Pasar buena parte de una fría tarde invernal conversando con un escritor que ha leído con tanta devoción a Fernando Pessoa resulta un raro placer inestimable. Si, además, puedes hacerlo en un lugar tan emblemático como la Casa Museo Fernando Pessoa de Lisboa, donde vivió uno de los autores llamados a cambiar el rumbo de la literatura, entonces ese raro placer se convierte de pronto en una de esas casualidades cósmicas con las que a veces, en muy contadas ocasiones, te obsequia la vida.
A simple vista parecía un acontecimiento programado con precisión militar, pero lo cierto es que todo fue producto del azar, o mejor dicho, de una inesperada suma de casualidades: la casualidad de haber leído en casa, algunos días antes del viaje a Lisboa, en uno de esos paseos aburridos en internet, una entrevista a Ricardo Belo de Morais en la que hablaba sobre sus últimos libros; la casualidad de haberlo encontrado allí, aquella fría mañana de diciembre, detrás de la puerta de acceso de cristal, con su amplia sonrisa, recibiendo a los visitantes de la Casa Museo Fernando Pessoa; la casualidad de que ese mismo día tuviese tiempo, un poco más tarde de haberlo conocido y haber compartido con él intereses mutuos sobre Pessoa, para realizar una entrevista demasiado preciada como para no haber podido prepararla con más calma.
En la primera planta de la Casa Museo, había una exposición sobre los autores que se reunieron alrededor del proyecto efímero de la revista «Orpheu», un grupo del que Pessoa también formaba parte. En la segunda planta, a lo largo de las vitrinas de cristal colocadas alrededor de la sala de conferencias, otra exposición sobre la obra de Ángel Crespo, poeta, traductor de Pessoa al castellano y autor de obras de referencia tan importantes como La vida plural de Fernando Pessoa (Seix Barral) o Con Fernando Pessoa (Huerga y Fierro). En la tercera planta, la exposición habitual de manuscritos y objetos personales de Pessoa. Todo parecía haberse confabulado para hacer de aquella visita un acontecimiento irrepetible; y de aquella entrevista, un encuentro memorable.
Con su castellano trufado con un ligero acento portugués, Ricardo Belo de Morais, un nombre mayoritariamente desconocido para el público español, disertó sobre su temprana pasión por Pessoa, su trabajo en la Casa Museo, sus libros publicados recientemente en portugués, Fernando Pessoa para todas as pessoas y O quarto alugado (ambos en la editorial Verso de Kapa), y también de la percepción actual de la obra de Pessoa.
Al terminar el encuentro, la luz oblicua de la tarde empezaba a poblar de sombras las fachadas altas del Campo de Ourique. Un viento que cortaba la cara comenzó a correr por las calles despobladas del barrio. Una cafetería cercana sirvió de refugio ante la inminencia del frío, que amenazaba con recrudecerse a medida que avanzaba la noche. Caminando distraídamente por la calle, nos pareció ver a un hombre con un libro en la mano, vestido con sombrero de ala ancha y gabardina, con su bigote delgado y sus gafas de alambre, dispuesto a subir al tranvía que se dirigía al centro.
El libro del desasosiego es la mejor puerta para entrar en el universo de Pessoa
¿Cuándo empezó su interés por Fernando Pessoa?
Yo tenía 17 años cuando una tía mía, que era profesora de Física y Química en el Liceo, me pegó el interés por Pessoa. Primero intentó iniciarme en las ciencias, pero terminó por entender que estas materias no eran las que más me interesaban, que yo me inclinaba hacia las Humanidades. Luego empezó a ofrecerme libros de autores que quizás eran demasiados densos para mi edad, pero que me podían interesar. Ahí empecé a leer a Albert Camus, a Aldous Huxley y a poetas portugueses como Fernando Pessoa.
A diferencia de los otros autores, Pessoa era portugués y tuve con él una conexión inmediata. En aquella época no era obligatorio estudiar a Pessoa en el Liceo. Yo solo conocía algunos poemas de su libro Mensaje, y ella me ofreció una antología más amplia de poemas. Estos poemas me apasionaron tanto que, en las siguientes navidades, me regaló la biografía Extraño extranjero, de Robert Bréchon. Quizás era una obra demasiado exhaustiva para un chico de mi edad, pero a partir de ahí quedé prendado de la vida y de la obra de Pessoa. Desde entonces nunca he dejado de buscarlo y de estudiarlo y de intentar conocerlo mejor.

Fachada de la Casa Museo Fernando Pessoa.
¿Y su relación con la Casa Museo Fernando Pessoa?
Estoy aquí desde hace tres años. La anterior directora de la Casa me ofreció la posibilidad de pertenecer al equipo. Yo era un visitante regular de la Casa Fernando Pessoa antes de tener la posibilidad de empezar a trabajar aquí. Fue a través de la gestión de una empresa mixta, tanto pública como privada, que se ocupaba de las visitas culturales a otros monumentos culturales de Lisboa como el Castillo de San Jorge, el Museo del Fado o el Museo de las Marionetas.
Esta empresa se quedó también con la gestión de esta Casa Museo. En un momento determinado convocaron una plaza para un trabajador más cuyo trabajo fuese recibir a los visitantes. Además, el hecho de trabajar aquí me ofreció la oportunidad de acceder al material bibliográfico y la seguridad necesaria para empezar a escribir libros sobre Pessoa.
Si le parece, háblenos un poco de esos libros que ha escrito. En medio de tanta bibliografía sobre Pessoa, ¿cuál ha sido la orientación que ha pretendido darle a su obra?
Es una orientación muy específica: no es la de los académicos o la de los investigadores como, por ejemplo, Jerónimo Pizarro; ni tampoco la orientación comercial y demasiado fácil que existe en otros muchos libros. Había una zona intermedia que engloba tanto a los jóvenes como a los ancianos, a los estudiosos y a los profesores.
Mi intención era transmitir un Pessoa con un lenguaje amplio, aprovechando mi experiencia como periodista y como guía en las visitas guiadas por Lisboa. Había una forma de comunicar «para todos» que nadie estaba utilizando en la blogosfera ni en las redes sociales ni en los libros, y decidí ensayar esa opción.
Pero se atrevió no solo con un libro «divulgativo», por llamarlo así, sino incluso con una novela…
Sí, en efecto. O quarto alugado («El cuarto alquilado»), cuyo subtítulo es A vida de Fernando Pessoa revisitada por um velho amigo («La vida de Fernando Pessoa revisitada por un viejo amigo»), es una biografía novelada. Mi pasaje para el mundo editorial es también un juego de fuerzas del universo. Tenía esta historia sobre la biografía de Pessoa narrada por uno de sus heterónimos, Vicente Guedes, que casi nadie conoce. Todo el mundo conoce que el autor del Libro del desasosiego es Bernardo Soares, pero pocas personas saben que Pessoa creó a Vicente Guedes antes de Bernardo Soares, para luego abandonarlo inexplicablemente a los diez años de haberlo creado.
Así, Vicente Guedes es el primer autor del Libro del desasosiego. En torno a 1920 Pessoa decidió dejar de escribir textos para este libro y lo abandona temporalmente. En 1929 vuelve a retomarlo, pero ya no con el semiheterónimo de Vicente Guedes, sino con el de Bernardo Soares, con el que empieza a escribir de una manera diferente: es un texto todavía diarístico, pero menos metafísico que el anterior. Lo curioso es que Pessoa nunca aclaró los motivos de este cambio de heterónimo, ni tampoco por qué Bernardo Soares heredó, si bien adaptándolos, algunos textos de Vicente Guedes.
¿Cuál fue su hipótesis de partida para empezar a escribir el libro?
Pensé que Vicente Guedes no figuraba entre los heterónimos utilizados por Antonio Tabucchi, por Mário Cláudio o por José Saramago para algunas de las historias sobre Pessoa más conocidas por los lectores, y que ahí podía tener una oportunidad para desarrollar mi libro. Mi hipótesis de partida fue imaginar que Vicente Guedes era un amigo real de Fernando Pessoa, y que este último utilizaba el nombre de Vicente Guedes como una especie de testaferro.
¿Cómo ha sido la combinación de los elementos ficticios con los reales a la hora de escribir el libro?
La parte ficticia es la que convierte a Vicente Guedes en una persona real. Este viejo amigo es el narrador que nos cuenta la historia de toda la vida adulta de Fernando Pessoa en Lisboa.
En un momento determinado de sus vidas, Vicente Guedes le comunica a Fernando Pessoa que tiene ambiciones literarias y le pide que deje de utilizar su nombre para firmar sus textos. Este sería el motivo por el que Fernando Pessoa dejó de utilizar el nombre de Vicente Guedes en el Libro del desasosiego, si bien Vicente Guedes nunca dejaría de ser su amigo, al tiempo que tendría una posición privilegiada para observar la vida de Pessoa, para poder contarnos todo lo que no se sabía de la vida de Pessoa en aquel momento.
¿Y el proceso de publicación del libro?
Cuando las responsables de la editorial Verso de Kapa se mudaron a un edificio en el que Pessoa había vivido, quisieron publicar al menos un libro sobre Pessoa. Como ellas sabían que yo trabajaba en la Casa Museo, me preguntaron si tenía algo que se pudiese ajustar a ese criterio. Lo escribí en apenas tres meses y medio, pero hay que tener en cuenta que yo tenía toda la historia de O quarto alugado en mi cabeza desde hacía mucho tiempo.
Además, para la edición definitiva del libro tuvimos la suerte de contar con la colaboración de Jerónimo Pizarro, uno de los mejores investigadores de Pessoa en la actualidad. Tras leer el manuscrito original, escribió un prefacio a petición mía. Incluso me pasó documentos de la Biblioteca Nacional que él mismo había descifrado y que Pessoa había escrito con el nombre de Vicente Guedes. Así que, cuando todo el material ya estuvo preparado para publicar, sabíamos que era un libro bastante fiel a la realidad, porque nunca un investigador premiado se permitiría prologar un libro que no estuviese en condiciones.
¿Cumplió las expectativas depositadas en él?
Este libro se publicó en 2014 y, aunque su lanzamiento no fue nada extraordinario, las ventas fueron bastante buenas para un escritor que publica su primera novela. Yo tenía otros libros publicados, pero eran de poesía. Así que esta fue mi primera aventura en prosa.
Cuéntenos la historia de su segunda incursión en Pessoa.
Como las cosas fueron tan bien con O quarto alugado, decidí escribir el libro divulgativo Fernando Pessoa para todas as pessoas («Fernando Pessoa para todas las personas»), de acuerdo con dos experiencias muy diferentes pero parecidas entre sí. Por un lado, tengo un proyecto en Facebook que se llama O meu Pessoa: en esta página estoy en contacto todos los días con lectores de Pessoa, en especial con lectores de Portugal, de Brasil y de otros países de lengua oficial portuguesa. Por otro lado, también estoy en contacto con los alumnos que vienen a la Casa Museo: alumnos con esas expresiones de aburrimiento; alumnos que no quieren estar aquí ni estudiar a Fernando Pessoa. Lo que intentamos aquí es llegar al hombre llamado «Fernando» y, desde ahí, llegar al escritor llamado «Pessoa». Es decir, que los alumnos entren en contacto con sus excentricidades, con sus romances, con sus cosas de hombre corriente —que también lo fue — , y hacerles salir de aquí con otra visión de Pessoa para facilitarles su estudio.
A partir de estas dos experiencias escribí el libro, que es una especie de visita guiada a la vida y a la obra de Fernando Pessoa, con el objetivo de facilitar por primera vez, o acaso un poco más, la entrada al universo de Pessoa. En este libro hay descripciones del ortónimo Pessoa, de los heterónimos, de su vida privada, de sus pasiones y de sus amores, de sus amigos, de sus personalidades ficticias que no llegaron a ser heterónimos, de sus influencias literarias, de los hogares en los que vivió, y también un capítulo dedicado a los apócrifos.
¿Los «apócrifos»?
Son aquellos textos anónimos o de otros escritores que circulan en internet y que nada tienen que ver con Pessoa, pero que la gente los comparte una y otra vez como si los hubiese escrito él. Como uno de mis objetivos también es hacer pedagogía, esta cuestión me preocupaba mucho.
Basta echar un vistazo en la red y entrar en páginas de literatura para leer supuestas frases de Pessoa que en realidad nunca escribió. Como la gente comparte esos mensajes, en poco tiempo podemos tener miles o millones de personas perpetuando y repitiendo esos errores, asimilando esas frases que Pessoa nunca escribió. Por eso me pareció tan importante emprender esta lucha contra los apócrifos de Pessoa.
¿Hasta qué punto es Pessoa un precursor de ideas que se extendieron posteriormente en literatura y en filosofía, como el uso de la heteronomía o la muerte del sujeto?
Es muy probable que estos logros los consiguiese Pessoa sin ser plenamente consciente de lo que estaba haciendo, de que estaba en un cambio de direcciones. En la actualidad sabemos que él sintió como algo natural ese deseo de crear «otros», sus heterónimos, y de utilizarlos en su vida diaria desde los cinco años. Su padre había fallecido poco antes y un tío de Pessoa lo sustituye en la tarea de educarlo. Este tío suyo, el tío Taco, lo llevaba a dar largos paseos por Lisboa. También lo llevaba a ciertos periódicos donde tenía algunos amigos. En estos periódicos, el tío Taco junto con sus amigos periodistas, creaban un pequeño grupo de teatro formado por arquetipos de aquellas figuras sociales más fáciles de utilizar para hacer crítica social —el obispo al que le gustaban las mujeres, el general que en realidad era un cobarde o el político corrupto — . El niño Pessoa veía a estos adultos divirtiéndose con estas «creaciones». Y así, el hecho de crear «otras personalidades» empieza a ser algo habitual para él.
Luego, en Durban, esta tendencia a crear «otros» mundos se iba a acentuar todavía más porque se convertirá en un medio de supervivencia. Hay que pensar que Sudáfrica no era su mundo, no era Portugal, no era Lisboa, no era su civilización, no era su lengua —él empieza a utilizar allí de manera habitual el inglés — , y Pessoa tampoco era un chico deportista como sus otros compañeros en el Liceo. Pessoa se siente cada vez más solo a medida que su madre y su padrastro están cada vez más unidos atendiendo a su nueva familia. Pues bien, hay estudios que señalan que esta tendencia a crear heterónimos no fue más que una manera de reaccionar ante la nueva situación, un intento de protegerse a sí mismo ante el «síndrome de la madre muerta».
Explíquenos eso del «síndrome de la madre muerta».
Su madre estaba viva y por supuesto seguía siendo su madre, pero estaba «muerta» —metafóricamente hablando— debido a la tristeza que le había producido el fallecimiento de su marido y también del bebé Jorge —el hermano pequeño de Pessoa — . Ella fue una mujer que se casó con otro hombre y empezó a tener otros hijos a los que tenía que darles su amor.
Hay otra cuestión muy rara, pero quizás más importante literariamente. Una cuestión que demuestra una gran inteligencia: todos los escritores han buscado su inspiración en el exterior de sí mismos o de la escritura, pero Pessoa la encontró dentro de sí mismo, dentro de la propia escritura. De hecho, uno de los heterónimos, Alberto Caeiro, es el maestro tanto del propio Pessoa como del resto de los heterónimos. Caeiro se constituye, por tanto, como el punto principal de inspiración de todos los heterónimos y del propio Pessoa. Esto es algo que nadie ha vuelto a repetir en literatura.
Se suele hablar de Pessoa como un autor extemporáneo, pero ¿cuál es realmente la relación de Pessoa con su época?
Pessoa tiene la capacidad de absorber las corrientes literarias, intelectuales y filosóficas de su época, como alguien capaz de hacer la síntesis de todas, para al final concluir que no pertenece a ninguna de ellas. Esto ocurre incluso con aquellas corrientes que ha creado él mismo y que, algún tiempo más tarde, abandona sin explicación. Para Pessoa, la modernidad consiste en rechazar todas las corrientes, o tomar de ellas algún que otro punto que para él es esencial. Esto se resume en aquella expresión que Pessoa escribe a través de Álvaro de Campos: «Abajo los “istas” de todos los “ismos”».

Efigie de Fernando Pessoa, obra de Lagoa Henriques.
¿Qué lección podría extraer el lector actual de la obra de Pessoa?
La lección de no quedarnos en un lugar confortable. Habitualmente hacemos todo lo posible para quedarnos únicamente en ese lugar, pero Pessoa intenta salir constantemente de este lugar de confort. Él tuvo que sobrevivir a sus enemigos, a las dificultades de la edición literaria, a los cambios filosóficos, religiosos y políticos en Portugal, y no obstante seguir con su absoluta independencia intelectual. Esto es algo que le costó su propia libertad, porque termina su vida con la prohibición de la censura del gobierno de Salazar.
Es como si durante toda su vida Pessoa escuchase una voz interior que le dijese: «Voy a escribir lo que creo; voy a publicar con mi dinero aquellos artistas en los que creo, aunque sean malditos y nadie más los quiera publicar; voy a seguir escribiendo sin recurrir a drogas que me cambien la sensibilidad; voy a continuar sin quitarme la vida a pesar de tener todo en contra». Su obra reacciona contra todo lo negativo que tuvo en su vida.
¿Podría ponernos algún ejemplo sobre esta forma de reaccionar contra todo lo negativo que tuvo en su vida?
Pessoa utilizó una creación suya, una parte de su psique, como fue su heterónimo Álvaro de Campos, para transformar todo lo negativo de su existencia —la frustración, el desasosiego, la tristeza, el aburrimiento— en algo original y bello. Álvaro de Campos se convierte, de este modo, en una especie de «hermano en las tinieblas» del que se vale Fernando Pessoa para tener algo de luz cuando esta le faltaba en su vida. Crear una salvación dentro de sí mismo es un hecho extraordinario. Ocurre también con el Libro del desasosiego, al que Pessoa llama con toda naturalidad «una basura desorganizada de sus sensaciones», un libro universal que lectores de todas las latitudes son capaces de apreciar.
Para el lector que no conozca a Pessoa, ¿cuál diría usted que es la mejor forma de tomar contacto con su particular universo creativo?
El Libro del desasosiego es la mejor puerta para entrar en el universo de Pessoa. Es cierto que hay personas a las que les puede gustar más la poesía —como a mí, que entré a Pessoa por la puerta de la poesía — , pero en la actualidad considero que en este libro se encuentra todo lo importante de su obra: por supuesto está Pessoa, pero también hay trazos de otros heterónimos poetas —como Álvaro de Campos, Ricardo Reis o Alberto Caeiro — , y de otros heterónimos como Ricardo Mora, el filósofo, o el barón de Teive, que también escribió algunos fragmentos del libro.
¿Cuál diría que es la singularidad más importante de este libro?
El Libro del desasosiego es un compendio de estilos cuyo contenido Pessoa nunca se preocupó de uniformar, pero en cambio sí lo hizo con el autor. El hecho de haber creado a Bernardo Soares —y antes que él, a Vicente Guedes — , fue la manera que Pessoa encontró para darle unidad a algo tan desorganizado como una montaña de papeles. Al final, esta montaña de papeles fue creada por un autor que algunos días estaba triste, otros días estaba contento, otros estaba filosófico, otros pensativo, y otros días en los que simplemente estaba descriptivo.
Fotografías de Rubén Benítez Florido.