Jake Arnott

La sóli­da, con­tun­den­te y vis­ce­ral tri­lo­gía crea­da por Jake Arnott (Lon­dres, 1961) le ha con­ver­ti­do en uno de los auto­res de nove­la negra más per­so­na­les de los últi­mos tiem­pos. Afe­rra­do a las líneas maes­tras del géne­ro y envol­vién­do­las con un esti­lo bri­tish, el autor de Deli­tos a lar­go pla­zo, Can­cio­nes de san­greCrí­me­nes de pelí­cu­la (todas en la colec­ción Roja & Negra de Mon­da­do­ri) rein­ter­pre­ta al gangs­ter Ron­nie Kray a tra­vés de Harry Starks, per­so­na­je que se pasea imper­tur­ba­ble por las tres nove­las y tes­ti­go de la deca­den­cia del cri­men orga­ni­za­do ‑la mafia bri­tá­ni­ca- en las últi­mas déca­das del siglo XX.

Han pasa­do ya algu­nos años des­de la publi­ca­ción ori­gi­nal de tu céle­bre tri­lo­gía. ¿Cómo la ves en pers­pec­ti­va? ¿Estás can­sa­do de Harry Starks?

En abso­lu­to, al con­tra­rio. Estoy encan­ta­do y muy con­ten­to de cómo Mon­da­do­ri, en su colec­ción Roja & Negra, ha dado una nue­va vida a estos per­so­na­jes con muy bue­nas tra­duc­cio­nes, por cier­to. Creo que, en defi­ni­ti­va, el ser tra­du­ci­do ya es un pri­vi­le­gio, sobre todo des­de la pers­pec­ti­va bri­tá­ni­ca. A noso­tros nos fal­tan tra­duc­cio­nes de lite­ra­tu­ra espa­ño­la y lati­no­ame­ri­ca­na, y de toda Euro­pa en gene­ral. Esta­mos corrien­do el ries­go de que­dar­nos muy redu­ci­dos cul­tu­ral­men­te, muy insulares.

En reali­dad la idea ini­cial no era escri­bir una tri­lo­gía, ni siquie­ra dar­le con­ti­nui­dad a la pri­me­ra nove­la. En cier­ta mane­ra, este tra­ba­jo te ha per­mi­ti­do hacer evo­lu­cio­nar tu narra­ti­va a medi­da que ibas tra­ba­jan­do con los per­so­na­jes. ¿Entien­des los tres libros como una inves­ti­ga­ción sobre téc­ni­ca, una bús­que­da creativa?

Es una pre­gun­ta intere­san­te. Creo que en reali­dad, cuan­to más escri­bes más difí­cil es tener una pers­pec­ti­va de las cosas, me refie­ro a ver lo que has apren­di­do y lo que te que­da por apren­der, por­que te das cuen­ta de que te que­dan cosas por hacer. Con la pri­me­ra nove­la tuve una espe­cie de gol­pe de suer­te. Sur­gió una bue­na idea que se desa­rro­lló de una mane­ra bas­tan­te rápi­da, pero no se pue­de pre­ten­der repe­tir los gol­pes de suer­te, no vie­nen cuan­do los nece­si­tas. Lo que suce­de al escri­bir es que siem­pre es un pun­to de par­ti­da nue­vo, se vuel­ve a empe­zar, y en el fon­do esa es la gra­cia del asun­to, es lo que lo hace intere­san­te. Res­pec­to a la tri­lo­gía se pue­de ver una pro­gre­sión y hacer un balan­ce de las cosas que han fun­cio­na­do y de las que no, aun­que las que no fun­cio­nan tam­bién las pue­des ana­li­zar como fra­ca­sos interesantes.

Canciones de sangreLa segun­da nove­la, Can­cio­nes de san­gre, podría con­si­de­rar­se la más «clá­si­ca» de las tres.

Segu­ra­men­te, por­que en ese momen­to me intere­sa­ba el pro­ce­di­mien­to poli­cial, pero des­de la pers­pec­ti­va más amplia posi­ble, que­ría refle­jar cómo ha cam­bia­do con el tiem­po el sis­te­ma y su modus ope­ran­di. No se tra­ta de un cam­bio exclu­si­vo del fun­cio­na­mien­to interno de la poli­cía, sino que tam­bién se ha trans­for­ma­do la mira­da que los ciu­da­da­nos tene­mos res­pec­to al tra­ba­jo que hacen. Y por eso es el libro en el que apa­re­ce de mane­ra des­ta­ca­da un detec­ti­ve, Frank Tay­lor, aun­que no en su for­ma clá­si­ca. Tam­po­co es un pro­fe­sio­nal estu­pen­do, en reali­dad no resuel­ve nada. De hecho Frank es un per­so­na­je que enca­ja con el tono lúgu­bre, som­brío de las tres novelas.

Se habla mucho de la vio­len­cia en tus libros. En reali­dad no es tan físi­ca como pudie­ra apa­ren­tar, ten­go la sen­sa­ción de que tu inte­rés era mos­trar­la median­te los diá­lo­gos más que a base de palizas.

Creo que la pre­sen­cia de la vio­len­cia es un asun­to com­pli­ca­do y pue­de lle­gar a ser pro­ble­má­ti­co. Muchas veces se uti­li­za como una espe­cie de explo­sión que actúa como catar­sis y no debe­ría ser así. La vio­len­cia es más implo­si­va que explo­si­va. Y cuan­do la expon­go en mis libros a veces pue­de pare­cer banal, muy tri­vial. Si vemos las pelí­cu­las de Taran­tino, en las que hay san­gre por todas par­tes y explo­sio­na el ensa­ña­mien­to, corre­mos el ries­go de bus­car satis­fac­ción en esa explo­sión, como si se tra­ta­ra de una espe­cie de libe­ra­ción. Si has pre­sen­cia­do en algún momen­to un suce­so vio­len­to notas que la par­te inter­na de la vio­len­cia, la que se guar­da y no se exte­rio­ri­za, es aún mucho más bes­tia. La vio­len­cia se retro­ali­men­ta a sí mis­ma, es muy des­truc­ti­va y las con­se­cuen­cias a lar­go pla­zo son tre­men­das. Me intere­sa mucho más esa par­te ocul­ta que la explícita.

Delitos a largo plazoEl pri­mer volu­men era el más com­ple­jo de todos, juga­bas con cin­co narra­do­res y ade­más lo ambien­ta­bas en Lon­dres, en una eta­pa del cri­men en pleno desa­rro­llo. Expli­ca­bas los ini­cios de la por­no­gra­fía, cómo se ejer­cía la extor­sión… Una espe­cie de evo­lu­ción del cri­men que aho­ra se man­tie­ne por otras vías. ¿Te pedían los per­so­na­jes tra­ba­jar­los de mane­ra indi­vi­dual para ir des­ve­lan­do la his­to­ria negra de la ciudad?

Sí, me empu­ja­ban los per­so­na­jes pero tam­bién la pro­pia evo­lu­ción del cri­men a lo lar­go de los años. Por ejem­plo, en los 60 Harry y un mon­tón de poli­cías corrup­tos ganan una pas­ta inhu­ma­na con la por­no­gra­fía. Por­no­gra­fía que hoy pue­des con­se­guir com­ple­ta­men­te gra­tis en inter­net y que, por lo tan­to, ya no gene­ra nin­gún tipo de dine­ro para el cri­men orga­ni­za­do. De la mis­ma mane­ra tene­mos al Harry Starks que gana un mon­tón de dine­ro con el trá­fi­co de dro­gas. Posi­ble­men­te den­tro de diez años ya esta­rán lega­li­za­das y no gene­ra­rán dine­ro negro. El ámbi­to del cri­men siem­pre se sitúa en zonas muy difu­sas. Creo que los libros refle­jan tan­to los cam­bios en los valo­res de la socie­dad como la his­to­ria de la cri­mi­no­lo­gía per se. Y espe­ro que esto no sue­ne como si hubie­ra escri­to un ensa­yo socio­ló­gi­co bara­to, de poca mon­ta, rea­li­za­do en cua­tro ratos, por­que no tie­ne esa inten­ción, pero sí se ven esos cam­bios en la socie­dad, en esos valo­res y en la his­to­ria del crimen.

Has pre­ten­di­do, y eso es lo que le da for­ma de tri­lo­gía a estas nove­las, hacer una cró­ni­ca muy con­cre­ta del siglo pasa­do, des­de fina­les de los 50 a los 90. Los tres libros están reple­tos de refe­ren­cias cul­tu­ra­les y esté­ti­cas, músi­ca, cine, moda. Eso le da un valor aña­di­do, por­que no conoz­co nin­gu­na otra obra del géne­ro que haya abar­ca­do tan­to a nivel narrativo.

Tal vez la com­pa­ra­ción podría ser con James Ell­roy y su «Cuar­te­to de Los Ánge­les», en el que hizo un aná­li­sis retros­pec­ti­vo de la ciu­dad has­ta fina­les de los 40, ini­cios de los 50. En mi visión de Lon­dres estoy pre­sen­tan­do una ciu­dad que ya no exis­te. Aho­ra es com­ple­ta­men­te dife­ren­te. La esta­ba cote­jan­do esta maña­na con Bar­ce­lo­na, son ciu­da­des que han cam­bia­do radi­cal­men­te en los últi­mos vein­te años y eso es lo que las hace intere­san­tes, por­que de este modo se con­vier­ten en per­so­na­jes en sí mismas.

¿Nece­si­tas de esa pers­pec­ti­va, no te inte­re­sa­ría escri­bir sobre el Lon­dres actual? Te lo pre­gun­to por­que El pin­cel del dia­blo, nove­la pos­te­rior a las de Harry Starks, está ambien­ta­da en París a prin­ci­pio del siglo XX. Es decir, te ale­jas aún más en el tiempo.

No sé si escri­bi­ría de tiem­pos pre­sen­tes. Me veo más como un escri­tor his­tó­ri­co, des­de ese pun­to de vis­ta, por­que me doy cuen­ta de que siem­pre miro hacia atrás. Inclu­so pasean­do por Bar­ce­lo­na me intere­sa­ba más la rela­ción entre cómo era antes y lo que es aho­ra que no lo nue­vo, en el sen­ti­do más abs­trac­to. Creo que ese pasa­do es lo que hace sucu­len­tas a las ciudades.

¿Es cier­to que lo que más te ayu­dó a empe­zar a escri­bir fue el ser auto­su­fi­cien­te des­de peque­ño, reti­ra­do del ambien­te fami­liar, del cole­gio, los amigos…?

Pue­do decir que soy un escri­tor tar­dío, por­que me demo­ré mucho en valo­rar la posi­bi­li­dad de publi­car, inclu­so sien­do joven no pen­sa­ba en ello. Creo que esa pri­me­ra eta­pa me sir­vió para enten­der qué era escri­bir y asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad de hacer­lo, pero de eso he sido cons­cien­te mas tarde.

¿Te invo­lu­cras­te en las adap­ta­cio­nes tele­vi­si­vas de Deli­tos a lar­go pla­zoCan­cio­nes de san­gre?

No. Cono­cí a alguno de los escri­to­res que estu­vie­ron tra­ba­jan­do en las adap­ta­cio­nes. La BBC, como sabes, es una gran maqui­na­ria, muy com­ple­ja. Lle­va mucho tiem­po poner en mar­cha un nue­vo pro­yec­to. Para Deli­tos a lar­go pla­zo con­tra­ta­ron a Joe Penhall, un repu­tado guio­nis­ta bri­tá­ni­co que ha hecho muchas adap­ta­cio­nes, entre ellas la de La carre­te­ra, de Cor­mac McCarthy. Con él me limi­té a char­lar un poco. Cuan­do alguien se dedi­ca a adap­tar algo que has escri­to pre­via­men­te hay que dejar­le vía libre.

¿Pero te gus­ta­ron las series?

Sí, sí. Joe hizo un buen tra­ba­jo, muy pro­pio y per­so­nal suyo. Cuan­do vi su adap­ta­ción pen­sé que esta­ba muy bien, tomó sus deci­sio­nes, ¿por qué no? Al fin y al cabo un adap­ta­dor tie­ne que crear su pro­pia ver­sión sin acep­tar con­se­jos de nadie. Si yo tuvie­ra que adap­tar mis pro­pias obras al cine o a la tele­vi­sión, segu­ra­men­te no ten­dría en cuen­ta al Jake Arnott que escri­bió los libros. Es un plan­tea­mien­to muy dis­tin­to cuan­do escri­bes un guión. Es otra mane­ra de tra­ba­jar y te la jue­gas cons­tan­te­men­te deci­dien­do cosas.

Vol­vien­do al esti­lo, ¿en qué ha cam­bia­do des­de Crí­me­nes de pelí­cu­la? ¿Desa­rro­llas otras téc­ni­cas, de tra­tar los personajes…?

Es una cues­tión suge­ren­te y ade­más muy per­so­nal por­que me obli­gas a pen­sar en algo que no me había plan­tea­do. La tri­lo­gía, aun­que fue­ran libros con­si­de­ra­dos por sepa­ra­do, for­man par­te de un mis­mo mun­do. Con el tiem­po he aban­do­na­do la filo­so­fía que ampa­ra­ba a esas tres nove­las. Es como si hubie­ra sol­ta­do las­tre. Si tuvie­ra que pen­sar en un autor que, en líneas gene­ra­les, hubie­ra influi­do en la escri­tu­ra de la tri­lo­gía sería Ber­tolt Brecht. Él tenía un enfo­que muy dog­má­ti­co y yo corría el ries­go de que­dar­me ence­rra­do en mi dog­ma­tis­mo, mien­tras que con el tiem­po me he libe­ra­do, me he abier­to a otras cosas y, por la mis­ma regla de tres, qui­zás tam­bién soy menos cla­ro, más difuso.

¿Te refie­res tam­bién a lo personal?

Qui­zás [se ríe]. Nun­ca es dema­sia­do tar­de para cam­biar tu mane­ra de ver o de sen­tir las cosas y para abrir­te un poco más o ser menos cerra­do y dog­má­ti­co con res­pec­to a la vida y a las rela­cio­nes con los demás.

* Deli­tos a lar­go pla­zo, Can­cio­nes de san­gre, Crí­me­nes de pelí­cu­la. Jake Arnott.
Tra­duc­ción de Fer­nan­do Gari Puig e Igna­cio Gómez Calvo.
Roja & Negra (Bar­ce­lo­na, 2009, 2010, 2011).

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