Mark Stevenson

Medi­ci­na, robó­ti­ca, bio­lo­gía, ener­gía… Hay un mun­do ahí fue­ra del que poco sabe­mos: el de la inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca. ¿En qué esta­do se encuen­tran los avan­ces que se están desa­rro­llan­do? ¿Cuán­tas de las cosas que hemos leí­do en las nove­las fan­tás­ti­cas, o vis­to en el cine, son ya reali­dad? El escri­tor y cómi­co bri­tá­ni­co Mark Ste­ven­son via­jó por todo el mun­do y ha reco­gi­do sus expe­rien­cias y des­cu­bri­mien­tos en Un via­je opti­mis­ta por el futu­ro (Gala­xia Guten­berg, 2011).

Ten­go enten­di­do que la idea del opti­mis­mo prag­má­ti­co no fue la ori­gi­nal cuan­do comen­zas­te a escri­bir el libro.

El títu­lo ini­cial, con el que empe­cé a desa­rro­llar la idea gene­ral del libro, fue «Via­je por el mun­do del futu­ro». Que­ría mos­trar el hori­zon­te de los avan­ces cien­tí­fi­cos y los dife­ren­tes cami­nos que se esta­ban toman­do para expli­car la nano­tec­no­lo­gía, la bio­lo­gía, y otros aspec­tos que con­for­man las cien­cias pen­san­do en lec­to­res de todos los nive­les, un libro de cien­cia para gen­te que no lee este tipo de tex­tos. Cuan­do regre­sé a casa, des­pués de die­cio­cho meses via­jan­do y docu­men­tán­do­me, había vis­to a tan­tas per­so­nas ins­pi­ra­do­ras y des­cu­bier­to tan­tas cosas sobre nues­tro futu­ro, que deci­dí cam­biar el títu­lo. Mi pos­tu­ra no es la de ser opti­mis­ta, sino posi­bi­lis­ta. No sé si el futu­ro será mejor, podría ser terri­ble, de hecho. Con la infor­ma­ción que reci­ba cada uno, a tra­vés de libros como el mío o de otras fuen­tes, debe­rá con­cien­ciar­se como lo esti­me oportuno.

Una par­te impor­tan­te de los avan­ces que mues­tras en el libro depen­den de la indus­tria, de las gran­des empre­sas. Y siem­pre, pero en espe­cial en estos tiem­pos, la gen­te sien­te mucha reti­cen­cia hacia lo que les ofre­cen las cor­po­ra­cio­nes. Muchos de esos avan­ces, sobre todo los que reper­cu­ten en la salud, ya están desa­rro­lla­dos pero no se ofre­cen por cues­tio­nes de mercado.

Vea­mos. Una de las cosas bue­nas que tie­ne la tec­no­lo­gía es la de cam­biar el pun­to de vis­ta de los eco­no­mis­tas. En los años 70 estos avan­ces solo eran posi­bles con una gran inver­sión de capi­tal, por lo que eran las gran­des indus­trias las que los desa­rro­lla­ban. Aho­ra las peque­ñas y media­nas empre­sas tam­bién pue­den abrir nue­vas vías de inves­ti­ga­ción. Inter­net ha faci­li­ta­do esto, a nivel inclu­so cola­bo­ra­ti­vo, pero en espe­cial en el inter­cam­bio y reso­lu­ción de pro­ble­mas tec­no­ló­gi­cos y cien­tí­fi­cos. Antes era impo­si­ble avan­zar sin la inver­sión guber­na­men­tal o de capi­ta­les pri­va­dos. Lo que suce­de aho­ra con la nano­tec­no­lo­gía y la bio­tec­no­lo­gía es que se esta­ble­cen pau­tas a par­tir del inter­cam­bio de cono­ci­mien­tos. Por ejem­plo, expli­co en el libro el caso de un equi­po que está desa­rro­llan­do una nano­par­tí­cu­la que imi­ta las pro­pie­da­des del pla­tino. Hace cin­co años esta inves­ti­ga­ción hubie­ra nece­si­ta­do de una inver­sión de varios millo­nes de dóla­res. Sin embar­go, hay diez per­so­nas ins­ta­la­das en un gara­je, en Cali­for­nia, tra­ba­jan­do sin ape­nas capi­tal. Pues bien, lo que comen­tas sobre esa des­co­ne­xión entre la gen­te y la indus­tria es muy impor­tan­te. Es uno de los deba­tes nece­sa­rios sobre este asun­to, median­te movi­mien­tos ciu­da­da­nos, como los que se han vis­to en los últi­mos meses en todo el mun­do, o en las pro­pias empre­sas. Y te ase­gu­ro que hay autén­ti­cas bata­llas en las reunio­nes de los con­se­jos de esas com­pa­ñías, entre los que con­si­de­ran que no exis­ten solo para ganar dine­ro y quie­nes pien­san exclu­si­va­men­te en sus cuen­tas de resul­ta­dos. Creo que todos son cons­cien­tes de que tie­nen en sus manos unas herra­mien­tas muy impor­tan­tes para mejo­rar la socie­dad, pero no se con­se­gui­rá nada si siguen pen­san­do que son los pro­pie­ta­rios del pla­ne­ta en vez de unos inqui­li­nos más, como el res­to de noso­tros. Y que eso impli­ca cier­tas res­pon­sa­bi­li­da­des. Gen­te como Richard Bran­son, con su com­pa­ñía de aero­lí­neas, lo ha enten­di­do. Y otras, que pen­sa­rías que no tie­nen esta men­ta­li­dad de ser­vi­cio, tam­bién se están plan­tean­do un cam­bio de con­cien­cia. Esto tam­bién lo encon­tra­mos en muchos pro­fe­sio­na­les que pre­fie­ren tra­ba­jar en una empre­sa con visión social antes que en una que mue­va gran­des capitales.

¿Tú crees? No lo veo claro…

¿No? Pien­sa que lo que comen­ta­bas antes, sobre la rotu­ra de la indus­tria con la socie­dad, es algo que un perio­dis­ta jamás hubie­ra pre­gun­ta­do hace trein­ta años, por­que no se había expe­ri­men­ta­do esa sen­sa­ción de desacuerdo.

Hom­bre, habla­mos de los 70, el con­flic­to ciu­da­dano era con el sis­te­ma polí­ti­co. Aho­ra es con todo el sis­te­ma, polí­ti­co y económico. 

Yo veo la revo­lu­ción como cam­biar la direc­ción cuan­do vas en coche. Tomas velo­ci­dad, te estam­pas con­tra un muro y, si sobre­vi­ves, vuel­ves a poner­lo en mar­cha y tomas otro camino. Pre­fie­ro tra­ba­jar con gen­te que toma una direc­ción al volan­te y que no la man­tie­nen. Reco­rren unas millas y giran antes de cho­car con­tra una pared. Lo que pasa es que es una mane­ra de con­du­cir que no lla­ma la aten­ción ni gene­ra titu­la­res. Siem­pre es más lla­ma­ti­vo que alguien se estre­lle. Pero es como se debe­ría lle­var una empre­sa, una orga­ni­za­ción o una nación. Adap­tán­do­se a medi­da que se va con­du­cien­do. Mi nor­ma, cuan­do tra­ba­jo para otros, es man­te­ner­me fir­me hacien­do los cam­bios que sean nece­sa­rios. Si ten­go diez opor­tu­ni­da­des y pier­do nue­ve estoy con­ten­to, por­que en la siguien­te opor­tu­ni­dad per­de­ré ocho, e iré dis­mi­nu­yen­do suce­si­va­men­te. Al final se le da la vuel­ta al jue­go y me con­vier­to en líder. Por ejem­plo: aho­ra tra­ba­jo en el pro­yec­to de una gaso­li­ne­ra que sumi­nis­tra car­bono neu­tral como com­bus­ti­ble. Es una reali­dad indus­trial, se ha desa­rro­lla­do con la par­ti­ci­pa­ción de uni­ver­si­da­des y capi­tal pri­va­do. Y es algo nece­sa­rio para el medio ambien­te y para el aho­rro de los con­su­mi­do­res. Hay una empre­sa de auto­mó­vi­les muy cono­ci­da a nivel mun­dial que se ha apun­ta­do al pro­yec­to. Podrías pen­sar que va en con­tra de sus intere­ses pero no es así. Esa empre­sa admi­te la adap­ta­ción, ponien­do dine­ro en algo que le impe­di­rá cho­car con­tra el muro.

Un viaje optimista por el futuroLa comu­ni­dad cien­tí­fi­ca tam­bién esta­ba dis­tan­te. Gra­cias a inter­net y a divul­ga­do­res como tú, se ha apro­xi­ma­do a la socie­dad. Aho­ra pode­mos cono­cer mejor cuá­les son las vías de desa­rro­llo en las que están tra­ba­jan­do. ¿Uno de tus obje­ti­vos era acer­car a esa comu­ni­dad a los lec­to­res, más allá de ofre­cer infor­ma­ción sobre los nue­vos avances?

Abso­lu­ta­men­te sí. Duran­te muchos años ha exis­ti­do esa sepa­ra­ción entre la socie­dad y la cien­cia. Muchos escu­chan la pala­bra «cien­cia» y se tapan los oídos. Esa repul­sión ha sido pro­vo­ca­da por los pro­pios cien­tí­fi­cos. Han crea­do una «mar­ca» con fal­ta de emo­ción, es como una reli­gión sepa­ra­da de la coti­dia­ni­dad de las per­so­nas. Mucha de la infor­ma­ción que se difun­de no es com­pren­si­ble y, por eso, no sor­pren­de que la gen­te pase de todo esto. Yo tam­bién pre­fe­ri­ría que fue­ra Beyon­cé quien me expli­ca­ra las fun­cio­nes tri­go­no­mé­tri­cas a tra­vés de la vibra­ción de sus cade­ras. La cues­tión es que los pro­fe­sio­na­les deben rees­truc­tu­rar su sis­te­ma de comu­ni­ca­ción con la socie­dad para que ésta enmar­que la cien­cia entre los bie­nes cul­tu­ra­les. Por aho­ra, en muchas ramas del cono­ci­mien­to, esto sigue sien­do una contradicción.

El libro ofre­ce muchas ideas e infor­ma­ción apa­sio­nan­te. Me ha sor­pren­di­do el pro­yec­to de geno­ma per­so­nal, algo que cam­bia­ría total­men­te la medi­ci­na. No ten­dría­mos enfer­me­da­des, lo que ya es un logro asombroso.

Es cier­to. Pien­sa que esa idea, como otras muchas, sur­gen en los años 60, pero no han podi­do ser desa­rro­lla­das has­ta aho­ra por­que no se dis­po­nía de la tec­no­lo­gía. Aho­ra es posi­ble con la nano y bio­tec­no­lo­gía. Los avan­ces son espec­ta­cu­la­res y es impor­tan­te que la gen­te sepa que exis­ten para gene­rar con­fian­za y para que com­pren­dan lo que se está pre­pa­ran­do de cara al futu­ro. Me gus­ta que te hayas sor­pren­di­do. Aho­ra tú mis­mo te pre­gun­ta­rás en qué afec­ta­rá algo como el geno­ma per­so­nal a nivel social, eco­nó­mi­co… Si es algo que deseas para tus hijos, si va en con­tra de la natu­ra­le­za… Son cosas que nos tene­mos que pre­gun­tar y es por lo que he escri­to el libro.

Ante la pre­gun­ta de cómo nos afec­ta­rá el avan­ce de la robó­ti­ca, ofre­ces tres res­pues­tas (que la Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial nos alcan­ce, que no lo haga o que se fusio­ne con noso­tros) que me han hecho pen­sar en las leyes de la robó­ti­ca que implan­tó Isaac Asi­mov. ¿Ves des­fa­sa­das esas famo­sas leyes?

Te con­ta­ré la his­to­ria de Asi­mov. Cuan­do escri­bió su pri­mer cuen­to sobre robó­ti­ca, lo envió a una revis­ta que publi­ca­ba rela­tos de cien­cia-fic­ción. En ese cuen­to los robots sim­ple­men­te fun­cio­na­ban y no tenían nin­gún come­ti­do, no par­ti­ci­pa­ban acti­va­men­te en la tra­ma. El edi­tor de la revis­ta le res­pon­dió que era muy abu­rri­do. Así que Asi­mov creo las leyes de la robó­ti­ca, que eran: 1. Tie­ne que haber con­flic­to. 2. Tie­ne que haber con­flic­to. 3. Tie­ne que haber con­flic­to. Es bro­ma, cla­ro. Isa­mov fue un pen­sa­dor muy impor­tan­te, pero sí, está anti­cua­do. Suce­de con todos los futu­ris­tas, lle­ga un momen­to en que el tiem­po les alcan­za. Todas las pre­dic­cio­nes que hacen los auto­res de cien­cia-fic­ción dicen más del tiem­po en el que las escri­ben que en lo que podría pasar en el futuro.

Una de las par­tes del libro que más se comen­ta es tu asis­ten­cia a una reu­nión bajo el mar orga­ni­za­da por el pre­si­den­te de las Mal­di­vas. La veo como una expe­rien­cia inquie­tan­te por la mane­ra en que resuel­ves todo el tema buro­crá­ti­co, algo que nada tie­ne que ver con el avan­ce cien­tí­fi­co, sal­vo por las apor­ta­cio­nes eco­nó­mi­cas de los gobiernos. 

Sí. Sole­mos hablar mucho de la inno­va­ción en todos los aspec­tos, cien­cia, arte, depor­te. Pero no de la ins­ti­tu­cio­nal. No ana­li­za­mos cómo fun­cio­nan los gobier­nos o una cor­po­ra­ción empre­sa­rial. Y está cla­ro que en muchas de esas ins­ti­tu­cio­nes el fun­cio­na­mien­to es defi­ci­ta­rio, está anti­cua­do. En algu­nas nacio­nes lo han enten­di­do, pero otras siguen hacién­do­lo mal y eso pro­vo­ca con­se­cuen­cias. Ejem­plo: si en un país se deci­de seguir con el sis­te­ma edu­ca­ti­vo de los años 50, fre­nas el impul­so de curio­si­dad y crea­ti­vi­dad de los estu­dian­tes en unas eda­des en que las pre­gun­tas siem­pre son más impor­tan­tes que las res­pues­tas. Y así, impi­des el cre­ci­mien­to del país.

Creo que los pro­pios esta­men­tos guber­na­men­ta­les ayu­dan a gene­rar con­fu­sión al no cono­cer aque­llo con lo que están trabajando.

Intere­san­te. Mira, hace poco esta­ba en IBM hablan­do sobre este mis­mo tema. Vivi­mos en la era de la infor­ma­ción por un moti­vo: nues­tra capa­ci­dad de ges­tio­nar la infor­ma­ción es muy rápi­da y con espí­ri­tu crí­ti­co. Es algo que tene­mos que desa­rro­llar. Es per­fec­ta­men­te posi­ble, para un gobierno, imple­men­tar una arqui­tec­tu­ra infor­má­ti­ca más ágil, pro­duc­ti­va y abier­ta a pre­gun­tas o expe­ri­men­tos que la que tene­mos aho­ra. Pero, como te comen­ta­ba antes, hay quie­nes están dis­pues­tos a ello y otros que no. Te recuer­do lo que suce­dió en Sin­ga­pur. Año 1959. Un desas­tre. El gobierno qui­so que la repú­bli­ca for­ma­ra par­te de Mala­sia. Los de Mala­sia hacían cuen­tas y decían que no, no salían los núme­ros. Sin­ga­pur no tenía recur­sos y sus ins­ti­tu­cio­nes esta­ban corrom­pi­das. Así que se deci­dió inver­tir en edu­ca­ción. Bien, había cosas per­fec­ta­men­te cri­ti­ca­bles en el sis­te­ma, pero se hizo un esfuer­zo para poten­ciar el capi­tal cog­ni­ti­vo del país. Y se creó una nación con curio­si­dad. ¿Cuál es la situa­ción actual? Hay una dife­ren­cia enor­me entre los dos paí­ses, sí, pero se han inver­ti­do los pape­les. ¡En dos generaciones!

En el desier­to de Moja­ve, don­de se encuen­tra el Cen­tro Aéreo y Espa­cial, te vis­te en otro mun­do. Con todo el secre­tis­mo de la NASA y la poca infor­ma­ción que faci­li­tan, debió ser algo impresionante.

Fue sor­pren­den­te y exci­tan­te. El lugar es fan­tás­ti­co, lleno de gen­te loca. Genios locos, pero en el buen sen­ti­do. Es una agen­cia guber­na­men­tal pero pue­den asu­mir ries­gos. Pre­gun­té al geren­te el moti­vo por el que hicie­ron las ins­ta­la­cio­nes en Moja­ve. Su res­pues­ta fue que allí hay cua­tro pues­tos de ham­bur­gue­sas, seis igle­sias y una tien­da de mue­bles de segun­da mano. Y la puer­ta hacia el espa­cio. Era un lugar ideal por­que se encuen­tran muy lejos de quie­nes hacen la legis­la­ción. El ries­go es par­te de su tra­ba­jo y de su atrac­ción. Para ellos el espa­cio es una fron­te­ra que la comu­ni­dad debe abra­zar por moti­vos filo­só­fi­cos, como expe­rien­cia espiritual.

¿Te has plan­tea­do dón­de que­da el papel de Dios en todo esto?

¡Oh! Bue­na pre­gun­ta, pero de difí­cil res­pues­ta [se que­da pen­sa­ti­vo].

For­ma par­te del «¿Qué vie­ne ahora?».

El mun­do es dar­wi­niano. Las cosas que no se adap­tan mue­ren. Y eso inclu­ye a Dios y las reli­gio­nes. Por ejem­plo, la fecun­da­ción in vitro. Cuan­do se plan­teó por pri­me­ra vez hubo mucha gen­te en con­tra por­que, según ellos, el hom­bre esta­ba toman­do el papel de Dios. Pero cuan­do comen­zó a fun­cio­nar se gene­ró un cam­bio de 180 gra­dos en la opi­nión públi­ca. Pasó de ser «no éti­co» a estar ple­na­men­te acep­ta­do. Sin embar­go la igle­sia cató­li­ca sigue mos­trán­do­se en con­tra por­que el hijo no es pro­duc­to de una unión per­fec­ta. La reli­gión cató­li­ca no está evo­lu­cio­nan­do. Y no digo que la reli­gión sea incom­pa­ti­ble con el pro­gre­so. Por otra par­te, el mar­co moral de la reli­gión es sen­si­ble y a veces resul­ta útil para vivir a nivel coti­diano. Pero si las tra­di­cio­nes y pro­ce­di­mien­tos de la reli­gión resul­tan anti­cua­dos para el mun­do moderno, como suce­de con algu­nos sis­te­mas polí­ti­cos, el resul­ta­do es la des­co­ne­xión de la que hablá­ba­mos antes. Cuan­do pre­gun­to a la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca, que es escép­ti­ca en este tema, se sue­le res­pon­der que la reli­gión es poco racio­nal. Yo les repli­co que sí, pero que todo el mun­do es irra­cio­nal. El amor, las deci­sio­nes… El ser humano es un lío de pre­jui­cios. De ahí que el méto­do cien­tí­fi­co es tan impor­tan­te y útil, por­que equi­li­bra y da con­trol a nues­tros locos cere­bros y per­mi­te que todo aque­llo que se ale­je del papel se acer­que a la ver­dad. El cien­tí­fi­co que pre­ten­da cri­ti­car la reli­gión par­tien­do de lo racio­nal es alguien que no se ha mira­do al espejo.

Me gus­ta que empie­ces el libro con un con­cep­to que le da sig­ni­fi­ca­do a todo el via­je que pro­po­nes, que es el trans­hu­ma­nis­mo. Sin la trans­gre­sión del pro­pio ser humano resul­ta difí­cil enten­der lo que expli­cas luego.

Lo hice así a pro­pó­si­to. Cuan­do comen­cé a explo­rar mis ideas, me dije «¡joder! Es alu­ci­nan­te. Enga­ñar a la muer­te para per­ma­ne­cer joven». Esco­gí comen­zar el libro con ese tema por­que que­ría engan­char a los lec­to­res. Pero resul­tó ser el asun­to con el que se mar­can los pará­me­tros del libro. Y es algo que con­si­de­ro per­so­nal, por­que tra­ta sobre cuán­to tiem­po vamos a vivir. Todos deci­mos que no que­re­mos vivir para siem­pre, pero si a alguien de 99 años, sano y con una vida ple­na, le pre­gun­tas si quie­re vivir otros 20, te dirá que sí. La muer­te está bien, siem­pre que esté lejos. Cuan­do se acer­ca, la gen­te comien­za a cam­biar su men­ta­li­dad. Se ha inten­ta­do com­pren­der la muer­te de mane­ras muy locas, pero si miras lo que con­si­gue la medi­ci­na, como en el caso de la res­ti­tu­ción de órga­nos con célu­las madre, lo de enga­ñar a la muer­te comien­za a sonar menos loco. Y esto plan­tea unas pre­gun­tas éti­cas, eco­nó­mi­cas y socia­les que ten­drán que ser res­pon­di­das en las futu­ras generaciones.

* Un via­je opti­mis­ta por el futu­ro. Mark Stevenson.
Tra­duc­ción de Vicen­te Cam­pos González.
Gala­xia Guten­berg (Bar­ce­lo­na, 2011).

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