«THE RAVEN»: RECEPCIÓN CRÍTICA
La acogida del disco fue tibia. Al hacer memoria de su discografía, poco después de su defunción, la crítica prefería mencionar sus grabaciones de música para hacer taichi antes que este trabajo. Y eso que cuenta con alicientes para analizar detenidamente. En artículos retrospectivos de revistas de referencia, como New Musical Express o Mojo, ni siquiera es mencionado. De hecho, las selecciones de lo imprescindible en la obra de Reed suelen interrumpirse con Magic And Loss, disco de 1992, donde trabajaba con el concepto de la muerte y cuya dimensión literaria está mejor considerada que la de The Raven. En cambio, las publicaciones que no ocultan su admiración por el artista (como Ruta 66) sí que dedicaron amplias entrevistas y análisis.
Es muy curioso el ejercicio de comparar las críticas de la época, donde las puntuaciones (en aquellos medios que las empleaban) eran bastante altas, pero los textos se limitaban a describir el contenido, sin más aspavientos, casi como si se hubiesen dedicado a adornar un poco una nota de prensa; suponía un disco más de Reed, uno de los últimos, y no procedía ser malévolos con él. La idea original de trabajar con textos de Poe resultaba atractiva y parte de los que conocían un poco su obra aceptaban el maridaje…, pero tampoco se esperaba gran cosa. The Raven proporciona algunos motivos para ser reticentes con él, pero también regala particularidades destacables, canciones más que notables, y un título más para la reducida lista de discos conceptuales basados en obras literarias.
Rescato brevemente dos críticas, una positiva y documentada, la otra bastante mordaz; en ambas se nota que han sido varias las escuchas, que Richard Williams y Brian Jones, respectivamente, han pensado lo que escribían. La primera, aparecida en The Guardian un par de meses después del lanzamiento oficial, otorga una puntuación alta y se centra en la fascinación de Reed por la literatura de Poe, haciéndose eco de una declaración del músico: «cuando la música nos conmueve hasta las lágrimas sin causa aparente, no lloramos por “exceso de placer”; sino a través de un exceso de impaciente y perpetua tristeza que, como simples mortales, aún no estamos en condición de digerir entre aquellos éxtasis supremos, de los cuales la música nos ofrece tan solo una visión sugerente e indefinida». La crítica no deja de lado los instantes flojos, en los que «Reed lo hace tan bien como puede», pero llama la atención sobre pasajes más melancólicos, situados entre aquellos «tan bellos como ninguno otro que haya producido». Para Williams, The Raven funde las lapidarias letras del tercer disco de la Velvet y de Berlin con las guitarras de Black Angel’s Death Song o Sister Ray.
La crítica de Brian James para Pitchfork se despacha a gusto con el momento creativo de Reed. Es la única reseña negativa que he encontrado en la prensa especializada. Según James, a estas alturas Lou Reed ha perdido completamente el Norte, equiparándolo como momento ruin a Metal Machine Music, combinando una gran ambición con una absoluta carencia de ideas. Podemos dar la razón a James cuando apunta que Reed no estuvo completamente atinado con esta obra, pero calificarla de «crimen musical» es una exageración. También es cierto que Reed se excede al trasladar la prosa decimonónica de Poe a un lenguaje callejero, pero si algo tiene el neoyorquino es que sabe lo que hace, se equivoque o no. James no termina de entender que el disco es una interpretación personal, que no se trata de construir un monumento. También tiene la receta para el «problema no resuelto» de Lou Reed: que nunca se ha dado cuenta de qué sabe hacer bien y, en consecuencia, qué hace mal. En su opinión, Reed no sabe escribir una canción de amor decente y este «pretendido tributo» no es más que una pose narcisista. Un acierto de James es haber detectado que en ocasiones Reed cae en su estereotipo y en las analogías simplonas entre Poe y él. Sin embargo, el crítico no disimula su antipatía contra Lou Reed, así que lo indicado es tomar esta opinión con cierta distancia.