Gabi Martínez

Gabi Mar­tí­nez (Bar­ce­lo­na, 1971) es uno de los auto­res de su gene­ra­ción más apre­cia­dos. Fue­ra de ondas y eti­que­tas, su tra­ba­jo se basa en el puro ofi­cio de narrar. Sí for­ma par­te de un peque­ño gru­po de escri­to­res que bus­ca, median­te el via­je, la mane­ra de expli­car el mun­do en el que viven. Dis­tan­ciar­se para bus­car y com­pren­der­se mejor. Aun­que, en esta oca­sión, ha sido un héroe, el zoó­lo­go Jor­di Magra­ner, y no un lugar, lo que le ha impul­sa­do a tra­zar las líneas de su nue­vo libro, Sólo para gigan­tes, publi­ca­do por Alfa­gua­ra (en cata­lán por el sello Ams­ter­dam). Magra­ner dedi­có bue­na par­te de su vida a la bús­que­da del yeti, pro­pó­si­to que le lle­vó a vivir en Pakis­tán y ser tes­ti­go del sur­gi­mien­to de los tali­ba­nes. Murió ase­si­na­do en agos­to de 2002 en mis­te­rio­sas circunstancias.

Sólo para gigan­tes repre­sen­ta un parén­te­sis en tu tra­ba­jo habi­tual como escri­tor, al tra­tar­se de una his­to­ria que no con­ci­bes de mane­ra directa.

Has­ta aho­ra siem­pre he hecho libros basa­dos en una idea ori­gi­nal mía, lle­ga­ba a ellos a par­tir de deduc­cio­nes, de impul­sos que ori­gi­nal­men­te eran pro­pios. En este caso, la his­to­ria apa­re­ció cuan­do me la con­ta­ron. Me dije­ron que bus­ca­ban a un escri­tor a quien le pudie­ra inte­re­sar. Lo que siem­pre he teni­do cla­ro, como perio­dis­ta y escri­tor, ha sido no tirar ade­lan­te nin­gún pro­yec­to con el que no me iden­ti­fi­ca­ra abso­lu­ta­men­te. Hago los artícu­los pro­to­co­la­rios en pren­sa para seguir sobre­vi­vien­do, pero todo lo que ha supues­to inver­tir una por­ción gran­de de mi tiem­po, y en ente caso hablo de años, lo he tira­do ade­lan­te si la his­to­ria tenía una fuer­za sufi­cien­te que me absorbiera.

Lo que ocu­rrió con la de Jor­di Magra­ner es lo que suce­de siem­pre que te embar­cas en este tipo de tra­ba­jo: bus­cas res­pues­tas sobre ti mis­mo y te reco­no­ces en algo de la his­to­ria que vas a expli­car. Vi que, a tra­vés de su figu­ra, podía desa­rro­llar muchas cosas sobre las que que­ría escri­bir. Por ejem­plo, Jor­di era espe­cial­men­te ajeno al terri­to­rio en el que vivía. Lle­gó de Marrue­cos, inten­tó que­dar­se en Espa­ña pero no pudo y aca­bó ins­ta­lán­do­se en Fran­cia, don­de no se sin­tió nun­ca a gus­to. Allí pasó el tiem­po desean­do mar­char a otro lugar don­de poder ser más feliz. Era un cha­val que vivía en un subur­bio de Font­bar­let­tes y se mar­chó a la natu­ra­le­za para rea­li­zar­se y, a base de mucho tra­ba­jo y de dar­le for­ma a sus ideas, encon­tró la vía para hacer reali­dad su sue­ño. Con­for­me avan­za­ba en sus inves­ti­ga­cio­nes, encon­tra­ba puer­tas que abrían otras. Este per­so­na­je que inten­ta salir de su civi­li­za­ción, del país, de la fami­lia, tam­bién es alguien que demues­tra, con su vida, que pue­des ir don­de quie­ras con tu sue­ño, la reali­dad ven­drá en tu bus­ca y te aplas­ta­rá. Y aquí nos pone­mos en la par­te más nega­ti­va de la his­to­ria, por­que está lle­na de ribe­tes, con momen­tos estu­pen­dos, mara­vi­llo­sos, que son los que hicie­ron que Jor­di deci­die­ra man­te­ner­se en el Hin­du Kush. Una de las con­clu­sio­nes de la his­to­ria es esa. Pue­des ima­gi­nar que en otro lugar las cosas pue­den ser mejo­res. La mise­ria, la tris­te­za o la dure­za de la vida está plan­tea­da con dife­ren­tes mati­ces depen­dien­do del lugar, pero lo segu­ro es que no vas a esca­par de tu con­di­cion social, pese a todo lo que nos han inten­ta­do ven­der con el sue­ño ame­ri­cano y lo demás. La his­to­ria de Jor­di me per­mi­tía con­tar algo de eso.

Otro de los ali­cien­tes de tra­ba­jar con alguien como Jor­di Magra­ner es su per­so­na­li­dad poliédrica.

Lo que per­mi­te, a tra­vés suyo, mos­trar que la figu­ra del héroe o del villano no exis­te, pue­de ser las dos cosas y pro­ba­ble­men­te todos los sea­mos un poco a la vez. Es decir, des­es­truc­tu­rar al aven­tu­re­ro tal y como lo tene­mos asu­mi­do, como el tipo que se enfren­ta a todo. Esta dua­li­dad en los per­so­na­jes heroi­cos sur­ge a par­tir de Law­ren­ce de Ara­bia. Él mis­mo, en pri­me­ra per­so­na, te está dicien­do que es un trai­dor. Y te lo dice cons­tan­te­men­te. Des­de ese momen­to los héroes ya no pue­den vol­ver­se a cons­truir como per­so­na­jes mono­lí­ti­cos. Jor­di me per­mi­tía, des­de el arran­que, afron­tar a una per­so­na que no era com­ple­ta­men­te blan­ca, no era impo­lu­to. Lue­go, con su aven­tu­ra, y es algo que uti­li­zo en el títu­lo del libro, Jor­di me per­mi­te mos­trar una figu­ra, la de las mon­ta­ñas, a modo de metá­fo­ra de la vida. En el Hin­du Kush hay muchos picos que supe­ran los seis mil metros, pero sólo se recuer­da el nom­bre del Tirich Mir, que pasa de los sie­te mil. Fue­ra de lo que es tu círcu­lo vital, en el mun­do occi­den­tal en el que vivi­mos, esta­mos rodea­dos de gen­te estu­pen­da y mag­ní­fi­ca que no lle­gan tan alto, aun­que lo inten­tan. Si per­te­ne­cie­ran a un entorno dife­ren­te al nues­tro serían un mode­lo a seguir. Este libro home­na­jea a todos esos «seis miles», gen­te espe­cial que está hacien­do cosas extra­odi­na­rias y de las que nun­ca sabre­mos por­que están fue­ra de nues­tro foco. Es un libro que habla de toda esa gen­te que está luchan­do por salir ade­lan­te, en situa­cio­nes difí­ci­les, como la que vivi­mos aho­ra en el mun­do. Son per­so­nas igual o más váli­das que muchos de los que nos están ven­dien­do como las super estre­llas, que viven con el dine­ro de la gen­te y que no apor­tan nada de avan­ce, posi­ti­vo o real al mun­do, son pura facha­da. Jor­di vie­ne a hablar­te de lo real.

Inclu­so en su pro­pio ámbi­to, el cien­tí­fi­co, es un rene­ga­do. La pro­pia comu­ni­dad cien­tí­fi­ca pro­cu­ra dejar­le al mar­gen. Me recuer­da el caso de Niko­la Tes­la con Edison.

O el de Walla­ce con Dar­win. Es este caso Magra­ner se tuvo que enfren­tar a Yves Cop­pens, uno de los paleon­tó­lo­gos que des­cu­brió el crá­neo de Lucy. Habla­mos del esta­blish­ment. Cop­pens con­si­guió una ges­ta pero se ha bene­fi­cia­do de eso has­ta el pun­to de con­tro­lar una gran par­te del sis­te­ma cien­tí­fi­co fran­cés. De tal mane­ra que cual­quier ente exó­ti­co que inten­te aso­mar­se, si no es de su cuer­da, será expul­sa­do. Cuan­do habla­mos del sis­te­ma lite­ra­rio ocu­rre lo mis­mo. O del finan­cie­ro. Todos los empo­rios que se han ido crean­do en cual­quier esfe­ra crea­ti­va y eco­nó­mi­ca dan un mun­do glo­ba­li­za­do vis­to des­de uno o dos pun­tos de vis­ta que expul­san aque­llo que no le con­vie­ne y que, des­de lue­go, ha resul­ta­do no ser la vía ade­cua­da. A los tele­dia­rios me remito.

Des­de esa pers­pec­ti­va es un libro muy actual, hace des­per­tar con­cien­cias en el momen­to en el que estamos.

De entra­da la his­to­ria pue­de sonar excén­tri­ca, con alguien que se va a bus­car al yeti, pero si le qui­tas el titu­lar, de lo que tra­ta el libro es de cues­tio­nes muy bási­cas del ser humano. Jor­di fue en bus­ca de una idea y se topó con una reali­dad, en este caso tan obje­ti­va como son los tali­ba­nes. Te vie­ne a decir cómo la igno­ran­cia y la mise­ria están exten­di­das por todo el mun­do, pero en unos luga­res es sofis­ti­ca­da y en otros pue­de aca­bar con­ti­go. En unos te con­su­me aní­mi­ca­men­te y te entie­rra y en otros te liqui­da de for­ma direc­ta. Lo que plan­teo es qué cla­se de muer­te pre­fie­res: la len­ta, agó­ni­ca de Occi­den­te o la rápi­da pero dig­na que le ofre­cen a él en el Hin­du Kush. Tam­bién es cier­to que se mue­ve con unos idea­les de dig­ni­dad, de honor que tie­ne mucho que ver con un tiem­po más anti­guo. Magra­ner no es un hom­bre moderno. Es alguien de las mon­ta­ñas que va en bus­ca de un lugar más puro. Pre­ci­sa­men­te por eso apues­to por la lite­ra­tu­ra como géne­ro de bús­que­da. La lite­ra­tu­ra apun­ta a esas cosas que son más sim­bó­li­cas y ayu­da a enten­der las ideas que se quie­ren expre­sar de una mane­ra más grá­fi­ca e impac­tan­te. Creo que Jor­di reu­nía per­fec­ta­men­te todos los ele­men­tos para poder expli­car ese mun­do lleno de mati­ces a tra­vés de una his­to­ria ejem­plar. Pero no en el sen­ti­do moral, sino en el sen­ti­do real. Su his­to­ria ayu­da a enten­der un poco más, te apro­xi­ma a los mucho ángu­los que nos habi­tan y a las difi­cul­ta­des del mun­do. Pero no hay una inten­ción moral detrás del libro.

No es un libro auto­ri­za­do por la fami­lia, pero te han dado ple­na liber­tad para escri­bir lo que quisieras.

Una de las cosas que tuve que esfor­zar­me en acla­rar des­de el prin­ci­pio es que no se tra­ta de un libro auto­ri­za­do por la fami­lia. Se lo di a leer a su her­ma­na por­que no que­ría que le pilla­ra des­pre­ve­ni­da y que cual­quier cosa a la que tuvie­ra que hacer fren­te, cual­quier decla­ra­ción, pudie­ra refle­xio­nar­la antes. Al abor­dar la his­to­ria sus fami­lia­res sabían que iban a salir cosas que pro­ba­ble­men­te no les gus­ta­ran. Y, a pesar de ello, pen­sa­ron que lo que Jor­di había logra­do esta­ba por enci­ma de cual­quier deta­lle que pudie­ra des­agra­dar. Esta­ban de acuer­do en que con­ta­ra toda la historia.

Te abrie­ron su puer­ta des­pués de muchos problemas…

Por mis manos pasó todo lo que cre­ye­ron que podía ayu­dar­me. Tenían las dos male­tas de hie­rro que pusie­ron a mi dis­po­si­ción, me per­mi­tie­ron dor­mir en la cama de Jor­di, me faci­li­ta­ron con­tac­tos con ami­gos y cono­ci­dos para hablar con ellos. Tam­bién hice mi tra­ba­jo de inves­ti­ga­ción, cla­ro. La gene­ro­si­dad de la fami­lia ha sido inmen­sa, me lo han dado todo y no han pedi­do nada, he sido libre y así se refle­ja en el libro.

Jor­di Magra­ner, como per­so­na, pro­pi­cia la divi­sión de opi­nio­nes, algo que tam­bién se per­ci­be en su vida, como en el caso de los her­ma­nos L’Homme, que le acom­pa­ña­ron duran­te bue­na par­te de su peri­plo y que aca­ba­ron ene­mis­ta­dos con él. Empren­día accio­nes que qui­zás no fue­ran lo desea­ble en una per­so­na honesta.

Si quie­res retra­tar a un hom­bre com­ple­to tie­ne que ser con todos sus mati­ces. Es lo que ha hecho Fran­zen en Liber­tad. El escri­tor debe con­se­guir que su per­so­na­je, en una pági­na, refle­je tres reac­cio­nes con­tra­dic­to­rias y, sin embar­go, se entien­dan. Cla­ro que qui­zás eso sería lo apro­pia­do en el siglo XVIII, aho­ra se tra­ta­ría de mos­trar sie­te con­flic­tos en cada pági­na. La cla­ve siem­pre ha esta­do en la inte­li­gi­bi­li­dad que tene­mos para con noso­tros mismos.

soloparagigantes¿Te cos­tó man­te­ner la dis­tan­cia emocional?

Pare­ce que se me vea a favor del per­so­na­je, pero siem­pre he teni­do muy cla­ro que los libros que más me han entu­sias­ma­do, aque­llos en los que veía la reali­dad de la vida, eran los que me daban el per­so­na­je com­ple­to, con todos sus ángu­los y mati­ces. De esta mane­ra, la ver­dad se impo­ne a la impli­ca­ción que pue­das tener con él o con su fami­lia. Les pue­do deber algo pero no el acto de escri­bir. Cuan­do, como escri­tor, te enfren­tas a unos hechos reales, lo que quie­res es con­tar la ver­dad o, al menos, de la mane­ra más autén­ti­ca posi­ble y, en eso, no le debo nada a la fami­lia ni a Jor­di ni a nadie. Lo que hago es con­tar lo que ha suce­di­do. Si habla­mos de un tra­ba­jo perio­dís­ti­co, con más moti­vo. Se pue­den con­traer deu­das, pero no en el arte. Te habla­ría de influen­cias, de gen­te a la que he que­ri­do ren­dir home­na­je de res­pe­to, inten­tan­do no herir a nadie en cuan­to a no decir men­ti­ras ni nada que me haya com­pro­me­ti­do a no expli­car, pero fue­ra de eso… Mi obje­ti­vo y mi deber, lo que me lle­va a emplear dos o tres años de mi vida, es con­tar lo que ha ocu­rri­do con la mayor fia­bi­li­dad posi­ble. Per­mi­tién­do­me lige­ras dis­tor­sio­nes nove­lís­ti­cas, pero todo lo que expli­co ocu­rrió y está basa­do en el rela­to de per­so­nas que fue­ron testigos.

Pre­ci­sa­men­te han sur­gi­do varios libros en los que se abor­da el asun­to de las licen­cias his­tó­ri­cas y has­ta dón­de es acep­ta­ble el límite.

Se sabe per­fec­ta­men­te que hay pasa­jes de A san­gre fría que Capo­te inven­tó expre­sa­men­te. Inclu­so aun que­rien­do ser muy fide­figno, hay cosas que si las quie­res expli­car sin per­der el hilo de la narra­ción para que todo enca­je de la mejor mane­ra posi­ble, debes salir­te de los már­ge­nes. Siem­pre y cuan­do, insis­to, no estés min­tien­do en algo fun­da­men­tal de la his­to­ria y no dañes a nin­gu­na de las per­so­nas que aparecen.

El mate­rial que encon­tras­te en las dos male­tas de hie­rro, ¿te fue sufi­cien­te para hacer un pri­mer mol­de de la per­so­na­li­dad de Jor­di Magraner?

No, tam­bién tuve acce­so a algu­nas car­tas diri­gi­das a varias per­so­nas. Y a dia­rios de Erik L’Homme, pero ahí sólo se mues­tra su visión de los hechos, que era muy par­ti­cu­lar. Como comen­ta­bas antes, Magra­ner era un per­so­na­je polié­dri­co. Habla­ba con los demás de mane­ra indi­vi­dual y a cada uno le daba la infor­ma­ción que le pudie­ra resul­tar útil o lo que él creía que al otro le intere­sa­ba oír. A veces se con­tra­de­cía a sí mis­mo. Por eso me fui a Pakistán.

¿No te pare­cía sufi­cien­te la recons­truc­ción median­te las entre­vis­tas y los docu­men­tos que pudis­te reu­nir entre su fami­lia y sus con­tac­tos en Francia?

Cual­quie­ra de las dos patas de la inves­ti­ga­ción, la de la fami­lia y la del via­je, eran difí­ci­les. Antes de empren­der el pro­yec­to pen­sé en la difi­cul­tad de hablar con la fami­lia. Lle­va­ban seis años que­ma­dos, reci­bien­do el inte­rés de perio­dis­tas, cineas­tas… Tar­dé tres meses has­ta que con­se­guí la pri­me­ra entre­vis­ta con ellos, escri­bién­do­les car­tas a mano, emails, lla­mán­do­les a casa, y no me die­ron per­mi­so para ver­les has­ta tres meses del pri­mer con­tac­to. Esta­ban har­tos de gen­te que se les había apro­xi­ma­do pidien­do foto­co­pias e infor­ma­ción y lue­go des­apa­re­cían sin nada. Y para ellos era un esfuer­zo aní­mi­ca­men­te muy duro. Esta­ban hablan­do de su hijo, de su her­mano muer­to. Si tenía la par­te de la fami­lia, el libro se podía escri­bir sin pro­ble­ma. De otra mane­ra, pero podía lle­var­lo a cabo, sim­ple­men­te con los dia­rios, la infor­ma­ción de la fami­lia y de gen­te que vivía en Fran­cia. Lue­go esta­ba el via­je a Pakis­tán. Si quie­res narrar la his­to­ria lo mejor posi­ble, y hablar con quie­nes le cono­cie­ron, inclu­so con los pre­sun­tos ase­si­nos o con las per­so­nas que le hos­pe­da­ron en sus casas…

Via­jar has­ta Pakis­tán, bajo esa pre­mi­sa, no era un camino de rosas…

Se dio la cir­cuns­tan­cia, por pri­me­ra vez en mi vida, de lle­var una his­to­ria tan lejos como para hacer algo que no había pre­vis­to antes, que era arries­gar mi vida por con­tar una his­to­ria. No aca­ba­ba de enten­der las corres­pon­sa­lías de gue­rra, o a la gen­te que se invo­lu­cra tan­to en un libro. Enten­día el via­je, pero como lo hacía Josep Pla, o como Robert Byron, Bru­ce Chat­win… Inten­tas saber cosas del mun­do para con­tar­las de mane­ra artís­ti­ca. Pero jugar­te el cue­llo por con­tar una his­to­ria es algo que no com­pren­dí has­ta enfren­tar­me a este reto. Son las deri­vas por las que te lle­va la vida. Resul­ta que el libro que nace a par­tir de una his­to­ria que me cuen­tan es el que más ha cam­bia­do mi vida y me ha lle­va­do a hacer cosas que no esta­ban en el pro­gra­ma. No es que no estu­vie­ran, es que esta­ban descartadas.

Siguien­do la hue­lla de Jor­di con­tem­pla­mos en pers­pec­ti­va lo suce­di­do en Pakis­tán duran­te el perio­do que estu­vo allí, y que resul­tó ser una eta­pa muy convulsa.

Para mi hay un momen­to impre­sio­nan­te mien­tras hacía el tra­ba­jo de cam­po, cuan­do leo en una de sus car­tas: «Ha naci­do una nue­va fuer­za, los tali­ba­nes». Jor­di Magra­ner esta­ba vivien­do cómo emer­ge el gru­po des­de el cora­zón mis­mo. A poco más de tres horas de don­de vivía Jor­di vie­ron vivo por últi­ma vez a Bin Laden, antes de que, supues­ta­men­te, lo mata­ran. Lo que te da el tes­ti­mo­nio de Jor­di es una narra­ción pri­vi­le­gia­da del sur­gi­mien­to de los tali­ba­nes y cómo va sin­tien­do la pre­sión cada vez mayor de ese gru­po de radi­ca­les en torno suyo y a la comu­ni­dad de la que se hace un peque­ño líder, has­ta aca­bar con su vida. Pero es un tes­ti­mo­nio insó­li­to, no he leí­do nada pare­ci­do y menos aún de un extran­je­ro que, des­de ese pun­to de vis­ta y des­de las mis­mas mon­ta­ñas don­de esta­ba nacien­do esta fac­ción fun­da­men­ta­lis­ta, te lo cuen­te en pri­me­ra per­so­na, cómo le afec­tó a él. La iden­ti­fi­ca­ción es abso­lu­ta, es una his­to­ria mara­vi­llo­sa. Huyó de la mise­ria y de la mar­gi­na­ción para aca­bar en unas mon­ta­ñas dán­do­se de bru­ces de nue­vo con la mise­ria y la mar­gi­na­ción pero más bru­ta­li­za­da, la de los tali­ba­nes, que se enro­lan en el ejér­ci­to por­que les dan de comer, bási­ca­men­te. Jor­di es el víncu­lo entre los dos mun­dos y estás vien­do cómo de la mise­ria de un lugar se ha ido a la mise­ria del otro. Su his­to­ria sin­te­ti­za muy bien pro­ble­má­ti­cas globales.

Entre algu­nas pre­gun­tas que plan­teas está la de si valió la pena.

Por­que salí vivo. Él estu­vo quin­ce años de su vida en las mon­ta­ñas, que­ría rom­per drás­ti­ca­men­te con el lugar al que esta­ba pre­des­ti­na­do. Y eso impli­ca­ba tras­cen­der más allá de su muer­te. Ya fue­ra encon­tran­do al yeti o vivien­do otro tipo de expe­rien­cias. Creo que seguía el ideal romano y eso de morir por heroís­mo esta­ba den­tro de sus ideas, aun­que eso impli­ca­ra que lue­go, una vez falle­ci­do, nadie se hicie­ra car­go de resol­ver el caso, nin­guno de los paí­ses que le aco­gie­ron se impli­ca­ron en ello. Si nin­gu­na ban­de­ra te aco­ge, date por per­di­do. Por eso, cuan­do en 2001 la fami­lia le dice «no te mar­ches otra vez» él les res­pon­de «vol­ve­ré y seré alguien que está sobre­vi­vien­do a los tali­ba­nes». Había algo en él que le decía que si lle­ga­ba a ser un már­tir y alguien lo veía como tal, con­se­gui­ría aque­llo a lo que aspi­ra­ba. Y real­men­te lo ha con­se­gui­do. Que se publi­que este libro, de algu­na mane­ra, cum­ple con sus deseos. La mira­da que tie­ne en la foto de la cubier­ta da la medi­da de quién era Jor­di Magra­ner. Iba a por algo gran­de. Y tenía tan­ta fuer­za que lo con­si­guió. Su ilu­sión des­bo­ca­da ha pro­vo­ca­do que yo mis­mo haya ido tras sus pasos y aho­ra me encuen­tro a gen­te intere­sa­da en hacer repor­ta­jes o una pelí­cu­la. Cuan­do hay alguien que tira ade­lan­te una idea muy poten­te y lo hace de ver­dad, arras­tra a otra gen­te. Jor­di era uno de esos. Segu­ro que esta­ría muy con­ten­to de ver­se aho­ra tal y como le estoy vien­do yo, inclu­so con sus lados oscuros.

Como decías, esos lados oscu­ros los tene­mos todos, es una de nues­tras dife­ren­cias con los animales.

Su esla­bón per­di­do, lo que tra­ta de expli­car, es el por­qué de la con­cien­cia. Eso es en lo que está tra­ba­jan­do todo el tiem­po, en los mati­ces que nos hacen dife­ren­tes a los ani­ma­les. No hay quien se sal­ve del lado oscu­ro. Hay algu­nos que tiran ade­lan­te como pue­den, inte­rio­ri­zán­do­lo, fla­ge­lán­do­se con un láti­go, y otros cuyo lado oscu­ro reper­cu­te en la gen­te más próxima.

¿Has lle­ga­do a creer en el yeti?

Hay momen­tos de la lec­tu­ra, cuan­do hablo con Erik L’Homme, quien aho­ra publi­ca en Galli­mard y es un autor de nove­la juve­nil muy cono­ci­do, y habla de las mon­ta­ñas y de cómo de pron­to los pas­to­res repi­ten las des­crip­cio­nes del bar­ma­nu, en los que te paras a pen­sar si es posi­ble, pero esa es la fuer­za de las ilu­sio­nes compartidas.

Como cuan­do dicen oír sus gri­tos en la noche.

Cla­ro, hay cosas muy obje­ti­vas, pero me sigo man­te­nien­do escép­ti­co. Lo que sin duda es ver­dad es que Dar­win no expli­ca el por­qué de la con­cien­cia. Y esa es una base teó­ri­ca sufi­cien­te para poder creer en que haya un esla­bón de la cade­na evo­lu­ti­va del que no sabe­mos nada y que está por explorar.

Se habló mucho en su día del hue­so esfi­noi­de. Qui­zás fue el momen­to en que se men­cio­nó más a Jor­di Magraner.

Es que es una vía váli­da de explo­ra­ción cien­tí­fi­ca. Cuan­do la gen­te dice «el yeti» le sale la son­ri­sa. Es uno de esos mis­te­rios estu­pen­dos por los que pue­des jus­ti­fi­car cual­quier esca­pa­da que quie­ras hacer, con «voy a por algo que nadie ha des­cu­bier­to». Es estu­pen­do. Podrás pasar­te la vida en bus­ca de algo que te jus­ti­fi­ca­rá inclu­so razo­na­ble­men­te, con sen­sa­tez. Y todo siguien­do una lógi­ca de algo que no exis­te. Tie­ne todo el sen­ti­do. Se tra­ta de cubrir hue­cos. Her­gé siem­pre dijo que su aven­tu­ra de Tin­tín favo­ri­ta fue Tin­tín en el Tibet, que cons­tru­yó gra­cias a su amis­tad con Ber­nard Heu­vel­mans, el padre de la crip­to­zoo­lo­gía, a quien con­vo­ca para ver­se varias veces para que le hable un poco sobre el yeti. Cuan­do se reúnen, no sólo le expli­ca cosas sobre el yeti sino que Her­gé deci­de fir­mar su divor­cio des­pués de quin­ce años de dudas y empren­de una nue­va vida tras hacer un cómic que resul­tó ser, artís­ti­ca­men­te, el más aus­te­ro, con tres per­so­na­jes, uti­li­zan­do más blan­co que con cual­quier otro. Her­gé comien­za una for­ma de vivir dis­tin­ta. Habla­mos de esos hilos suti­les en los que, de pron­to, ves que coin­ci­de mucha gen­te. Heu­vel­mans odia­ba al res­to de la Huma­ni­dad, pero se enten­dió per­fec­ta­men­te con Jor­di. Son víncu­los y ves que en el «1» que fal­ta en la suma coin­ci­den muchas otras per­so­nas. Y son per­so­nas bri­llan­tes, excén­tri­cos que miran el mun­do de otra mane­ra. De repen­te alguien ha apor­ta­do algo a la comu­ni­dad, a la masa, gra­cias a ese inten­tar bus­car algo que nadie pen­só que fal­ta­ba, lle­gan­do a res­pues­tas úti­les, creativas.

¿Serías capaz de dejar­lo todo por bus­car ese «1»?

Con­duz­co mi vida des­de una base lógi­ca que se va des­mon­tan­do pro­gre­si­va­men­te. Ya no pue­do hacer pronósticos.

El estar en movi­mien­to, via­jar, qui­zás te faci­li­te el poner un pie y dar el pri­mer paso para huir.

Cuan­do via­jo a veces pien­so «aquí podría que­dar­me a vivir». Me ha pasa­do en varios sitios y son luga­res con muy poca gen­te. Pero estoy muy a gus­to en Bar­ce­lo­na. Dis­fru­to del pri­vi­le­gio de vivir en una de las ciu­da­des más fáci­les del mun­do. No digo que la de mar­char no fue­ra mi idea ini­cial, pero uno va esta­ble­cien­do lazos y, ade­más, des­pués de cier­to tiem­po, siem­pre que­rría vol­ver. Igual tie­ne más que ver con las per­so­nas que con la ciu­dad. Creo en la idea de «ciu­dad puer­to» a la que siem­pre pue­do vol­ver. Al con­tra­rio que Jor­di Magra­ner, que que­ría irse, huir de la difi­cul­tad y enfren­tar­se a otra en soli­ta­rio. Hablá­ba­mos antes del sen­ti­do de deu­da. Yo lo ten­go con mi fami­lia. Pro­cu­ro estar aten­to para que la gen­te a la que quie­ro esté de la mejor mane­ra posi­ble y estar cer­ca de ellos, y me refie­ro a algo físi­co. El irme mucho tiem­po fue­ra lo hace com­pli­ca­do. De todas mane­ras, Chat­win, para escri­bir Los tra­zos de la can­ción, uno de mis libros de refe­ren­cia y que ha deter­mi­na­do el que publi­ca­ré el pró­xi­mo año sobre Aus­tra­lia, estu­vo cua­ren­ta días. Es la medi­da de lo que aho­ra pue­de repre­sen­tar escri­bir un buen libro de via­jes, estar dos o tres meses en un lugar. Otro asun­to es lo de Robert Byron, que se pasa un año y medio. Paul The­roux tam­bién hace via­jes lar­gos, para En el gallo de hie­rro estu­vo un año en Asia. Según cómo lo enfo­ques, para un libro de via­jes no nece­si­tas estar tan­to tiem­po fue­ra de casa. No deja de ser una crea­ción artís­ti­ca, tie­nes que mirar alre­de­dor y tra­tar de lle­gar a con­clu­sio­nes. Los libros que más me han impac­ta­do en ese sen­ti­do no han sido con­ce­bi­dos tras un via­je de mucho tiem­po. Ahí tie­nes Noc­turno hin­dú, que es una mara­vi­lla. Tabuc­chi lo escri­bió des­pués de un via­je a la India, que­dán­do­se con la esen­cia. De lo que se tra­ta es de inten­tar per­ci­bir el fon­do de ese lugar que, a veces, los pro­pios habi­tan­tes ya no per­ci­ben, se les esca­pa por la mono­to­nía de la mira­da. Lo que hacen los libros de via­jes es saciar el ham­bre de vivir fue­ra, por­que te van ofre­cien­do dosis cons­tan­tes, te vas aso­man­do todo el tiem­po a otros lugares.

Foto­gra­fía de Gabi Mar­tí­nez: Agen­cia Pontas.

* Sólo para gigan­tes. Gabi Martínez.
Edi­to­rial Alfa­gua­ra (Madrid, 2011).

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