«The Raven» (Lou Reed, 2002)

Detalle de la cubierta del álbum «Tales of Mystery and Imagination» (The Alan Parsons Project), diseñada en 1976 por Hipgnosis.

Deta­lle de la cubier­ta del álbum «Tales of Mys­tery and Ima­gi­na­tion» (The Alan Par­sons Pro­ject), dise­ña­da en 1976 por Hipgnosis.

OTRAS LECTURAS DE POE EN LA MÚSICA

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«En aquel sepul­cro jun­to al mar / en su tum­ba jun­to al mar rui­do­so», can­ta­ba San­tia­go Ause­rón en una tra­duc­ción al cas­te­llano del poe­ma de Poe, acom­pa­ñán­do­se del lejano pun­teo de su her­mano Luis Ause­rón y de un bajo carac­te­rís­ti­co de la New Wave. «Anna­bel Lee» ini­cia­ba la cara B de La can­ción de Juan Perro (RCA/Ariola, 1987), cuar­to dis­co de Radio Futu­ra, gra­ba­do en el Sig­ma Stu­dio de la calle 53 en Nue­va York con Joe Dwor­niak en la pro­duc­ción. Dwor­niak se espe­cia­li­zó en la incor­po­ra­ción de rit­mos lati­nos, reg­gaedub a los esti­los más oscu­ros y meló­di­cos de los ochen­ta, como demues­tran este tra­ba­jo o el álbum Big Thing (1988) de Duran Duran. «Anna­bel Lee» fue el ter­cer sen­ci­llo, y en la segun­da cara del 7” apa­re­cía otra refe­ren­cia espu­mo­sa, pero en for­ma de nube: la adap­ta­ción de Pedro Pára­mo bajo el títu­lo «Llu­via del por­ve­nir». Sin embar­go, el Juan Pre­cia­do de Rul­fo es bas­tan­te más som­brío que el Juan Perro de Ause­rón. Vol­vien­do a «Anna­bel Lee», la can­ción es un ejem­plo de mesu­ra y enso­ña­ción: si le hubie­ran aña­di­do un minu­to más, sería repe­ti­ti­va e irri­tan­te; de haber eli­mi­na­do una estro­fa, que­da­ría un expe­ri­men­to más o menos inge­nio­so, pero no la recor­da­ría­mos. Es una apro­xi­ma­ción muy fiel a la his­to­ria, y del mis­mo modo que Reed gana­ba con­fian­za al que­dar­se con la abs­trac­ción, con lo esen­cial del poe­ma de Poe, Radio Futu­ra obtie­ne una lec­tu­ra pro­fun­da e impre­sio­nis­ta del tema. Ste­vie Nicks tam­bién adap­tó el poe­ma en su día, y es una bue­na can­ción, pero idea­li­za exce­si­va­men­te la figu­ra de Anna­bel al tra­tar de iden­ti­fi­car­se con ella. Robert Smith alu­de libre­men­te a ella en el clá­si­co «Just Like Hea­ven», del Kiss Me Kiss Me Kiss Me (1987).

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Otras refe­ren­cias anec­dó­ti­cas sobre Poe en la músi­ca inclu­yen a The Beatles (la repre­sen­ta­ción del escri­tor en la fila supe­rior del Sgt. Pepper’s, y una men­ción en «I am the Wal­rus»), el des­apa­re­ci­do Gus­ta­vo Cera­ti (lec­tu­ra sin­fó­ni­ca de El cora­zón dela­tor), o la diver­ti­da alu­sión de Sil­vio Rodrí­guez («aquel señor fuma­dor de ama­po­las»). No podían fal­tar Clau­de Debussy y Phi­lip Glass, con sus ópe­ras basa­das en La caí­da de la casa Usher (1908-1917 y 1987, res­pec­ti­va­men­te); una com­ple­ja tarea refren­da­da por Peter Ham­mil de Van der Graaf Gene­ra­tor. La músi­ca en la déca­da de los ochen­ta del siglo XX fue espe­cial­men­te pro­cli­ve en cuan­to al reco­no­ci­mien­to de la influen­cia de Poe. Inves­ti­gan­do entre los esti­los, las ban­das de rock pro­gre­si­vo se nutrie­ron copio­sa­men­te del bos­to­niano. Y no dis­po­ne­mos de espa­cio para seña­lar la can­ti­dad de refe­ren­cias al escri­tor den­tro del heavy metal. Nos per­de­ría­mos sin remedio.

Para fina­li­zar este artícu­lo, dedi­ca­re­mos unos ins­tan­tes al dis­co con­cep­tual que gra­bó The Alan Par­sons Pro­ject como ope­ra pri­ma. Nos deten­dre­mos con mayor pro­fun­di­dad en la ban­da y su labor lite­ra­ria cuan­do ana­li­ce­mos su adap­ta­ción de Yo, Robot de Asi­mov, pero resul­ta obli­ga­to­rio echar un vis­ta­zo a Tales of Mys­tery and Ima­gi­na­tion. Edgar Allan Poe (Cha­ris­ma / 20th Cen­tury Fox Records, 1976). Fue gra­ba­do par­cial­men­te en los estu­dios de Abbey Road, Lon­dres, en los que Alan Par­sons tra­ba­ja­ba por aquel enton­ces como inge­nie­ro de soni­do. El dis­co mez­cla las lec­tu­ras de cuen­tos con ambien­ta­ción orques­tal y pie­zas pro­gre­si­vas a las que se aña­den sin­te­ti­za­do­res. Des­ta­ca por ser uno de los pri­me­ros álbu­mes en los que se emplea el codi­fi­ca­dor de voz (común­men­te cono­ci­do como voco­der) para jugar con la modu­la­ción, ins­tru­men­to que popu­la­ri­za­rían Kraft­werkRobert Moog a lo lar­go de esa déca­da. Se uti­li­zó para el segun­do cor­te, «The Raven», alter­nan­do la voz modi­fi­ca­da de Par­sons con la del actor Leo­nard Whi­ting (el Vic­tor Fran­kens­tein de la tele), sobre la línea de bajo de Joe Puer­ta, que mar­ca­ba los pri­me­ros com­pa­ses con series de tres pul­sa­cio­nes, como un dedo que seña­la hacia el lugar don­de se apo­sen­ta­ba el cuer­vo. Otra curio­si­dad es que Leo­no­re es sus­ti­tui­da por una tal María Paz. El dis­co abre pre­via­men­te con una refle­xión de Poe (reco­gi­da en sus notas al mar­gen) acer­ca de los pen­sa­mien­tos que no logra­ba tra­du­cir en pala­bras (ya que tales pen­sa­mien­tos per­te­ne­cen al alma), y de la sen­sa­ción de habi­tar en un sue­ño den­tro de otro sue­ño. La voz del narra­dor es la de Orson Welles, que gra­bó esta cita y la intro­duc­ción para «La caí­da de la casa Usher» en el año de publi­ca­ción del dis­co y se las envió a ellos, incor­po­rán­do­las en la reedi­ción de 1987. Par­sons aña­dió rever­be­ra­cio­nes y un par de pis­tas de gui­ta­rra adi­cio­na­les en aque­llas par­tes que le pare­cían más tos­cas. Los res­tan­tes temas iban sobre El tonel de amon­ti­lla­do, El cora­zón dela­torEl sis­te­ma del Dr. Tarr y el pro­fe­sor Fether, un raro cuen­to de humor gro­tes­co don­de el lec­tor aca­ba con­fun­dien­do al chi­fla­do con el cuerdo.

La pie­za cen­tral es «The Fall of the Hou­se of Usher», de die­ci­séis minu­tos de dura­ción, con la orques­ta diri­gi­da por Andrew Powell, con­duc­tor de filar­mó­ni­cas de ciu­da­des como Lon­dres, Ber­lín o Los Ánge­les, cola­bo­ra­dor tam­bién en dis­cos de Dono­vanMick Fleet­wood. Estruc­tu­ra­da en cin­co par­tes, incor­po­ra gui­ños a la com­po­si­ción de Debussy, y fue gra­ba­da en el Kings Way Hall de Lon­dres. El lugar tenía una acús­ti­ca exce­len­te, pero al estar empla­za­do jun­to a una esta­ción de metro había que inte­rrum­pir a menu­do las gra­ba­cio­nes, sin poder evi­tar que se cola­ran rever­be­ra­cio­nes. Para apro­ve­char los con­tra­tiem­pos de este tipo se regis­tró ade­más una tre­men­da tor­men­ta, ins­ta­lan­do un micró­fono de ambien­te en el jar­dín tra­se­ro del estudio.

La crí­ti­ca se divi­dió entre opi­nio­nes con­tra­pues­tas. No era un dis­co fácil de escu­char en la épo­ca pues reque­ría una aten­ción espe­cial y un entorno apro­pia­do. En su favor pode­mos decir que como obra total es más sóli­da que la cele­bra­ción de Lou Reed, man­te­nien­do un tono uni­for­me a lo lar­go de todo el dis­co sin per­der la varie­dad de rit­mos y tex­tu­ras que lo defi­ne. Entre la gen­te cul­ta, en cam­bio, fue un éxi­to, refren­da­do por un con­cier­to en el Obser­va­to­rio del Par­que Grif­fith con acom­pa­ña­mien­to de láse­res que dejó al públi­co encan­di­la­do. Tales of Mys­tery and Ima­gi­na­tion es un puen­te entre el rock pro­gre­si­vo, gui­ta­rre­ro y ambi­cio­so, y los pri­me­ros inten­tos de rea­li­zar dis­cos con ins­tru­men­tos total­men­te elec­tró­ni­cos (como sin­te­ti­za­do­res, efec­tos, tecla­dos, etc.), pero sin lle­gar a fil­trar los rui­dos y soni­dos que Alan Par­sons y Woolf­son extra­je­ron de órga­nos de cate­dral, armo­nios y clavicémbalos.

Os invi­ta­mos a escu­char el álbum completo:

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Ni Par­sons ni Woolf­son aban­do­na­ron con este dis­co su fas­ci­na­ción por Allan Poe. Su noveno tra­ba­jo como The Alan Par­sons Pro­ject, publi­ca­do en 1985, lle­va­ba por títu­lo Ste­reo­tomy, pala­bra que emplea Augus­te Dupin en la reso­lu­ción de Los crí­me­nes de la rue Mor­gue para des­cri­bir los atro­ces ase­si­na­tos. La este­reo­to­mía es un tra­ta­mien­to teó­ri­co de la arqui­tec­tu­ra que sir­ve para estu­diar los cor­tes sobre la pie­dra o en mam­pos­te­ría. Alan Par­sons, ya en soli­ta­rio, rees­cri­bió «A Dream Within A Dream», unien­do la com­po­si­ción a «The Raven» para su dis­co de 2004 A Valid Path, sus­ti­tu­yen­do su voz ori­gi­nal por la de su hijo Jeremy. Por su par­te, Eric Woolf­son reali­zó en 2003 un musi­cal sobre el pája­ro negro, que dio lugar a su vez a un CD reco­pi­la­to­rio con los frag­men­tos sono­ros. En 2009 sacó el dis­co Edgar Allan Poe, don­de apa­re­cía una varian­te de «The Raven», cuya base rít­mi­ca sue­na con menor con­tun­den­cia, es casi un adorno; des­apa­re­ce el voco­der, y la lec­tu­ra del poe­ma se amplía con la voz del pro­pio Woolf­son. Tie­ne un háli­to de pre­mo­ni­ción esa lec­tu­ra, pues murió ese mis­mo año. Una vez que uno des­cu­bre la obra de Edgar Allan Poe su hechi­zo per­ma­ne­ce para el res­to de la vida, recor­dán­do­nos el her­mo­so espan­to que le da for­ma, la páli­da bre­ve­dad de nues­tra existencia.

(Con­ti­nuar –>)

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