Ésta es una novela que versa sobre la muerte. Sobre la espera de una muerte segura, dictaminada por los hombres y sus leyes, basada en la injusticia de los prejuicios y en la reprobación hacia los valientes que ultrajan las normas sociales imperantes. Ésta es también una novela sobre la fuerza de un ser humano, Agnes Magnúsdóttir, la última mujer ejecutada en Islandia, en 1830. Agnes, la sirvienta, la poeta, la sanadora, que se apodera lentamente de la memoria del lector para crear una huella imborrable en ella. La fusión entre la presa que espera la hora de su ejecución y el paisaje islandés, magnífico y terrible, se desborda en versos de saga, convirtiendo las páginas de Ritos funerarios (Alba Editorial, 2014) en una celebración de la Naturaleza, fiera y virtuosa.
Hannah Kent (Adelaida, 1985) obtuvo por ésta su primera novela, basada en una historia real, el Writing Australia Unpublished Manuscript Award y el Premio del Público de los Victorian Premier Literary Awards, logrando, por la belleza y fuerza de su narrativa, ser traducida a veinte idiomas. Además, Ritos funerarios será llevada al cine en una película protagonizada por Jennifer Lawrence.
Kent nos imbuye en la piel de una mujer que, rodeada por el humor cambiante de la climatología islandesa, conversa consigo misma en el lugar donde ha sido recluida: una granja familiar en Kornsá, en el límite del Círculo Polar Ártico. Allí, la criada Agnes, acusada de un doble crimen, y esperando su ejecución, se nos desvelará como una soñadora sensible que platica con el paisaje; amante apasionada; trasgresora de las ordenanzas de los prebostes, tan distintas de las de Dios. Encerrada con la familia del alguacil comarcal, a la espera de la caída del hacha, su único confidente será el reverendo Tóti Jónsson, destinado a expurgar los pecados de su alma.
Entrevistamos a Hannah Kent en Madrid. La usual pregunta-respuesta se convertirá en una larga conversación acerca del magnetismo de Agnes, del deber del aire, que consiste en apagarse en los viejos y crecerse en los jóvenes. Hablaremos de lo antinatural que es la fuga del oxígeno por la yugular tras un hachazo, quedando huérfano de tráquea, asombrado, indeciso ante un suceso anti natura. Renegaremos, autora y periodista, de una decisión tomada hace siglos, como si nuestra admiración por Magnúsdóttir pudiera aún salvarla.
Mi primer contacto con Magnúsdóttir fue
a través de la lírica y de las sagas islandesas
Al investigar el entorno de la novela, lo primero que encontré fueron unas fotos tomadas por usted, realizadas en el lugar en el que Agnes fue ejecutada, en Pristapar, y que los lectores pueden visualizar al final de la lectura de este encuentro. ¿Fue ahí donde se le reveló Magnúsdóttir como personaje?
Esas fotografías las realicé cuando ya estaba escribiendo el libro. Visité por primera vez las tres colinas donde Agnes fue ejecutada cuando llegué a Islandia en un intercambio estudiantil que realicé cuando tenía diecisiete años. Mi familia de acogida me llevó allí y me contó su historia, que es bastante conocida en Islandia. La leyenda me impresionó y ahí empecé a sentir curiosidad por el personaje. La figura de Agnes Magnúsdóttir siempre estuvo unida al paisaje de la isla, que tiene una enorme capacidad para embrujar al visitante. Lo que me relataron acerca de ella y de la tierra islandesa fueron determinantes para empezar la novela. Más tarde, volví en otras ocasiones a la isla para recabar información. En una de esas visitas, regresé a ese lugar donde acabó la vida de Agnes, donde empezó todo para mí.
Cuenta usted que tardó dos años en encontrar la «humanidad» de Agnes, esa mujer que sólo intimaba con el reverendo Tóti y con el paisaje. Dos años de investigación en archivos parroquiales de Islandia, en cartas y poemas, en documentos de la época. ¿En qué momento tuvo la epifanía y Agnes apareció para acompañarla, la tremenda Agnes, con sus pasiones y calamidades?
Desde la primera vez que me hablaron de ella, sentí que la había conocido desde siempre. Para aprehender al personaje, antes que nada, escribí un poema muy largo, en primera persona y en presente. Me di cuenta de que era la mejor manera de llegar hasta ella. En esos versos, sólo aparecía Agnes, ninguno de los demás personajes estaba allí. Así que pensé que ella merecía una historia de ficción, sólo ella. Empecé a investigar en los archivos y ya entré en la «historia oficial». Pero mi primer contacto con Magnúsdóttir, que además de sirvienta era una mujer letrada, fue a través de la lírica y de las sagas islandesas, pero, sobre todo, a través de mi visión poética de ella. Algo lógico habiéndome enamorado de Islandia y de su cultura tan arraigada en las letras y en lo oral.
En Islandia hay personas
que sólo hablan en verso
La otra protagonista de la novela es Islandia. ¿Qué tiene la isla de poético y qué tiene de trágico?
La poesía, en Islandia, va mucho más allá de la tragedia. La poesía envuelve la isla. Las sagas no aparecen sólo en los libros, la población las usa para todo: para conversar, para pelearse, para quererse. Incluso hay algunas personas que sólo hablan en verso. La poesía está muy metida en el pueblo de Islandia. Quizá porque les rodea un paisaje difícil de asumir, articular y entender, un paisaje cruel de lava y nieve. Puede que la poesía sea el arma que tienen los islandeses para afrontar ese paisaje.
Recuerdo en las novelas de Arnaldur Indriðason historias sobre las furiosas tormentas de nieve islandesas, que surgen de pronto, impidiendo toda visibilidad y sepultando a los viajeros. Contaba el escritor que hay toda una mitología en torno a estos seres perdidos, cuyos cuerpos, unas veces, son encontrados enteros a la primavera siguiente, mientras que, en otras ocasiones, nunca son hallados.
En Islandia el paisaje da forma a tu vida, te hace ser de una manera, forja un carácter. No es un mero escenario como puede ocurre aquí o en mi país. La meteorología cambia allí tu existencia, y, además, tiene esa parte trágica que incluso te puede matar. Pero, en realidad, esa tragedia no descarta la enorme belleza de Islandia.
El lector simpatiza con la protagonista por su estoicismo, por la lealtad a sus principios y por el maltrato a la que se ve sometida por parte de una comunidad paleta, arcaica y morbosa. Consecuentemente, se desea que todo lo que se haya vertido sobre ella sean calumnias. ¿Qué le hizo inclinar la balanza a favor de su inocencia o su culpabilidad? ¿La propia Agnes la «condujo»?
Aunque, como dices, el lector se incline favorablemente hacia la salvación de Agnes, nunca quise convertirla en una heroína. Tampoco en una persona malvada. Por supuesto, y eso es un dato histórico, siempre supe que estuvo implicada, tanto en el crimen de Natan Ketilsson y Pétur Jónsson como en el fuego posterior en la granja donde se hallaron sus cadáveres. Ella estaba allí cuando ocurrió el asesinato, es innegable. Pero así como en las novelas policíacas nos preguntamos «¿quién lo hizo?», aquí la cuestión es: «¿Por qué lo hizo?». Lo que más me atrajo de Agnes era el poder darle complejidad como personaje. Leí, durante mi investigación, sólo cosas terribles de ella… Que era un monstruo, un ser maligno… Todo el mundo la marcaba como alguien perverso y quise darle la vuelta a la versión única, a la establecida. A través de la documentación, supe que debería recrear la vida de Agnes: pensar en su infancia, incluso inventándomela; en los sitios donde vivió; su vida como sirviente en granjas; la gente a la que amó; la figura de la madre que la abandona y a la que extraña; o la presencia del hermano descarriado… Indagar en su manera de ser y en su pasado para formar un ser humano con todos sus prismas. Es muy importante crear un personaje complejo y ambiguo en una novela: que tenga contradicciones, que sepamos detalles de él, para llegar a su alma. A esa leyenda histórica islandesa tenía que darle el carácter de persona. Fue lo que más me sedujo a la hora de escribir la novela.
En mi narrativa investigo cómo la gente que peor se puede llevar entre sí, acaba entendiéndose
El sufrimiento, físico o psíquico, o la cercanía a la muerte hace que se unan personajes en un principio tan incompatibles y dispares como Margrét, la mujer del alguacil que por mandato del comisionado Blöndal la acoge en su granja, y Agnes. Dos caracteres opuestos conviviendo bajo un mismo techo, ama y sirvienta. Y, sin embargo, el miedo ante lo inevitable acaba por acercarlas.
Es verdad que son dos mujeres completamente distintas. Quizá uno de los problemas que tuvo Agnes es que no encajaba en las reglas de la época: no era joven, ni esposa ni madre ni virgen. Margrét, en cambio y en su contexto, sí tenía bastante poder. Porque, en esa pequeña vecindad de Kornsá, ella sí encajaba –cumplía con los requisitos sociales– y tiene más ascendencia del que se le puede suponer a una simple granjera. Pero, curiosamente, sus dos mundos totalmente opuestos acaban confluyendo. Una de las cosas que siempre quise investigar en mi narrativa es cómo la gente más diversa y que peor se puede llevar entre sí, ya sea por sus principios o por una moral diferente, cuando conviven, dialogan y se conocen, acaban entendiéndose. Es uno de los mensajes que quiero transmitir en Ritos funerarios. Un poeta islandés dice que la gente del país es callada porque tiene el talento de serlo. Yo pensé que si Agnes hablaba mucho de su dolor, sobre todo en el horror final, al aproximarse su muerte, esa palabrería reduciría el sufrimiento que yo, como autora, pretendía transmitir. A veces, cuando hablas de las cosas, las reduces y simplificas. No quería banalizar ese dolor, quería que fuera algo en común entre Margrét y Agnes. Pero que no hacía falta que lo compartieran conversando sino que lo compartieran viviendo bajo el mismo techo.
Que Agnes fuera una mujer que transgredía las normas de la comunidad, que se desviaba del modelo de mujer casada y con hijos, que fuera culta y libre sexualmente, ¿fueron, a su criterio, los verdaderos motivos por los que fue condenada?
Absolutamente. Cuando una mujer comete o presencia un crimen en una sociedad tradicional tiene que llorar, mostrarse débil o histérica. Esas son las normas, ¿no? ¿Recuerda la película Evil Angels con Meryl Streep? Recrea una historia que ocurrió en mi país. El bebé de una familia desapareció mientras éstos acampaban. La madre siempre creyó que se lo llevó un dingo, una especie de lobo propio de la zona. Pero como ante el secuestro, no reaccionó echándose a llorar o quedándose en shock, la opinión pública la acusó de asesinato de su propio hijo y acabó siendo juzgada. Es el mismo caso que Agnes, que no era una mujer nada tradicional ni en su carácter ni en sus formas, aparte de que no era nada frágil. Su personalidad y su transgresión de las reglas comunitarias influyeron a la par que su actitud durante el juicio, muy diferente de lo establecido, ya que permaneció todo el tiempo callada y ensimismada, sin defenderse.
¿Calificaría como amor platónico la relación entre Agnes y el reverendo Tóti?
Sí. Es platónica y sexual a la vez. Es una de las partes del libro con las que más he disfrutado. La suya fue una relación compleja, llena de desesperación y de deseo, aparte de ser completamente imposible: a ella la van a decapitar y él es un ministro de Dios. Hay desesperación en ambos pero mayormente por parte de Tóti: el deseo sexual que siente hacia Agnes es tan fuerte que llega a somatizarlo, aunque no se lo confiesa ni a él mismo. Intenta no pensar en ella como mujer, pero sufre una gran desesperación por no poder verla. Quiere estar cerca en todo momento. Me pareció muy interesante puesto que Agnes es un personaje que tuvo relaciones muy difíciles con los hombres. Por el contrario, Tóti es un personaje naif, inocente, siempre del lado de la religión y que no enfrenta sus sentimientos o la ira de su padre. Me interesó mucho confrontarlos. A lo que les sucede a ellos es algo que ocurre habitualmente: el amor nace muchas veces de una relación de amigos, ya sea por parte de ambos o unilateralmente.
Sabemos qué ocurrió con Agnes pero no con Tóti. Él quedó petrificado aquel 12 de enero tras la ejecución. ¿Pudo encontrar algún documento sobre lo que fue de él?
No encontré nada. Pero acabo de presentar el libro en Islandia y entre el público había una señora muy anciana que pidió hablar conmigo. Era descendiente del reverendo y me reveló, con mucha pena en su voz, que nunca había vuelto a ser él mismo, que la vida le había cambiado completamente desde que conoció a Agnes y la decapitaron. Me dejó muy conmocionada. De hecho, hubo una parte del final del libro que corté. Una escena, vista desde los ojos del comisionado Blöndal, en la que Tóti, como una mancha oscura, se alejaba del lugar de la ejecución en medio de la nieve. Era una imagen muy fuerte en mi mente. Pero luego pensé que era añadir otro punto de vista y quise quedarme sólo con el de Agnes y con la voz omnisciente que relata todo lo que ella no cuenta.
Es muy curioso que, a pesar que desde el principio conocemos lo que va a ocurrir con Agnes, el lector tiene la sensación de que ella al final se va a salvar, de que va a haber una apelación.
Entiendo tus sentimientos porque, a la vez que escribía el libro, en «compañía de Agnes», me ocurrió lo mismo. Lo sufren a la par el escritor, el lector y la protagonista. Porque, aunque ella sepa que la van a matar, que no ha habido apelación, siempre le queda una esperanza final. ¿Cómo asume un ser humano que lo van a decapitar? Pero no he querido jugar con el lector, era lo que yo sentía ante una situación, que yo misma, como escritora, creé.
Agnes es una mujer inteligente e ilustrada. Pero es una criada a la vez. Conoce las sagas a la perfección, la Biblia, sabe leer… ¿Era así de adelantada Islandia en aquella época?
Sí, así era. Islandia es un lugar donde la poesía tenía, ya en esa época, una enorme importancia. En el tiempo de Agnes sólo había una escuela gratis en toda la isla pero se enseñaba a los niños a leer y escribir en las casas y en la iglesia. No había analfabetismo. Además, en su caso, se une el hecho de que era poeta. No sólo leía y escribía bien sino que tenía conocimientos religiosos, además de saberse las sagas de memoria. En uno de los archivos que investigué se detalla la ceremonia de su Confirmación. La celebró con cinco niños más, pero lo que destaca el párroco en esos documentos es su sorpresa ante los vastos conocimientos de Agnes. No era para nada una mujer común.
Me sorprende la figura de la poeta y matrona Rósa, la contrincante de Agnes por el amor de Natan. Una mujer muy respetada socialmente a pesar de haberle sido infiel a su marido, de haber concebido con Natan a una hija ilegítima y haber llegado a convivir con él en su propia casa. ¿Qué tenía Rósa para ser respetada a diferencia a Agnes?
Tenía una familia. Aunque le fuera infiel a su marido y fuera la amante de Natan, su procedencia era muy distinta de la de Agnes. Ésta era una hija bastarda, abandonada por su madre y con hermanos ilegítimos desperdigados por la zona. En ese momento, la familia era muy importante en Islandia ya que sustituía a los servicios sociales, que apenas existían. Una mujer casada y con hijos –aunque fueran ilegítimos– era muy considerada. Me interesó ver el contraste existente entre ellas dos: Rósa, la poeta aceptada; Agnes, la poeta que por no cumplir los esquemas sociales establecidos, es condenada.
La novela tiene dos voces: la omnisciente, plana, fría, como si saliera de las mismas entrañas de la tierra helada, y la de Agnes, humanizada, cálida, temerosa. ¿Desde el principio quiso trabajar con esos dos planos de la realidad?
Primero vino la voz de Agnes. Hay un tono muy burocrático que nace de todos los archivos que he leído sobre el tema: fríos, masculinos, la voz de los jueces y de los funcionarios. Yo quise devolverle la palabra a Agnes, no solamente porque empecé la historia a través de ese poema del que te hablé antes, sino también porque quería dotarla de humanidad. La suya no sólo es una voz lírica e íntima, es también ambigua y contradictora. Es así por la propia complejidad del personaje y porque muchas veces piensa una cosa y dice otra, tanto al reverendo como a la familia de Kornsá, algo muy común en los seres humanos. Sus contradicciones, su doble voz hace que nazca un personaje muy rico que ni siquiera llega a contar en voz alta lo que sucedió respecto al doble crimen.
Ha sido un proceso muy duro asimilar
la muerte de Agnes, una «compañera»
Agnes fue su compañera vital durante dos años. Y cuando terminó la novela, ha afirmado que depositó su frente sobre la máquina y lloró, al igual que cuando volvió al lugar donde había sido asesinada. ¿Cómo afrontó la muerte de Agnes cuando llegó el momento de narrarla?
Fue muy difícil. Cuando estaba escribiendo, yo sentía que ella me hablaba, incluso soñé con su vida en numerosas ocasiones. Esto puede parecer una locura, pero en Islandia se cree mucho en los sueños premonitorios. Cuando llegó ese momento yo sólo podía llorar y llorar. Ya sé que cuando los escritores acaban su primer libro abren botellas de champán y lo celebran, pero yo estaba sobrepasada por mis emociones ya que había pasado demasiado tiempo con Agnes. Me fui a la cama y lloré todo el día posterior. Estaba muy emocionada y sentía como si alguien hubiera muerto. Cuando fui al sitio de la ejecución, en un enero también, hacía un tiempo horrible, llevaba unos zapatos que no servían para nada, iba sin guantes. De la tierra manaba una fuerza que me hacía caer una y otra vez al suelo. Incluso tuve que ir al hospital a que me curaran las heridas de las manos. Fue una experiencia muy física. Ese mismo paisaje era el que había sentido Agnes en sus momentos finales y me sentí plenamente identificada con ella. Ha sido un proceso muy duro asimilar la muerte de una «compañera», a pesar de lo irónico que es saber que había sido ejecutada desde el principio.
Hay muchas leyendas sobre Agnes en Islandia, incluso se cuenta que se le apareció a una médium en el siglo pasado y le conminó a trasladar sus restos desde lugar de la ejecución a un lugar sagrado.
Sí, es cierto, corren muchas historias en Islandia sobre ella. Es verdad lo de la médium o lo de una actriz que la interpretó en una película y a la que ocurrieron cosas extrañas. Lo fantasmal o lo onírico es algo muy respetado en Islandia pero no quise meter nada de eso en el libro, no quise explotarlo comercialmente. Es demasiado íntimo y personal, al igual que los sueños que yo tuve sobre Agnes y que me reservo, es algo privado. Sé que hay algo venerable y sobrenatural alrededor de ella, algo especial. Cuando fui a visitar la iglesia donde supuestamente descansa, en Tiern, un lugar muy calmado, maravilloso, en medio de la nada, un viento, de repente, llegó de ninguna parte y hasta mi padre, que no cree en nada de esto, lo sintió. Pero es algo secreto que queda para mí. Algo sagrado.
Precisamente, es la palabra «sagrada» la que rodea a la conversación mantenida con Hannah Kent. En todo momento sentimos que estábamos hablando de un ser delicado, de un tema tan duro como es la aceptación de la muerte injusta, de una personalidad tan arrolladora que ha logrado atravesar los años y conmovernos en este libro. Como si se adentrara el lector en el calor de la baðstofa, Ritos funerarios va creando un espacio íntimo entre Agnes Magnúsdóttir y quien va conociendo su vida. Una confesión cercana gracias al extraordinario análisis psicológico de Kent, que atrapa los sentidos en la orografía cruel de esa isla –fascinante y terrible– que cincela el carácter de sus habitantes y los somete a silencios rasgados por las sagas cada noche. Una vez empezada, las manos con mitones raídos de Agnes Magnúsdóttir envolverán a quien se adentre en la historia de una mujer adelantada a su época.
Fotografía de Hannah Kent © Sahlan Hayes.
Fotografías de la galería © Hannah Kent, cedidas a Picador.com.
* Ritos funerarios. Hannah Kent.
Traducción de Laura Vidal.
Alba Editorial (Barcelona, 2014).
GALERÍA
Fotos de Hannah Kent realizadas en Islandia







LECTURA
Fragmento de «Ritos funerarios»Hannah Kent lee un fragmento de Ritos funerarios en el Baileys Women’s Prize Shortlist Readings (London’s Southbank Centre, 3 de junio de 2014).