Notas a La insolación de Carmen Laforet.
A Carmen Laforet se la conoce, sobre todo, por ser la autora de Nada, una obra fascinante del año 1945 que irrumpió en el panorama novelístico de la época como un soplo de aire fresco, una narrativa diferente y renovada. Sorprendió la maestría de aquella joven hasta tal punto que hubo quien puso en duda su autoría. Una mujer de tan sólo veintitrés años contando una historia de la España hecha jirones del momento con la misma libertad que paseaba Andrea, su protagonista, sola por las calles de la ciudad condal. Algo impensable por aquel entonces.
Después de Nada publicó La isla y los demonios en 1952. Carmen Laforet pone en el mapa una isla desconocida fuera del archipiélago como espacio literario, Gran Canaria, dejándola a la altura de la Barcelona de su primera novela. Los dos títulos comparten características: ambas protagonistas son dos chicas jóvenes que nos cuentan lo que sucede en sus familias. Las dos plagadas de personajes oscuros, mezquinos, donde la locura siempre tiene cabida. Las dos queriendo huir y las dos haciendo una radiografía perfecta del mundo que las rodeaba. El trasfondo social como el escenario de fondo de una obra de teatro, apenas presente pero fundamental, sosteniendo la trama, enmarcándola.
La cuarta novela de esta escritora nacida en Barcelona y que vivió en Gran Canaria hasta los dieciocho años es La insolación, después de La mujer nueva de 1955, Premio Menorca y Premio Nacional de las Letras. Si todavía queda alguien que tenga dudas de la aportación de Carmen Laforet a la literatura nacional e internacional, quedarán disueltas cuando se acerque a esta obra de 1962.
Años cuarenta en Beniteca, un espacio inventado que su creadora sitúa en Murcia. Martín Soto, un joven a punto de cumplir quince años, sale de Alicante donde vive con sus abuelos para pasar el verano con su padre, militar franquista y su nueva esposa. El encuentro se produce después de unos años de ausencia tras la muerte de su madre y con el objetivo de pasar el período estival con su nueva familia. Allí conocerá a los hermanos Corsi: Anita y Carlos, compañeros inseparables del joven Martín a partir de ese primer encuentro. La historia trascurre a lo largo de tres veranos en el pueblo murciano.
La insolación me parece la obra de madurez de esta autora. De nuevo, los personajes están en primer plano, perfectamente perfilados, y detrás el espacio como un personaje más, y otras historias que nunca son accidentales y que hacen un retrato muy acertado de la época. El calor, el verano, el tiempo quieto y callado del mediodía, cuando los chicos se niegan a dormir la siesta como el resto, también quedan recogidos en las descripciones y en el título, donde no falta cierta ironía.
Carmen Laforet consigue parar el tiempo y trasmitir la pesadez de la mitad del día y de esas noches estivales donde no se puede pegar ojo por las altas temperaturas. Ese agobio del calor pegajoso me recuerda a Lorca y al encierro de La casa de Bernarda Alba. El granadino consiguió reflejar perfectamente cómo el reloj quedaba parado entre aquellas paredes blancas e interminables donde la matriarca se empeñaba en encerrar el dolor y salvaguardar las apariencias. Ese agobio, esa quietud también lo trasmite la autora de La insolación de la mejor manera posible en literatura: metiendo al lector dentro, donde suda y se agobia como un personaje más.
El protagonista, Martín Soto, es el centro, el punto de equilibrio a través del cual el lector sigue la historia estando dentro y fuera a la vez. La familia Corsi representa lo diferente, lo que está al margen de toda norma aceptada por esa sociedad de los años cuarenta, prejuiciosa, atrasada, hambrienta y herida por la Guerra Civil. A lo largo de la novela los personajes pequeños nunca son pequeños y las historias secundarias son fundamentales. La autora introduce magistralmente reflexiones que dan muestra de su madurez literaria y de sus inquietudes vitales, como el pensamientodel joven Martín sobre la pintura:
Me di cuenta de la fuerza que puede tener un hombre para crear. (…) un hombre es una especie de insecto entre la corteza de un mundo perdido entre otros mundos. Y sin embargo, dentro de mí yo siento el universo entero. (…) Ayer supe que nada puede detener esa fuerza cuando la ponga en marcha. |
O la pregunta que le hace a su abuela:
Martín pregunta un día a la abuela si cree ella que las mujeres deben estudiar como los hombres y si sirven para eso. |
A veces de esta forma tan sutil, y otras de una manera más contundente, Laforet va sembrando de temas trascendentales, atrevidos para la época y aún hoy actuales, las páginas de esta novela. No enarboló bandera alguna pero sus posturas quedaban claras en los comportamientos de sus protagonistas. Decía sin ruido, sin consignas, con toda normalidad, como le gustaba vivir.
Hay otras cuestiones que me parecen importantes para darle a La insolación el carácter de obra moderna, atrevida y valiente, además de perfectamente construida y de una gran solidez narrativa, como es la cuestión que se plantea de forma somera a lo largo de la narración y que toma todo el protagonismo al final. Un final brutal e inesperado, un bofetón que nos deja claro que, como la gran obra que es, nos aportará algo más que el mero placer de la lectura.
«Tres pasos fuera del tiempo» era la pretendida trilogía de la ganadora del Nadal en 1945 con Nada. La insolación era ese primer paso, que fue seguido por Al volver la esquina, 2004, ya de forma póstuma y cuyo último eslabón no llegaría a aparecer, Jaque Mate. El hecho de que el proyecto quedase inconcluso, no desmerece en absoluto este fabuloso trabajo que ningún amante de la buena literatura debería dejar pasar. Hay vida más allá de Nada, vida que, a mi parecer, con La insolación llega a su punto de madurez.
* Imagen de cabecera: detalle de la cubierta de La insolación, en la edición publicada por Ediciones Destino en 2007.
ESTUDIO
«La insolación», de Carmen Laforet: una novela de iniciación[gview file=“https://viajeaitaca.net/wp-content/uploads/2014/09/0235347_00017_0012.pdf”]
Estudio de Francisco J. Quevedo García publicado en la revista El Guiniguada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en su número 17, correspondiente al año 2008.