PORTADA
Las portadas que Lou Reed emplea para sus discos guardan relación con el punk por su aspecto casero, pero no acaban de explicar el contenido que presentan, salvo alguna excepción. Sí que reflejan una característica de Reed que no se nombra mucho, y es su preocupación por la imagen. De ahí que sea el protagonista absoluto de sus portadas, que siempre aparezca iluminado, centrado en la cubierta e incluso multiplicado. En The Raven contamos con una visión algo diferente: de perfil izquierdo bajo el sol, con la cabeza gacha y cruzado por una sombra que deja su rostro en penumbra. Lleva gafas de sol, permanece a la espera, con la cazadora negra desabrochada y reflejando los destellos de luz, el cuello subido y el brazo izquierdo apoyado, como si condujera un coche o estuviese apoyado en la barra de un bar. Da la impresión de que en cualquier momento se hartará de que le tomen fotos y se marchará de allí.
Las fotografías, de portada e interiores, son de Julian Schnabel. Nació en Brooklyn de una familia judía, como Reed, y fue un incomprendido dentro de su principal ocupación: la pintura. Sus retratos obtenidos a partir de fragmentos de platos no causaron sensación en el mundo del arte. De hecho, es más conocido en su faceta de director de cine: realizó un biopic de Basquiat (1996), la película sobre Reinaldo Arenas Antes que anochezca («Before Night Falls», 2000) que interpretó Javier Bardem, y una rareza titulada La escafandra y la mariposa («Le Scaphandre et le Papillon», 2007), muy recomendable, basada en el caso real de Jean-Dominique Bauby, quien fuera director de la revista Elle y quedó confinado a una parálisis casi total tras sufrir una embolia, pudiendo comunicarse con el parpadeo de su ojo izquierdo. Schnabel se ocupó en 2007 de diseñar la gira de revisión de Berlin y dirigió la grabación del concierto. La exploración de varios lenguajes artísticos, su fascinación por la Nueva York de los ochenta (y por Mapplethorpe) que consideraba como un gran teatro urbano, su vanidad (llegó a equipararse a Picasso), la afición por el kabuki y una intención de unir el arte modernista con el pensamiento posmoderno llevaron a Reed a contratar sus servicios.