Edward St. Aubyn

Apa­re­cen en Espa­ña, reu­ni­das en un úni­co volu­men, las tres pri­me­ras nove­las de la saga de los Mel­ro­se cen­tra­das en Patrick Mel­ro­se, a quien vemos cre­cer y evo­lu­cio­nar a lo lar­go de la his­to­ria. Publi­ca­das por Lite­ra­tu­ra Ran­dom Hou­se bajo el títu­lo gené­ri­co de El padre, «Da igual», «Malas noti­cias» y «Algu­na espe­ran­za» con­for­man un duro y com­ple­jo tríp­ti­co que algu­nos han que­ri­do ver como auto­bio­grá­fi­co. Nada más lejos de las inten­cio­nes de Edward St. Aubyn (Corn­wall, Ingla­te­rra, 1960) quien, sí, se ins­pi­ra en algu­nas expe­rien­cias fami­lia­res y en un entorno social que cono­ce bien por desig­nios del des­tino, el aris­to­crá­ti­co, para desa­rro­llar la fic­ción que se ha pro­lon­ga­do con otras dos nove­las de pró­xi­ma apa­ri­ción. Aubyn visi­tó Bar­ce­lo­na para par­ti­ci­par en el ciclo «Luga­res: diá­lo­gos con escri­to­res bri­tá­ni­cos», orga­ni­za­do por el Cen­tre de Cul­tu­ra Con­tem­po­rà­nia de Bar­ce­lo­na y el Bri­tish Coun­cil. Des­de lue­go, la tras­cen­den­cia del lugar resul­ta sig­ni­fi­ca­ti­va en la vida del pro­ta­go­nis­ta de la saga que moti­va este encuentro.

¿Estás can­sa­do de hablar de Patrick Mel­ro­se, des­pués de tan­tos años?

La ver­dad es que no, de hecho me com­pla­ce y me ale­gra mucho ver mis libros en un nue­vo país, tra­du­ci­dos a otra len­gua. Resul­ta, por otra par­te, un tan­to extra­ño, por­que son obras que empe­cé a escri­bir en 1988 y que en Espa­ña se publi­can por pri­me­ra vez cator­ce años des­pués, así que, por un lado, ten­go la sen­sa­ción de que mi vida ha avan­za­do con­si­de­ra­ble­men­te pero, por el otro, con­ti­núo engan­cha­do a una cuer­da que me tira hacia atrás y que me devuel­ve al pasa­do en Ita­lia, en Ale­ma­nia o aho­ra en Espa­ña. Con lo que ini­cial­men­te me crea una cier­ta ansie­dad vol­ver a hablar de los Mel­ro­se, aun­que con las entre­vis­tas voy entran­do en calor y me suel­to un poco más. Al prin­ci­pio es algo delicado.

¿Estás de acuer­do en la mane­ra en que se han publi­ca­do en Espa­ña las tres pri­me­ras nove­las, con El padre como títu­lo genérico?

Es una deci­sión muy inte­li­gen­te. Estos tres libros los con­ce­bí des­de el pri­mer momen­to como una tri­lo­gía. Creo que con la pers­pec­ti­va del tiem­po se ve que están per­fec­ta­men­te domi­na­dos por el padre. Pen­sé, duran­te mucho tiem­po, que iban a ser los úni­cos que escri­bi­ría para la saga. Cuan­do vol­ví a recu­pe­rar a los Mel­ro­se lo hice con la madre como per­so­na­je domi­nan­te y pre­ci­sa­men­te La madre será el títu­lo que ten­drá la edi­ción con las dos nove­las que siguen a las publi­ca­das aho­ra. Me pare­ce un lujo poder­los bau­ti­zar así. Aña­di­ría que los títu­los en inglés tie­nen un doble sig­ni­fi­ca­do, un jue­go de pala­bras. «Never Mind» se ha tra­du­ci­do como «Da igual», pero tam­bién se pue­de inter­pre­tar como no poder pres­tar aten­ción a algo por­que es dema­sia­do dolo­ro­so. «Bad News» jue­ga con la idea de la muer­te del padre como mala noti­cia, pero en reali­dad no lo es tan­to. Al mis­mo tiem­po, en la nove­la, es una bue­na noti­cia. Por últi­mo, «Some Hope» es «Algu­na espe­ran­za» pero usa­do con sar­cas­mo se refie­re a algo abso­lu­ta­men­te impo­si­ble. En inglés se man­tie­ne esa doble inter­pre­ta­ción que no siem­pre pue­de tra­du­cir­se, así que es mejor pasar pági­na con algo nue­vo, como este títu­lo que enmar­ca a las tres novelas.

Son obras muy dife­ren­tes. ¿Tuvo algo que ver tu esta­do aní­mi­co, emo­cio­nal y per­so­nal en el momen­to en que te pusis­te a escri­bir cada una de ellas? ¿El tono fue premeditado?

Cada nove­la está situa­da en un lugar y trans­cu­rre en un día, en pocas horas. Son como foto­gra­fías de un momen­to deter­mi­na­do. Por tan­to, cada una se adap­ta a la atmós­fe­ra pro­pia de la edad de Patrick. En la pri­me­ra tie­ne cin­co años, con lo que situa­mos la esce­na en una casa, el len­gua­je es más sen­ci­llo, no hay alu­sio­nes lite­ra­rias por­que no serían pro­pias de un niño de esa edad. En la segun­da nos encon­tra­mos con un Patrick heroi­nó­mano, es una esce­na satu­ra­da con un mon­tón de voces en para­le­lo. Hay refe­ren­cias y alu­sio­nes lite­ra­rias como el Infierno de Dan­te, a Camus, a El cora­zón de las tinie­blas de Con­rad, y a otras muchas. Eso es así por­que se encuen­tra en otra dimen­sión, está abso­lu­ta­men­te cen­tra­do en su pro­pia con­cien­cia y ade­más car­ga­do de alu­ci­na­cio­nes, por lo que los imputs sólo pue­den ser los suyos y los de su cabe­za, con esas voces que escu­cha. En la ter­ce­ra hay una mejo­ra del per­so­na­je, pero hay que ver­la a la luz de un con­tex­to social más amplio, de per­so­na­jes que le dan a Patrick otros pun­tos de vis­ta sobre su pro­pio padre gra­cias a los cua­les empie­za a ser capaz de per­do­nar, de con­si­de­rar esas otras opi­nio­nes o de tener un des­ape­go res­pec­to al padre, ini­cian­do su vida como tal. Es decir, que las dife­ren­cias son sobre todo orgá­ni­cas y rela­cio­na­das con el esta­do de Patrick en cada momen­to de su vida.

Recu­pe­ran­do el tema de las refe­ren­cias lite­ra­rias y recu­rrien­do a la psi­co­lo­gía bara­ta, tenien­do en cuen­ta que una de las lec­tu­ras pre­fe­ri­das de Patrick es El mito de Sísi­fo, ¿podría­mos con­si­de­rar al padre como una metá­fo­ra de la roca, al menos has­ta el final de la ter­ce­ra novela?

Me gus­ta esa idea [se que­da pen­sa­ti­vo]. No sé qué aña­dir a eso. El úni­co trau­ma que me que­da es ser entre­vis­ta­do sobre mi tra­ba­jo anterior.

Si quie­res habla­mos de futu­ros trabajos.

¡Sí! [ríe]. Bueno, esta­ba pen­san­do en que mi padre se aca­bó con­vir­tien­do en David Mel­ro­se. Es como una roca que va avan­zan­do y acom­pa­ñán­do­me en el tiempo.

En la pri­me­ra de las nove­las Patrick le pre­gun­ta a su padre qué es lo que más impor­ta en el mun­do y le res­pon­de «obser­var­lo todo». Es un buen con­se­jo, lle­va­do al arte de la escri­tu­ra. ¿Apli­cas este recur­so cuan­do escri­bes, más allá de la introspección?

Abso­lu­ta­men­te. Como ade­más el libro habla de trans­for­mar una vida tóxi­ca en algo útil, diría, y entro por una vez en una cues­tión per­so­nal, que mi padre me dio dos con­se­jos úti­les en su vida y ambos están cita­dos en el libro. Uno es el que men­cio­nas y el segun­do es «si tie­nes algún talen­to uti­lí­za­lo, por­que si no lo haces serás des­gra­cia­do toda tu vida». El res­to de cosas que me dijo fue­ron des­agra­da­bles o fal­sas, pero estas dos cues­tio­nes me fue­ron muy úti­les. Así que ya ves, inclu­so un con­se­jo tóxi­co se pue­de con­ver­tir en algo práctico.

El padre¿Pesa mucho el lugar geo­grá­fi­co don­de trans­cu­rren las his­to­rias? ¿Has­ta que pun­to te preo­cu­pa que haya una vin­cu­la­ción entre el lugar, los hechos y los personajes?

Creo que la tras­cen­den­cia del lugar es algo que deben juz­gar los lec­to­res. Lo que con­si­de­ro es que el hecho de con­tar cada libro en un lugar y en un momen­to deter­mi­na­dos le da dos carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas al rela­to. Una es la fuer­za y la otra es la sim­pli­ci­dad, espe­cial­men­te tenien­do en cuen­ta que los con­te­ni­dos son de una fuer­za desin­te­gra­do­ra muy poten­te. Así que sí, me gus­ta­ría pen­sar que el lugar tie­ne tras­cen­den­cia. En cuan­to a si me preo­cu­pa la vin­cu­la­ción de luga­res, hechos y per­so­na­jes, ¿pue­des ser más concreto?

Cada momen­to está uni­do inevi­ta­ble­men­te con el espa­cio en el que se desa­rro­lla y con cómo inter­ac­cio­nan los per­so­na­jes entre ellos y en el lugar. Me pare­ce una mar­ca espe­cial­men­te sig­ni­fi­ca­ti­va en tus libros, inclu­so por la mane­ra en que mue­ves a los per­so­na­jes o el rit­mo de la narración.

Estoy de acuer­do y, efec­ti­va­men­te, lo que inten­to es mos­trar unos luga­res muy vivos con sus deta­lles en la cam­pi­ña ingle­sa, en la Nue­va York de los años 80… o en la Pro­ven­za, cuan­do recu­rro a la ima­gen de la lagar­ti­ja en la pared o las hor­mi­gas. Todas estas cosas me pare­cen impor­tan­tes y sobre todo diría que, si habla­mos de des­crip­cio­nes, para mí lo bási­co son los deta­lles lumi­no­sos, más que un párra­fo des­crip­ti­vo al deta­lle. Escri­bo pocas des­crip­cio­nes lar­gas que expli­quen el físi­co de los per­so­na­jes o un lugar con­cre­to, pero sí me gus­tan los deta­lles que se inser­tan en el flu­jo narra­ti­vo. ¿Las des­crip­cio­nes de los luga­res te pare­cen con­vin­cen­tes? ¿Tenías una idea cla­ra de ellos a par­tir del texto?

Del lugar espe­cí­fi­co no, del entorno en el que están los per­so­na­jes sí, pero has­ta que no lo citas con algún deta­lle se hace difí­cil ubi­car el pun­to geo­grá­fi­co, es evi­den­te. Lo que le suce­de a Patrick en Nue­va York sólo le pue­de ocu­rrir allí.

Mucha gen­te vivió ese Nue­va York que apun­ta­bas, con los clubs, los con­tras­tes y esa vida. Sólo le podía pasar allí y en ese épo­ca, tie­nes razón. Pero dis­cre­po un poco de lo que dices en el sen­ti­do de que, por ejem­plo, en Da igual, el pri­mer libro, el lugar apa­re­ce bas­tan­te rápi­da­men­te cuan­do ya en la pri­me­ra esce­na mues­tro al padre con un albor­noz, mane­jan­do la man­gue­ra y liqui­dan­do hor­mi­gas. Eso te hace sen­tir en un entorno cáli­do, los cria­dos van con las san­da­lias y pue­des oír el «clic-clac» cuan­do cami­nan. Esto ya se mar­ca des­de el prin­ci­pio para que te hagas una com­po­si­ción de lugar. Lo que sí creo abso­lu­ta­men­te es que cual­quier des­crip­ción tie­ne que estar al ser­vi­cio de un tema, no pue­de ser alea­to­ria, como tam­po­co lo podría ser un diá­lo­go. Ambas cosas han de estar al ser­vi­cio de la novela.

Por curio­si­dad, ¿dón­de trans­cu­rren los otros libros?

Mothe­r’s Milk suce­de en el Sur de Fran­cia, con una cuar­ta par­te que pasa en Nue­va York. At Last, la últi­ma, está con­cen­tra­da en Lon­dres, que prác­ti­ca­men­te no apa­re­cía en el res­to de la saga. Ade­más la acción trans­cu­rre en ape­nas cua­tro horas, aun­que inclu­yo algún flash­back en Nue­va York y Francia.

¿Qué edad tie­ne aho­ra Patrick?

En Mothe­r’s Milk cua­ren­ta y dos y en At Last cua­ren­ta y cinco.

Una de las cues­tio­nes que me he plan­tea­do al leer­te es si con­si­de­ras que tie­ne más impor­tan­cia lo que se hace que lo que se dice.

En Patrick, para mí, hay una uni­dad entre las dos cosas, entre lo que se dice y lo que se hace. Y a lo lar­go de los libros va avan­zan­do para lle­gar a ser capaz de hablar sin iro­nía. Si no pue­de duran­te todo el ini­cio, la media par­te y has­ta el finaldejar de hablar sin iro­nía es por nece­si­dad psi­co­ló­gi­ca, por­que en un momen­to dado fue par­ti­do en dos. Lo que te ofre­ce la iro­nía es la posi­bi­li­dad de estar y de aban­do­nar al mis­mo tiem­po, es como un recur­so retó­ri­co que te per­mi­te esa dua­li­dad entre la acción y lo que se está dicien­do. En Da igual, duran­te la vio­la­ción, se des­cri­be la ima­gen en la que el cuer­po está en la cama pero Patrick se esca­pa del momen­to visua­li­zan­do la lagar­ti­ja. Y eso se va desa­rro­llan­do pos­te­rior­men­te a otros nive­les. Cuan­do al final con­si­gue aban­do­nar esa iro­nía, triun­fa, pre­ci­sa­men­te en un doble sen­ti­do: el del habla y el de la acción.

¿Y en el caso del escri­tor, tra­ba­jan­do con la mate­ria pri­ma? Por ejem­plo, la mayo­ría de los diá­lo­gos resul­tan tre­men­da­men­te super­fi­cia­les. En «Algu­na espe­ran­za» los per­so­na­jes están más preo­cu­pa­dos por quién va a asis­tir a la cena que se pre­pa­ra que por cues­tio­nes más rele­van­tes, como el esta­do de Patrick. Pesa más la acción.

Sí, eso es cier­to. Antes esta­ba res­pon­dien­do pen­san­do en el via­je expe­rien­cial que hace Patrick, pero efec­ti­va­men­te hay muchí­si­mas carac­te­ri­za­cio­nes que mar­can esa bre­cha entre el dicho y el hecho. Pue­des ver la hipo­cre­sía, la trai­ción, la super­fi­cia­li­dad, la fri­vo­li­dad, fren­te a, o en para­le­lo al horror o a la infelicidad.

No quie­ro aca­bar sin pre­gun­tar­te qué lees, qué te gus­ta como lector.

He leí­do, y me gus­tó mucho, Los ena­mo­ra­mien­tos de Javier Marías. Tuvo una crí­ti­ca exce­len­te en The New York Times. Y últi­ma­men­te tam­bién he des­cu­bier­to a Ruth Ose­ki. La cono­cí el verano pasa­do y qui­se leer su últi­mo libro. Bási­ca­men­te leo cuan­do no escri­bo, así que estos son los que he leí­do des­de que aca­bé hace unos pocos meses mi últi­ma novela.

¿Y de los clá­si­cos? Se te ha com­pa­ra­do con gran­des mitos de la lite­ra­tu­ra ingle­sa, lo que ya pro­du­ce cier­to vér­ti­go, inclu­so a los lectores.

No es mi inten­ción pare­cer­me a nin­guno de ellos. Más bien soy de los que opi­nan que el obje­ti­vo de cual­quier autor es ser dis­tin­to a cual­quie­ra que haya habi­do antes, y no con­si­de­ro que mis libros sean deri­va­cio­nes, en el sen­ti­do de que sean resul­ta­do de cosas que haya leí­do. Segu­ra­men­te sí, pue­den haber algu­nas influen­cias, nos suce­de a todos los que bebe­mos de lo que lee­mos, es algo que nos aca­ba influ­yen­do. Podría citar a Henry James, la tri­lo­gía de Bec­kett, a Flau­bert, a Proust, entre otros, aun­que mis nove­las son total­men­te dis­tin­tas a cual­quie­ra de las que hayan podi­do escri­bir ellos. Es evi­den­te que inva­die­ron mi ima­gi­na­ción como lo hacen en cual­quier lec­tor que lea mucho a lo lar­go de su ado­les­cen­cia o, sobre todo, a par­tir de los vein­te años. Y, cómo no, aña­di­ría todas las lec­tu­ras que apa­re­cen refe­ren­cia­das en «Malas noticias».

Foto­gra­fía de Edward St. Aubyn: edwardstaubyn.com

* El padre. Edward St. Aubyn.
Tra­duc­ción de Crus Rodrí­guez Juiz.
Lite­ra­tu­ra Ran­dom Hou­se (Bar­ce­lo­na, 2013).

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