Creo que conocí a Raquel Vicedo en el verano de 2011. Creo recordar que conversamos unos minutos acerca de vivir en Madrid y la imposibilidad de olvidar la ciudad. De no ser así, en cualquier caso mi memoria sitúa a una de las responsables de la próspera editorial hispano-mexicana en una rápida conversación cuyos detalles cuesta rememorar y cuya única forma segura es la de una nube que no se aparta.
Durante este tiempo, intercambiamos fotografías en movimiento de Shirley Temple y comentarios fugaces sobre los títulos musicales que Sexto Piso publica para delectación de los comentaristas musicales de nuestro país (recuerdo las notas de Jimi Hendrix, las anotaciones entre escalas de Nick Cave, o el más reciente poemario de P. J. Harvey). Pero la editorial saca contenidos menos especializados que estos, de modo que uno pueda hallar en su catálogo desde una reedición ilustrada de El corazón de las tinieblas hasta un análisis sobre las ínfulas «solidaristas» del líder de U2, o el planteamiento de la bipolaridad como enfermedad mental de moda, pasando por el redescubrimiento para el gran público de clásicos estadounidenses como Donald Barthelme (este lo agradezco especialmente) o William Gaddis (que me gusta bastante menos, pero a quien hay que leer).
En su «Debe», me permito este espacio para pedirles públicamente (con toda la presión mediática que mi solicitud conlleva) que se lancen a por aumentar entre la oferta cultural española la publicación de narrativa africana y (entendiéndose como una crítica constructiva) una imagen más reconocible en su catálogo de ensayo… y ya que estamos, animar a que apuesten por la literatura infantil y juvenil.
¿Qué criterios aplicáis a la hora de escoger títulos?
Cuando empecé a trabajar en la editorial, hace ya cuatro años, recuerdo que me llegó una propuesta que me pareció interesante pero no estaba segura de que fuera material para Sexto Piso. Hablé con Eduardo Rabasa, uno de los colegas mexicanos que fundó la editorial allá por 2002 en el D. F., para comprender un poco mejor qué andaba buscando. Así que me embarqué en una larguísima explicación acerca de por qué creía que el libro era bueno…, aunque también expresé las dudas que tenía. Supongo que esperaba que él me diera la solución, que en cualquier momento me interrumpiría con una instrucción clara y directa. Sin embargo, se limitó a quedarse en silencio escuchándome. Cuando por fin terminé de hablar, me dijo: «Raquel, esto es como el amor. Si no es que sí, es que no». Así que, como ves, los criterios tienen una base muy sólida.
¿Se parece Sexto Piso a la idea original, aquella idea primera que motivó la fundación de la editorial?
Definitivamente. El objetivo de la editorial siempre fue hacer accesible para los lectores en español una serie de textos que nosotros consideramos fundamentales. Hoy día, por suerte, esa sigue siendo nuestra motivación.
¿Qué descubrimientos han venido por medio del trabajo editorial? ¿Qué libros o autores querríais publicar y por el momento no es posible?
En mi caso particular, los mayores descubrimientos han venido a través de la colección de poesía. Nunca fui una gran lectora de poesía, y descubrir a autores como la danesa Inger Christensen o el francés Frédéric Boyer ha sido una auténtica revolución. En cuanto a quién nos habría gustado publicar, yo destacaría a Wajdi Mouawad, a Mahmoud Darwix o a Leonard Michaels. ¿Por qué no fue posible? En casi todos los casos llegamos tarde y los derechos ya habían sido adquiridos por otra editorial.
¿Por qué revisitar clásicos?
Somos de la opinión de que los clásicos son muy disfrutables y que, en algunos casos, las traducciones disponibles han quedado un poco desfasadas.
¿Cómo se decide qué ilustrador trabaja en una obra determinada?
La elección de los ilustradores la llevamos a cabo teniendo en cuenta su trayectoria previa (en ocasiones porque su estilo casa perfectamente con el tono de la obra; en otras justamente por lo contrario, porque es muy interesante realizar «conexiones improbables» y ver qué puede salir de ahí). Además, yo insisto mucho en que los ilustradores se identifiquen de algún modo con el texto; siempre les pido que lean la obra antes de aceptar el encargo e insisto en que me comenten sus impresiones al respecto. Si no lo ven claro, buscamos otro texto u otro ilustrador.
¿Habéis obtenido muchas respuestas en vuestra línea de filosofía, o se han multiplicado las preguntas?
Desde luego, al menos en mi caso, las preguntas se han multiplicado; y en mi opinión eso es algo que, inconscientemente, todos los lectores (seamos editores o no) buscamos cuando acudimos al arte, independientemente de la disciplina a las que nos acerquemos.
¿El hecho de trabajar en una editorial ha contribuido a satisfacer vuestras obsesiones, o más bien las ha revuelto?
Mis obsesiones son múltiples y variadas, y espero no satisfacerlas nunca.
¿Qué significa el término «riesgo» dentro del sector editorial?
Este negocio es un salto de fe en cualquier caso, cada libro es una apuesta. Aun así, yo diría que publicar a autores desconocidos es particularmente arriesgado.
¿Qué sería más arriesgado (independientemente de que lo publiquéis o no): traducir obras ambiciosas de peso (es el caso de Barth, o Gaddis), o editar textos de culto, que tal vez tengan un tope de compradores potenciales?
Por bajas que puedan llegar a ser las ventas en títulos de autores como Barth, Von Rezzori o Gaddis, o incluso en textos de culto (como podría ser el caso de los ensayos de Carlo Michelstaedter o Clément Rosset), siempre hay un público para ellos, que espera y recibe con entusiasmo su aparición en español. Sin embargo, conseguir que la prensa, los lectores y los libreros se interesen por autores desconocidos cuando hay tantos libros, y tan buenos, que ya son casi una garantía de éxito, es una tarea más que ardua. Dicho esto, creo que una de las tareas más gratificantes para el editor es la de descubrir un talento que hasta el momento había quedado sepultado por el paso del tiempo o las modas, y ponerlo al alcance de los lectores.
¿Cómo se hace uno hueco en las mesas de novedades? ¿Algún título de vuestro catálogo ha sido especialmente perjudicado por haberse visto rodeado de textos que a priori resultaban más atractivos?
La labor que los editores debemos hacer con la distribuidora y los libreros queda muchas veces eclipsado por el trabajo editorial, que consume prácticamente todas nuestras energías. Sin embargo, es fundamental no olvidar el libro una vez que sale de imprenta. Ahí es cuando comienza su vida, y ahí es cuando hay que tomarlo de la mano, acompañarlo, hacerlo crecer. Es esencial que los comerciales y libreros lleguen a conocerlo bien para que le otorguen el espacio necesario y lo «apadrinen». Las apariciones en prensa ayudan mucho, pero al final lo que hace que un libro se venda más que otro es la recomendación del que te conoce y en quien confías. No podría hablar de un título específico que se haya visto perjudicado al tener que competir con otros más comerciales, pero es cierto que durante la rentrée nos es más difícil hacernos un hueco en los suplementos culturales y las librerías, puesto que hay siempre novedades de autores consagrados que todos esperan con cierta ansia.
¿Qué opináis de los libros que están muy pegados a la actualidad política, social y cultural? ¿Os interesan las antologías?
Nos gustan y nos interesan los libros de actualidad. De ahí surgió la idea de comenzar, hace ya un par de años, nuestra colección «Realidades». Cualquiera que eche un vistazo a los títulos de esa colección verá claramente cuál es nuestro sesgo político e ideológico. En cuanto a las antologías, se ajustan menos a nuestros intereses.
¿Hay fans de Sexto Piso? Me refiero a personas que se hayan ido reuniendo alrededor del sello, que sean casi como una tribu.
Sí, los hay. Y es algo que no deja de sorprendernos, a la vez que nos halaga y por lo que nos sentimos muy, muy agradecidos. Nuestros lectores interactúan mucho con nosotros por medio de las redes sociales y por email, y, en la medida de lo posible, intentamos seguir sus consejos para poder seguir mejorando. En cuanto a las ventas, yo opino que un buen lector es siempre el mejor prescriptor, así que asumo que sí, que los seguidores de la editorial pueden redundar muy positivamente en las cifras finales.
¿Es bueno que todos leamos (en general) lo mismo, que estemos al tanto de las mismas obras, estilos o géneros narrativos?
En mi opinión, lo más importante es que se lea, algo que según las estadísticas no ocurre tanto como sería deseable. Ahora bien, en un mundo ideal en el que todos leyéramos mucho más de lo que lo hacemos, yo apostaría por la diversificación. Es cierto que el debate que se crea en torno a determinados títulos (algo que cada vez ocurre más gracias a las redes sociales) es muy interesante, pero al mismo tiempo siento que estamos dejando de lado muchos títulos de calidad y necesarios que no gozan del favor de los lectores por puro desconocimiento o prejuicios.
¿Cómo marchan las relaciones con la prensa? ¿Cuál es la función, en vuestra opinión, de la crítica literaria?
A nosotros la prensa nos trata bien. Nuestros libros salen reseñados periódicamente en medios de características muy diversas, algo que nos permite llegar a perfiles de lectores muy heterogéneos. En cuanto a la función de la crítica literaria actual en España, en mi opinión es fundamentalmente promocional, y no tanto analítica o dialéctica, algo que yo particularmente echo de menos.
De todas las formas de promoción que habéis probado, ¿cuál ha funcionado mejor?
No es fácil responder a eso. Uno nunca termina de saber por qué un libro ha funcionado o no en términos de promoción. Lo que sí parece indiscutible es que el hecho de que un autor goce de cierto reconocimiento entre el público constituye en parte una garantía de éxito. Asimismo, parece que los lectores buscan cada vez más que los sorprendan y diviertan, por lo que un evento literario «poco convencional» o aderezado con música, teatro, gastronomía o arte suele tener más adeptos que una mera presentación o lectura a la antigua usanza.
¿Cómo se decidieron los aspectos estéticos de vuestra colección de ensayo? ¿Qué editores y editoriales consideráis como referentes?
Uno de nuestros referentes, si no el mayor, es Roberto Calasso. Además de admirarlo enormemente como autor (hemos publicado dos libros suyos: El loco impuro y La locura que viene de las ninfas), Calasso es para nosotros el editor por excelencia. El catálogo de Adelphi es absolutamente maravilloso, y compartimos con Calasso el interés por determinados temas y autores.
¿Es necesario un esfuerzo mayor de divulgación cultural? ¿Qué ideas propondrías?
Me temo que ya hay muchas cabezas pensantes infinitamente más preparadas que yo que dedican gran cantidad de tiempo y esfuerzo a este asunto, así que, si me lo permitís, me voy a hacer a un lado para seguir con lo mío.
Fotografía de cabecera cedida por Raquel Vicedo.