Esos libros con el gallo negro en la cubierta son Donatella Iannuzzi

Tal vez no lo recuer­den, pero antes de que exis­tie­ra Jot Down ya había per­so­nas intere­sa­das en recu­pe­rar la dig­ni­dad del tra­ba­jo perio­dís­ti­co y rei­vin­di­car la cró­ni­ca como mate­rial lite­ra­rio de pri­mer nivel. Una de esas per­so­nas es la res­pon­sa­ble de Gallo Nero, Dona­te­lla Ian­nuz­zi, que tomó el nom­bre de una de sus pri­me­ras edi­cio­nes, del Dia­rio de a bor­do del aero­nau­ta Gian­noz­zo, de Jean Paul: «Soñé que un Gallo Nero como el car­bón se ponía sobre mi pecho y escar­ba­ba en él has­ta sacar­me el cora­zón. ¿Qué es esto? ¿Por fin se va a cum­plir mi des­tino? ¿Es el Gallo Nero que me ara­ña con sus uñas?». En mi caso, el pri­mer encuen­tro con su catá­lo­go fue por la publi­ca­ción de El com­ba­te del siglo, de Jack Lon­don, una fas­ci­nan­te serie de repor­ta­jes sobre el míti­co com­ba­te entre John­sonJef­fries en el verano de 1910, que pasó a dejar un fon­do de con­flic­tos racia­les por todo el terri­to­rio esta­dou­ni­den­se. A él siguió el des­cu­bri­mien­to de Paso­li­ni (res­ca­ta­do para nues­tro país jun­to a McMurtry, HeinzIshiha­ra), y de obras escon­di­das de auto­res que hoy con­si­de­ra­mos veci­nos de toda la vida: Robert Crumb, Dos Pas­sos, Alfred Jarry, Sher­wood Ander­son, Don Car­pen­ter, Ray­mond Que­neau, Hun­ter S. Thom­psonBoris Vian. Cabe des­ta­car en el tra­ba­jo edi­to­rial de Ian­nuz­zi la revi­sión de nove­las eclip­sa­das por el peso de su épo­ca (es el caso de Metró­po­lis, de Thea von Har­bou, o de Ania­ra, del sue­co Harry Mar­tin­son, mara­vi­llas con for­ma de enso­ña­ción futu­ris­ta); los vis­ta­zos a las bio­gra­fías de Mishi­maFran­cis Scott Fitz­ge­rald; por últi­mo, pode­mos cono­cer a tra­vés de Gallo Nero peque­ñas obras pes­ca­das del catá­lo­go de Adelphi, y recien­te­men­te, una curio­sa colec­ción de libros dedi­ca­dos a depor­tes épi­cos como el ciclis­mo y el alpi­nis­mo. Inter­cam­bia­mos unos emails con Dona­te­lla para saber si, entre otras cosas, la edi­ción supo­ne un pla­cer, una obse­sión o una enfer­me­dad. Sin dudar­lo, afir­ma que edi­tar es un pla­cer antes que cual­quier otra cosa, y a pesar de los momen­tos gri­ses que a veces depa­ra el tra­ba­jo. Aun­que el gris es un tono que nin­gún buen edi­tor rechazará.

¿Qué cri­te­rios bási­cos sigues a la hora de edi­tar libros?

Des­pués de cin­co años diría que lo dic­ta más el sello que la edi­to­ra. La mar­ca ha ido adqui­rien­do per­so­na­li­dad pro­pia, y cuan­do ana­li­zo las pro­pues­tas sé per­fec­ta­men­te si pue­den entrar en el catá­lo­go o no. Por lo gene­ral, el catá­lo­go de Gallo Nero tie­ne cier­ta debi­li­dad por el siglo XX, tan­to en la fic­ción como en la no ficción.

¿Hay libros que te hayan gus­ta­do pero tenías la cer­te­za de que no podías publi­car­los? ¿Qué se sien­te en ese momento?

Al prin­ci­pio sufría mucho más, era frus­tran­te… Aho­ra paso pági­na ense­gui­da. No recuer­do quién fue, creo un edi­tor, quien me dijo que hay muchos libros en el mun­do, no hay que sufrir por uno que no se pue­de publicar.

¿Por qué regre­sa­mos a tex­tos del pasa­do? ¿Cuál es su valor?

El hecho de ser tex­tos del pasa­do no repre­sen­ta una cali­dad en sí, pero la idea de mi catá­lo­go y su cone­xión con el pasa­do inten­ta refle­jar cier­ta con­cep­ción de la His­to­ria, que a mi pare­cer no es lineal sino cir­cu­lar. Es por esta razón que pon­go mi mira­da sobre tex­tos gene­ra­cio­na­les o refle­xio­nes sobre los gran­des cam­bios polí­ti­cos y socia­les del siglo XX.

¿Qué tex­to fue el más com­pli­ca­do de edi­tar? ¿Cuál ha des­per­ta­do más opi­nio­nes encon­tra­das? ¿A cuál tie­nes más cari­ño? (Tal vez la res­pues­ta a estas tres sea la misma).

Ha habi­do muchos tex­tos «con­flic­ti­vos»; por lo gene­ral sue­le ocu­rrir con una tra­duc­ción no logra­da que obli­ga a un tra­ba­jo pro­fun­do de revi­sión y casi siem­pre con poco mar­gen de tiem­po. El libro al que ten­go más cari­ño es segu­ra­men­te el que sal­drá en noviem­bre. Ha sido muy desea­do. En 2012 vol­ví del fes­ti­val de Angou­le­me con la ver­sión fran­ce­sa y tar­dé tres años en poder cerrar la com­pra de dere­chos. Es un man­ga, una obra cul­to de un autor excep­cio­nal y tam­bién con­flic­ti­vo. Todo el pro­ce­so ha sido una lar­ga his­to­ria de amor.

Los libros que salen en Gallo Nero ayu­dan a com­pren­der un mun­do que en cier­to modo no exis­te (sea por su carác­ter fic­ti­cio, cine­ma­to­grá­fi­co, o del pasa­do). ¿Es esto inten­cio­nal, o se ha ido dan­do con el tiempo?

En mi opi­nión no hay mun­dos que no exis­ten, la lite­ra­tu­ra tie­ne el poder cua­si reli­gio­so de hacer resu­ci­tar mun­dos ente­ros con sus habi­tan­tes, sus lágri­mas y sus risas… Me encan­ta devol­ver la pala­bra a escri­to­res que para mí han repre­sen­ta­do mucho y cuyas ver­da­des siguen gol­peán­do­me como una ráfa­ga de vien­to repentina.

¿Qué tie­ne Paso­li­ni que aún influ­ye en nues­tra per­cep­ción de lo que es la inte­lec­tua­li­dad y el arte?

Paso­li­ni fue un inte­lec­tual, no se aco­mo­dó en un sofá miran­do el espec­tácu­lo de cómo unos pocos des­po­ja­ban sal­va­je­men­te el mun­do. Tenía ese raro don de la luci­dez para leer entre líneas e inter­pre­tar los hechos. Aun­que, en mi opi­nión, lo más impor­tan­te e impac­tan­te fue la cons­tan­te denun­cia y los vanos inten­tos de adver­ten­cia hacia una pobla­ción cega­da por la super­fi­cia­li­dad de la socie­dad de con­su­mo. Es aquí, en la denun­cia públi­ca, don­de está su fuer­za. Otros inte­lec­tua­les vie­ron y enten­die­ron, pero no todos denun­cia­ron y menos con la vio­len­cia con la que él lo hizo.

¿Por qué te lan­zas­te a este pro­yec­to? ¿Qué mue­ve a un edi­tor a publi­car deter­mi­na­das colecciones?

Gallo Nero es un pro­yec­to voca­cio­nal, con­tie­ne todas mis ambi­cio­nes y mi con­fian­za en cier­to tipo de lec­tor que como yo con­si­de­ra que la lec­tu­ra no es solo un momen­to de ocio sino un momen­to mági­co, inves­ti­do de cier­ta sacralidad.

Ciclis­mo, boxeo, alpi­nis­mo…, ¿qué otros repor­ta­jes sobre depor­tes épi­cos saca­rías? (Como ex-tira­dor de esgri­ma, ten­go que con­fe­sar que echo de menos libros al res­pec­to… y tal vez de aje­drez). ¿Cómo están funcionando?

Me encan­ta la épi­ca del depor­te y me encan­ta el bino­mio lite­ra­tu­ra y depor­te. Todo lo que he publi­ca­do sobre boxeo y ciclis­mo tam­bién es del siglo XX.

Me emo­cio­na la face­ta huma­na y pri­mi­ti­va que se expre­sa en el depor­te, con sus reglas tan bási­cas (aun­que aho­ra inten­ten com­pli­car­las). A raíz de publi­car ese tipo de libros me di cuen­ta de que hay un públi­co muy fiel y muy exper­to, y están fun­cio­nan­do bien: El Giro de Ita­lia de Dino Buz­za­ti que publi­ca­mos hace un año está prác­ti­ca­men­te ago­ta­do, y El Tour de Fran­cia está yen­do muy bien. De momen­to voy a seguir con el ciclis­mo: quie­ro cerrar la tri­lo­gía con un libro dedi­ca­do a La Vuel­ta, y res­pec­to a otros depor­tes me encan­ta­ría publi­car algo sobre aje­drez… Sé que El País tuvo un cro­nis­ta míti­co que comen­ta­ba en sus pági­nas par­ti­das legen­da­rias. Continuará…

Rostros que forman parte del catálogo y de la estética de la editorial (fotomontaje: Gallo Nero).

Ros­tros que for­man par­te del catá­lo­go y de la esté­ti­ca de la edi­to­rial (foto­mon­ta­je: Gallo Nero).

¿Qué obse­sio­nes per­so­na­les como edi­to­ra aca­ban apa­re­cien­do en la con­fec­ción del catá­lo­go? ¿Crees que, como sue­le decir­se, los libros que edi­tas con­for­man tu biblio­te­ca más personal?

Ya no son mi biblio­te­ca per­so­nal, en el catá­lo­go están mis gus­tos pero siem­pre adap­ta­dos al sello. Como todo edi­tor inde­pen­dien­te, me per­mi­to de vez en cuan­do capri­chos y los dis­fru­to aun­que comer­cial­men­te resul­ten peque­ños sui­ci­dios pero no pue­do evi­tar­lo…, es como si aflo­ra­ra de repen­te un men­sa­je encrip­ta­do: «Ese libro soy yo».

Sobre la colec­ción «Pic­co­la», apar­te del home­na­je al catá­lo­go de Adelphi, la exten­sión de los tex­tos, y el gui­ño al carác­ter más noble del perio­dis­mo, ¿qué otros aspec­tos la han ido definiendo?

Defi­ni­ti­va­men­te el carác­ter perio­dís­ti­co de los tex­tos defi­ne la colec­ción así como su exten­sión. Creo en el valor del buen perio­dis­mo, año­ro su face­ta ínte­gra y res­pon­sa­ble, es un ofi­cio que está sien­do menos­pre­cia­do y me due­le. Res­ca­tan­do tex­tos de este tipo inten­to que el lec­tor pue­da vol­ver a con­fiar en esa mira­da que no es la de un narra­dor sino de un pro­fe­sio­nal de la escri­tu­ra al ser­vi­cio de la socie­dad. Por otro lado, la colec­ción tam­bién incor­po­ra tex­tos que defino «raros», entre fic­ción y no fic­ción, y que son peque­ñas joyas escondidas.

¿Cómo fun­cio­na la dis­tri­bu­ción? ¿Qué podría mejorar?

Estoy en manos de gran­des pro­fe­sio­na­les, ten­go una dis­tri­bu­ción nacio­nal, pero por supues­to el nego­cio del libro es muy com­pli­ca­do y a las peque­ñas edi­to­ria­les no nos que­da mucho mar­gen de manio­bra. Tal y como está plan­tea­do el sis­te­ma veo invia­ble pres­cin­dir de una dis­tri­bui­do­ra, no tene­mos estruc­tu­ras logís­ti­cas ni medios para crear­la, así que de momen­to ceder la mitad de nues­tra fac­tu­ra­ción a una dis­tri­bui­do­ra es la úni­ca opción.

¿A qué res­pon­de el cam­bio de dise­ño de los cua­tro pri­me­ros títu­los (de Dia­rio de a bor­do…El Ate­neo, si no me equi­vo­co) res­pec­to al resto?

Publi­ca­mos los pri­me­ros cua­tro libros con otra idea de línea edi­to­rial, pero pron­to nos dimos cuen­ta de que era invia­ble; al no tener una plan­ti­lla fija tenía­mos que plan­tear­nos el dise­ño de cubier­ta ex novo por cada título.

Fue por esto que deci­di­mos pen­sar en ele­men­tos fijos del dise­ño y a par­tir de ahí solo inser­tar una ima­gen. La ver­dad es que ha sido una rec­ti­fi­ca­ción muy acer­ta­da, no solo por­que se tomó con rapi­dez sino tam­bién por­que aho­ra nues­tras cubier­tas son muy reco­no­ci­bles y han ayu­da­do mucho a crear una iden­ti­dad que tan­to lec­to­res como libre­ros pudie­ran reco­no­cer enseguida.

¿Con­si­de­ras que nues­tra socie­dad lee poco, o peor que antes? En caso afir­ma­ti­vo, ¿qué solu­ción sería la más acuciante?

Se lee poco y me da mucha tris­te­za, no solo como pro­fe­sio­nal sino a nivel per­so­nal. Yo no me ima­gino un mun­do sin libros y más mie­do me da un futu­ro pobla­do de no lec­to­res. Lo que se lee y cómo se lee tam­bién es impor­tan­te. ¿Solu­cio­nes? Lo veo com­pli­ca­do, aun­que sigo con­fian­do en que se reto­men los pla­nes de fomen­to a la lec­tu­ra, con­fío en que las biblio­te­cas vuel­van a tener un papel impor­tan­te en la difu­sión y que los libre­ros no cedan y resis­tan ante la ava­lan­cha de libros de usar y tirar, o de obje­tos no bien iden­ti­fi­ca­dos que poco tie­nen que ver con la lectura.

¿Qué pró­xi­mos retos te plan­teas? ¿Abri­rías otras colecciones?

El prin­ci­pal reto aho­ra mis­mo es man­te­ner­me y poder seguir publi­can­do todos los libros que con­si­de­ro nece­sa­rios y que mere­cen ser res­ca­ta­dos del olvi­do. Abrir una nue­va colec­ción me ape­te­ce mucho, estoy valo­ran­do un pro­yec­to, y aun­que todo va muy des­pa­cio con­fío en que vea la luz… Me haría mucha ilusión.

Foto­gra­fía de Dona­te­lla Ian­nuz­zi: ©Fan­ci Calvo.

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