi pelo, super­chino, y mis ojos negros… Soy muy blan­ca de piel, es cier­to, pero ten­go una fusión más gran­de que la de Ira­ke­re. Este libro yo que­ría titu­lar­lo «Misa negra», como home­na­je al grupo.

¿Que­rías dar­le espe­cial tras­cen­den­cia a esa fusión, inclu­so narrativamente?

Negra es jazz, total­men­te. Y pasó una cosa rarí­si­ma. La pri­me­ra per­so­na que reci­bió el libro fue el can­tau­tor Amaury Pérez Vidal. Me dijo «Wendy, este libro está en seis por ocho». Seis por ocho es el toque de los batás, de los tam­bo­res que tra­je­ron todo el toque san­to afri­cano a la músi­ca cuba­na. Lo sacro y lo pagano, todo jun­to. Eso está ahí.

Se ha habla­do mucho del tema del racis­mo, que apa­re­ce en el libro, pero no lo es todo en tu nove­la, tal y como estás con­tan­do. Sin embar­go hay que hablar de ello. Me ha pare­ci­do reve­la­dor el momen­to ini­cial en el que Jor­ge, rubio él, pare­ce abrir­le los ojos a Nir­va­na, cuan­do le expo­ne cómo han de lle­var la rela­ción de pare­ja a ojos de su familia.

Pasa mucho. Ese mari­da­je de «vamos a estar jun­tos entre cua­tro pare­des pero la cuar­ta pared es impor­tan­te». El peso de la cuar­ta pared en deter­mi­na­dos mun­dos. Qui­zás entre los artis­tas no pasa tan­to, pero sí con el res­to de gen­te. Hay muy pocas pare­jas que, estan­do en una casa de rubios, vivan los negros tran­qui­la­men­te. Es com­pli­ca­do. Debe ser así, la gen­te reci­ta que eso es lo correc­to, lo tie­nen apren­di­do. Se saben la músi­ca pero no la letra. Lo estoy dicien­do y sé lo que me va a cos­tar, lo que me van a decir en los blogs y lo que opi­na­rá el mun­do. Me suce­dió hace años, cuan­do escri­bí Todos se van. Sabía lo que cos­ta­ba hablar del mal­tra­to infan­til en un país don­de eso no era asu­mi­do. Cuan­do publi­qué Nun­ca fui pri­me­ra dama hablé sobre el tema de la ausen­cia del poder feme­nino en Cuba y recuer­do lo que me cos­tó. Tam­bién sé lo difí­cil que es hablar sobre un país que se cree blan­co y don­de hay pro­ble­mas sobre el racis­mo. Aho­ra, me pare­ce que, como tú dices, hay otros temas den­tro del libro. Por ejem­plo, el len­gua­je. Al prin­ci­pio hay un rit­mo muy gran­de, casi a gol­pe de batá. Des­pués, cuan­do se tras­la­da la his­to­ria a Fran­cia, uti­li­zo unos toques direc­tos como muy cine­ma­to­grá­fi­cos, y lue­go, cuan­do entra en el Escam­bray y empie­za a sen­tir­te mal, todo va len­to, como Cuba. No tie­nes inter­net, tie­nes calor, la mal­di­ta cir­cuns­tan­cia del agua por todas par­tes, como decía Vir­gi­lio Piñe­ra. Ahí el libro empie­za a poner­se den­so, pare­ce que no cami­na pero no pue­des parar de leer. Es así, como Cuba, no pue­des irte pero tam­po­co pue­des estar mucho tiem­po. Y el tra­ba­jo con el len­gua­je, ten­sar la cuer­da, poner­lo grue­so y hacer sen­tir que te estás asfi­xian­do es un tra­ba­jo que me cos­tó muchí­si­mo más que escri­bir los cor­tes más rápi­dos, que es mi len­gua­je, mi mane­ra aero­di­ná­mi­ca de ser. Que­ría comu­ni­car des­de el pun­to de vis­ta de lo que va deba­jo del len­gua­je inte­rior, lo que yo per­ci­bo cuan­do me paso más de tres meses allá aden­tro. Lo nece­si­ta­ba, no podía hacer un video­clip, que­ría usar un len­gua­je bien den­so, espe­so, como digo, «la leche con­den­sa­da corrien­do por las esca­li­na­tas de la Uni­ver­si­dad de la Haba­na», que es como sien­to que son los vera­nos. Y hacer sen­tir que el acei­te que fabri­ca Nina esté como cayen­do sobre el len­gua­je me cos­tó mucho, por­que soy de peque­ños capí­tu­los. Y no, me dije que que­ría con­tar cómo son los días. Este es el len­gua­je. Y sal­van­do las dis­tan­cias, no me quie­ro com­pa­rar, creo que Car­pen­tierLeza­ma Lima sabían con­tar las cosas con esa gra­ve­dad, ese dolor, esa espe­su­ra, esa hon­du­ra. Nun­ca lle­ga­ré ahí, soy otra cosa, pero sien­to que ten­go que apren­der de ellos. Cuan­do una está un lugar como Áfri­ca se escri­be bajo los influ­jos de esa sen­sa­ción. Es un esta­do. En la segun­da par­te que­ría comu­ni­car eso y que el lec­tor se sin­tie­ra mal. Espe­ro haber­lo logra­do. Des­ma­yos. Es la sen­sa­ción que te da la isla cuan­do las cosas no pare­cen tener solución.

Nina rom­pe toda la barre­ra política
des­de la polí­ti­ca del cuerpo

NegraEn cuan­to a la téc­ni­ca, se pue­de correr el ries­go de que adquie­ra más pro­ta­go­nis­mo que la narra­ción. En Negra hay equi­li­brio, dis­tri­bu­yes la caden­cia entre las tres par­tes. La par­te negra, la euro­pea y una narra­ción final para la que el lec­tor ya se encuen­tra preparado.

Cla­ro, hay que ir endul­zán­do­los. Es como un jue­go sexual. La pri­me­ra par­te es muy lige­ra, la segun­da más con­tun­den­te y la ter­ce­ra el gran pla­cer en cua­tro pare­des. Pero el pla­cer duro.

Sin olvi­dar la política.

El con­flic­to entre Cuba y EE.UU., un asun­to que está semi­plan­tea­do como para otra his­to­ria. Es un ape­ri­ti­vo, pero sí, que­ría que Nina dur­mie­ra con el enemi­go. Por­que ella es esta heroí­na que atra­vie­sa toda la his­to­ria pos­re­vo­lu­cio­na­ria rom­pien­do toda la barre­ra polí­ti­ca des­de la polí­ti­ca del cuerpo.

Para eso recu­rre a los hom­bres, de dife­ren­tes nacionalidades.

Jor­ge, que tie­ne su con­flic­to como rubio. Phi­lip­pe, su aman­te fran­cés. Tom per­te­ne­ce a otra gene­ra­ción de polí­ti­cos que no saben qué hacer con Cuba, si aban­do­nar­la, que­rer­la, inter­ve­nir­la, des­pre­ciar­la o ado­rar­la. Es lo que yo sien­to que pasa con el con­flic­to con los ame­ri­ca­nos. Esa foto de Raúl Cas­troOba­ma dán­do­se la mano… Dirás que es una equi­vo­ca­ción. No, no hay error en la alta polí­ti­ca. Raúl tenía una cara de «¿Qué dirá Raúl Cas­tro de esto?» Se lo pre­gun­ta a sí mis­mo. Y Oba­ma con aspec­to de pen­sar si le esta­ba dan­do la mano al ver­da­de­ro Raúl. Tom es esto, un batea­dor emer­gen­te en la polí­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na, como muchos que van y vie­nen. No que­da en un lugar espe­cí­fi­co, todo es muy impre­ci­so. Pero a la vez es una bue­na per­so­na. Otra cosa de los per­so­na­jes es que nadie es mala o bue­na per­so­na, los malos no son del todo malos ni los bue­nos son del todo bue­nos. Eso es la lite­ra­tu­ra, hablar del ser humano, y la nove­la tam­bién es una rup­tu­ra con el esque­ma de la lite­ra­tu­ra cuba­na, don­de los malos muy malos son ya inso­por­ta­bles de man­te­ner. Negra repre­sen­ta para mí una catar­sis sobre la con­di­ción huma­na. Era cons­cien­te del lío que con­lle­va, pero es mi nove­la de los cua­ren­ta años. Te con­fie­so que he que­ri­do escri­bir sobre la nada pero no he podi­do. Últi­ma­men­te leo libros que no tra­tan de abso­lu­ta­men­te nada, que están muy bien escri­tos, que me encan­tan aun­que reco­noz­ca que es lite­ra­tu­ra extra­va­gan­te. Cuan­do estoy en Cuba reco­noz­co que mis cir­cuns­tan­cias no son las que podría tener en Har­vard. Así que me plan­teo cómo hacer el cine que se mere­ce, o la lite­ra­tu­ra que se mere­ce. Es como una visión cine­ma­to­grá­fi­ca de lo que estoy vivien­do, como si tuvie­ra una cáma­ra cor­po­ral. Hay tan­to todo allí que no me atre­vo a escri­bir sobre nada. Ter­mi­né físi­ca­men­te muy heri­da por todos los cami­nos duros que reco­rrí, por todo lo que me tomé, de lo que tra­gué, de lo que atra­ve­sé, pero aquí estoy. Lo que no te mata te hace más fuerte.

Con polí­ti­cas fir­ma­das, acor­da­das o no pero mul­ti­tu­di­na­rias, no se cam­bia al individuo

Ten­go la sen­sa­ción de que en los últi­mos tiem­pos, en Euro­pa ya no se mira tan­to hacia Cuba, qui­zás por los pro­ble­mas que esta­mos sufriendo.

Es muy intere­san­te la doble moral de la dere­cha y de la izquier­da. La dere­cha con el tema del racis­mo en Fran­cia, por ejem­plo. Y en cuan­to a la izquier­da, no hay más que recor­dar las car­tas de Simo­ne de Beau­voir a su aman­te mien­tras Fidel Cas­tro la reci­bía jun­to a Sar­tre como matri­mo­nio que esta­ba cam­bian­do la visión des­de Cuba y ampli­fi­cán­do­la en Fran­cia. El mun­do se com­por­ta como la sayue­la, la enagua de ese socia­lis­mo. Nos que­da­mos en nues­tro inte­rior mien­tras trans­cu­rre la His­to­ria. ¿Qué hacía Simo­ne de Beau­voir mien­tras Fidel le ense­ña­ba Cuba? Le escri­bía a Nel­son Algren, su aman­te. ¿Qué hace la mamá de Nir­va­na mien­tras rue­da cine en Cuba? Pues tener una aman­te fran­ce­sa. Cuan­do me pre­gun­tan sobre polí­ti­ca digo que mi tra­ba­jo no es como el de otros jóve­nes que están hacien­do polí­ti­ca en las calles, que me pare­ce muy bien, cada uno que haga lo suyo. El mío es escri­bir estos libros para que se cam­bie des­de aden­tro, por­que con polí­ti­cas fir­ma­das, acor­da­das o no pero mul­ti­tu­di­na­rias y regla­men­ta­rias, no se cam­bia al indi­vi­duo. A mí los libros me han cam­bia­do muchí­si­mo y esta es una mane­ra de ense­ñar el río de un país así, por den­tro. Y pro­cu­ro hacer­lo con per­so­na­jes que viven en un mun­do en el que el lec­tor se pue­de encon­trar, con su inti­mi­dad y sus miserias.

Aun­que has comen­ta­do antes que la par­te de París es más de cine, y estoy total­men­te de acuer­do, creo que es una nove­la que uti­li­za un len­gua­je tan extre­ma­da­men­te lite­ra­rio que diría que es impo­si­ble lle­var­la al cine.

Bueno, qui­zás Gon­zá­lez Iñá­rri­tu

Ni él.

¡No me digas eso! [se ríe].

No, por­que creo que, y no sé si es de mane­ra cons­cien­te por tu par­te o que yo lo veo así, sepa­ras ambos len­gua­jes y los man­tie­nes muy distantes.

No, no, está muy bien, mi tra­ba­jo lo hago para los demás, no para mí. Me encan­ta que me lo digas.

El len­gua­je es dife­ren­te y la mane­ra de enfo­car­lo también.

Sí, y esa ciu­dad de París yo no lo que­ría ver, por­que París es mi reser­va­do de gla­mour. Un día entré a un París y a una Mar­se­lla dis­tin­tas. Y ese día me juré escri­bir sobre lo que pasa en Fran­cia, por­que es muy fácil sen­tar­se a hablar de Cuba, pero vamos a aven­tar tam­bién los pro­ble­mas de Fran­cia, ¿no? Estoy en este mun­do para con­tar y para mí fue impor­tan­te meter­me en ese otro con­flic­to. Y no des­de afue­ra, el per­so­na­je lo mis­mo com­pra dro­gas que se mete en un barrio muy heavy, que se aden­tra en un barrio mar­se­llés don­de prac­ti­can abor­tos. Esto es tam­bién lo que te rega­la la lite­ra­tu­ra, la capa­ci­dad de via­jar, de ven­der libros en otras par­tes. Y si no te com­pro­me­tes con lo que estás vivien­do eres una estú­pi­da. La vida te está ponien­do ahí para que atra­vie­ses el fue­go, ¿no? Pues méte­te. Y si sales viva ter­mí­na­lo. Pero no sé, tam­bién hay tan­tas cosas reli­gio­sas reve­la­das en el libro que qui­zás no me deja­rán viva. Son con­flic­tos inter­nos con mi país.

La suti­le­za cuba­na pue­de ser una bom­ba, un misil

Hábla­nos de las rece­tas de la Regla de Ocha. Dices que algu­nas las has probado.

Algu­nas, no las de matar ni las de abor­tar. Son del archi­vo de Nata­lia Bolí­var, hay que decirlo.

¿Fun­cio­nan de verdad?

Yo creo que sí. Soy de las cató­li­cas que van a la igle­sia cuan­do les da la gana. Y no para misa, voy a hablar con mi madre. Ten­go mi ver­sión de la reli­gión. Pero sí, todo fun­cio­na. El pro­ble­ma es la fe que le metas al asun­to. Pien­so que la quí­mi­ca fun­cio­na. Y las hier­bas, unas con otras, son la medi­ci­na. Hay una poé­ti­ca en lo que crees. Y eso está ahí no por gus­to, es el camino de la pro­ta­go­nis­ta. Mues­tro cómo es Nina y su cir­cuns­tan­cia. Hay una esce­na que me gus­ta mucho, y que es muy haba­ne­ra, cuan­do suel­tan los ani­ma­les. En una ciu­dad tan ecléc­ti­ca, tan bella y tan apa­ga­da apa­re­ce el arca de Noé abier­ta. Es un momen­to del libro que repre­sen­ta esa Haba­na mía. Y tam­bién me pare­ce impor­tan­te todo el tra­ba­jo de la sen­sua­li­dad y la barre­ra con la sexua­li­dad que me resul­ta tan difí­cil de escri­bir, por­que una cosa es lo que yo hago en mi inti­mi­dad y otra cosa es lo que yo quie­ro decir que hago, o lo que hace­mos las cuba­nas. En ese trán­si­to estoy. En lo que yo hago, en lo que soy, en lo que hace mi negra, que es otra mane­ra más inten­sa de ver la sexua­li­dad. Segu­ra­men­te mucho más ella, hija de quien es, madre de un niño al que abor­ta por algu­na razón, novia de, nie­ta de, que vive en ese barrio, con esa músi­ca. Es otro universo.

Vol­vien­do al rece­ta­rio, encuen­tro que pro­du­ce otro efec­to, ade­más del mági­co: el narra­ti­vo. Como has pun­tua­li­za­do antes no está pues­to ahí por­que sí. Cada rece­ta ocu­pa su sitio para refor­zar algo.

Es un recur­so que me pare­ció bellí­si­mo. Cuan­do se va Phi­lip­pe lo que le hacen para que se aca­be de ir. La suti­le­za cuba­na pue­de ser una bom­ba, un misil. Es nues­tra cul­tu­ra sin obvie­da­des pero ampli­fi­ca­da para que sea enten­di­da en nues­tra razón. Por­que los cuba­nos habla­mos auto­fa­go­ci­tán­do­nos, nos come­mos unos a otros, tene­mos temas tópi­cos que nada más enten­de­mos los cuba­nos. Y que­ría enten­der­me, enten­der­nos. Y tam­bién que fué­ra­mos enten­di­dos. Son tres estados.

Ya que la has cita­do, si te digo «Simo­ne de Beau­voir» ¿que es lo pri­me­ro que se te vie­ne a la cabeza?

Rara inti­mi­dad. En mi libro. Me gus­ta mucho, pero mien­tras más escar­bo más extra­ño me pare­ce todo. Y está bien que la gen­te no se aca­be, que sea­mos como una matrius­ka. Qué bueno.

Foto de Wendy Gue­rra: Maria Tere­sa Slanzi.

* Negra. Wendy Guerra.
Edi­to­rial Ana­gra­ma (Bar­ce­lo­na, 2013).

SI TE HA GUSTADO, ¡COMPÁRTELO!