«Pelham Uno, Dos, Tres»

Como recuer­da Rodri­go Fre­sán en su pró­lo­go, los best-sellers de los años 70 tenían una pas­ta espe­cial: eran his­to­rias bien tra­ma­das, en oca­sio­nes se par­tía de una sim­ple anéc­do­ta, de una situa­ción corrien­te que se trans­for­ma­ba en algo excep­cio­nal y se narra­ba duran­te cen­te­na­res de pági­nas con un esti­lis­mo difí­cil de encon­trar en los super­ven­tas de hoy. En el caso que nos ocu­pa, la his­to­ria de Pelham Uno, Dos, Tres trans­cu­rre en ape­nas dos horas, si excep­tua­mos la par­te final que pro­lon­ga el tiem­po, y pro­vo­ca una lec­tu­ra adic­ti­va, de la mis­ma mane­ra que, en la actua­li­dad, la serie 24 (here­de­ra, como muchas otras obras pos­te­rio­res, de las for­mas y modos que plas­mó John Godey en su obra maes­tra) nos engan­cha has­ta el últi­mo segun­do de la últi­ma hora de cada temporada.

Pelham Uno, Dos, Tres es la his­to­ria de un secues­tro: el del metro de Pelham Bay de la 1.23h., en Nue­va York. Cua­tro hom­bres abor­dan el tren, retie­nen a par­te del pasa­je y ocul­tan en el tunel el vagón de cabe­za. Su obje­ti­vo: con­se­guir un millón de dóla­res de res­ca­te en el pla­zo de una hora. Si no se cum­plen sus con­di­cio­nes, mata­rán a un rehén cada minu­to. ¿Con­se­gui­rán el dine­ro? Si lo con­si­guen, ¿cómo logra­rán salir del tunel sin que les atra­pen? Has­ta ahí, nada que nos asom­bre. Hay cien­tos de nove­las simi­la­res con tra­mas pare­ci­das. Y enton­ces, ¿qué tie­ne de espe­cial Pelham?

1. La épo­ca.

Nos encon­tra­mos en la ciu­dad de Nue­va York de 1973, y no en su zona más «in», con todo lo que eso impli­ca: racis­mo, pri­me­ras incur­sio­nes de la mujer en tra­ba­jos has­ta muy poco antes reser­va­dos a los hom­bres, femi­nis­mo defen­si­vo pre­sen­te en las calles, ini­cio de la Revo­lu­ción Ver­de en la ciu­dad (las accio­nes de este gru­po for­ma­ban par­te de la nue­va onda crí­ti­ca al sis­te­ma capi­ta­lis­ta y, por supues­to, de la urbe asfi­xian­te y polu­cio­na­da que repre­sen­ta­ba NY —no olvi­de­mos que ese año se inau­gu­ra­ba el World Tra­de Cen­ter, pul­món eco­nó­mi­co del Pri­mer Mun­do—), vio­len­cia (físi­ca y encu­bier­ta, debi­da al can­san­cio de los ciu­da­da­nos con res­pec­to a la ges­tión del Ayun­ta­mien­to lide­ra­do por el alcal­de John Lind­say —el orga­nis­mo públi­co que­da ridi­cu­li­za­do en la nove­la, con las figu­ras de «Su Exce­len­cia el Alcal­de» y su escu­de­ro cabrea­do, el tenien­te de alcal­de Murray Lasa­lle — ), dis­tur­bios y repre­sión con­tra homo­se­xua­les, pros­ti­tu­tas, dro­ga­dic­tos, latinos…

No es de extra­ñar que Godey refle­je en algu­nos pasa­jes y de mane­ra disi­mu­la­da pero iden­ti­fi­ca­ble muchas de las cues­tio­nes que preo­cu­pa­ban a los neo­yor­ki­nos. Se res­pi­ra en el ambien­te, en los per­so­na­jes, en su esti­lo narra­ti­vo… y en ese tunel nau­sea­bun­do en el que suce­den bue­na par­te de los hechos. Sin olvi­dar los párra­fos en los que retra­ta a los ciu­da­da­nos a tra­vés de decla­ra­cio­nes en los medios de comu­ni­ca­ción (tan ridí­cu­las como cual­quie­ra de las que pode­mos «dis­fru­tar» en la actua­li­dad, en eso no se ha cam­bia­do tan­to), y la resa­ca pro­vo­ca­da por el caso Water­ga­te y el ini­cio del fin de la gue­rra en Viet­nam tras el acuer­do de paz fir­ma­do en París… en enero de 1973. Todo ello está plas­ma­do en la obra y nada mejor que la pers­pec­ti­va que nos ofre­cen los años trans­cu­rri­dos para per­ci­bir el con­te­ni­do sote­rra­do que se nos mues­tra en sus páginas.

2. La for­ma.

¿De qué mane­ra se podía expli­car el secues­tro de una línea de metro sin caer en los tópi­cos narra­ti­vos hacien­do que todos los per­so­na­jes tuvie­ran su pro­ta­go­nis­mo? Pues tal y como lo escri­bió Godey: con una pano­rá­mi­ca de los hechos des­de el pun­to de vis­ta de cada uno de los que inter­vie­nen en la his­to­ria. No inven­tó nada, no era tan nove­do­so como algu­nos han pre­ten­di­do hacer­nos creer, pero sin duda resul­ta­ba ori­gi­nal debi­do a que la nove­la nece­si­ta­ba tener un rit­mo ver­ti­gi­no­so y no se podía entre­te­ner al lec­tor con gran­des artificios.

Godey sal­ta de un per­so­na­je a otro ofre­cien­do, en pers­pec­ti­va y des­de dife­ren­tes esce­na­rios, un puz­le de los hechos res­pe­tan­do siem­pre la cro­no­lo­gía, aun­que se per­mi­te retra­tar a algu­nos de ellos a tra­vés de peque­ños flash­backs que ayu­dan a pro­fun­di­zar en sus vidas y enten­der sus com­por­ta­mien­tos. Por ese aspec­to coral de la obra podría­mos incluir­la en la moda que tam­bién impe­ra­ba en aque­lla épo­ca y que obtu­vo pin­gües bene­fi­cios en sus ver­sio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas: el sub­gé­ne­ro de catás­tro­fes (bar­cos que se hun­den, avio­nes secues­tra­dos, incen­dios en ras­ca­cie­los impo­si­bles, pue­blos inva­di­dos por enjam­bres de abe­jas… y per­so­na­jes atra­pa­dos en un redu­ci­do espa­cio que deben sobre­vi­vir con inge­nio o sucum­bir a sus mie­dos). En Pelham, sin embar­go, halla­mos una tra­ma per­fec­ta­men­te creí­ble deta­lla­da has­ta la exte­nua­ción, que ofre­ce un rit­mo tre­pi­dan­te gra­cias a su estruc­tu­ra y al sen­ti­do del humor que Godey man­tie­ne constantemente.

Ade­mas, el autor se enfren­ta­ba a otro reto: Que­ría ofre­cer infor­ma­ción fide­dig­na sobre el fun­cio­na­mien­to del metro y los pro­ce­di­mien­tos a seguir por la poli­cía y los pro­pios fun­cio­na­rios del trans­por­te públi­co, algo que hizo sal­tar la alar­ma cuan­do se publi­có el libro y se con­vir­tió en un éxi­to: el sis­te­ma de segu­ri­dad de la red metro­po­li­ta­na tuvo que ser revi­sa­do, ya que se deja­ba al des­cu­bier­to el ope­ra­ti­vo en caso de secues­tro o aten­ta­do en un trans­por­te público.

Pelham es una bue­na mues­tra de fusión entre nove­la y repor­ta­je. No en vano algu­nas de las pági­nas de la obra de Godey están escri­tas a modo de artícu­lo perio­dís­ti­co, inclu­so de noti­cia, cuan­do resu­me las dife­ren­tes ope­ra­cio­nes rea­li­za­das por la poli­cía o cuan­do reco­pi­la las opi­nio­nes de los transeuntes.

Pelham.Uno.Dos.Tres3. El autor.

John Godey era el pseu­dó­ni­mo de Mor­ton Freed­good, un neo­yor­kino naci­do en Brooklyn en 1913, arti­cu­lis­ta en los 40 y que tam­bién tra­ba­jó en la indus­tria cine­ma­to­grá­fi­ca como publi­cis­ta y rela­cio­nes públi­cas. Cuan­do deci­dió dedi­car­se a escri­bir pen­só que sería bue­na idea hacer­lo con dos tipos de libros: los serios, que fir­ma­ría con su nom­bre autén­ti­co (su pri­me­ra nove­la, The Wall-to-Wall Trap, des­cri­bía de mane­ra fide­dig­na a modo de pseu­do-repor­ta­je, basa­do en sus expe­rien­cias, el fun­cio­na­mien­to del nego­cio del cine des­de el pun­to de vis­ta de un publi­cis­ta), mien­tras que las nove­las de entre­te­ni­mien­to las fir­ma­ría como John Godey. El resul­ta­do: Mor­ton Freed­good sólo cons­ta como autor de una nove­la, la cita­da más arri­ba. Es de supo­ner que los bene­fi­cios de su tra­ba­jo como autor de nove­las comer­cia­les pudie­ron más que las ala­ban­zas de la crí­ti­ca, aun­que en casos como el de Pelham Uno, Dos, Tres, ambas cosas iban de la mano. Otra de sus obras más popu­la­res es The three worlds of Johnny Hand­so­me, lle­va­da al cne por Wal­ter Hill en 1989.

4. La edi­ción.

Roja & Negra, diri­gi­da por Rodri­go Fre­sán e inclui­da en el sello Mon­da­do­ri, es la mejor colec­ción de géne­ro que se publi­ca actual­men­te en Espa­ña. Con tan sólo cua­tro títu­los edi­ta­dos (del res­to ya habla­re­mos, por­que tam­bién lo valen) han con­se­gui­do des­mar­car­se del res­to ofre­cien­do la opor­tu­ni­dad de recu­pe­rar obras que, o per­ma­ne­cían iné­di­tas, o habían des­apa­re­ci­do del mer­ca­do. En este caso es de agra­de­cer que Fre­sán man­tu­vie­ra la tra­duc­ción que J. Ferrer Aleu, res­pon­sa­ble de las de muchos de los gran­des best-sellers de la últi­ma mitad del siglo XX, reali­zó en 1974. ¿Para qué vol­ver a hacer algo que es insu­pe­ra­ble?. Atre­vi­da, bru­tal, con refe­ren­cias sexua­les no disi­mu­la­das (¡y se tra­ta de la ver­sión de 1974!), la tra­duc­ción nos per­mi­te dis­fru­tar de todos los deta­lles que hicie­ron de esta obra un éxi­to de la época.

5. La ver­sión cine­ma­to­grá­fi­ca.

Ape­nas un año des­pués de su publi­ca­ción, Holly­wood estre­nó una acer­ta­da y bri­llan­te ver­sión que, sin ser del todo fiel a la nove­la, man­te­nía su fuer­za narra­ti­va. Diri­gi­da por Joseph Sar­gent, con guión del genial Peter Sto­ne y pro­ta­go­ni­za­da por Wal­ter MatthauRobert Shaw, la pelí­cu­la tam­bién tuvo un gran éxi­to y, en su adap­ta­ción, un par de acier­tos: Dar­le pro­ta­go­nis­mo al tenien­te Zachay Gar­ber (en la nove­la ape­nas inter­vie­ne en tres pasa­jes sin tras­cen­den­cia, por lo que Sto­ne fusio­nó este per­so­na­je con el del tenien­te Pres­cott quien, en el tex­to lite­ra­rio, man­te­nía el con­tac­to con los secues­tra­do­res) y bau­ti­zar a los cua­tro miem­bros del coman­do con colo­res (Sr. Azul, Sr. Ver­de, Sr. Gris y Sr. Marrón). Esta idea, no inclui­da en el libro, fue reuti­li­za­da por Quen­tin Taran­tino en Reser­vo­ir Dogs como home­na­je a una de sus cin­tas favoritas.

Que­da por ver lo que Tony Scott ha engen­dra­do en la nue­va ver­sión que se estre­na este verano, pro­ta­go­ni­za­da por Den­zel Washing­ton y John Tra­vol­ta. Inde­pen­dien­te­men­te del valor que pue­da tener esta actua­li­za­ción, reco­mien­do echar un vis­ta­zo a la pelí­cu­la de Sar­gent, espe­cial­men­te por tra­tar­se de un film roda­do ape­nas un año des­pués de la publi­ca­ción de la nove­la, por lo que la plas­ma­ción en imá­ge­nes de la Nue­va York de la épo­ca, el entorno social y los con­flic­tos entre los per­so­na­jes se acer­can más a lo crea­do por Godey.

* Pelham Uno, Dos, Tres. John Godey.
Tra­duc­ción de J. Ferrer Aleu.
Roja & Negra (Bar­ce­lo­na, 2009).

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