Una de las principales tareas con las que debe enfrentarse cualquier persona que se dedique a escribir es la de tener una buena historia que contar. Cuando se da con ella y se conoce la fórmula para trabajarla, solo queda esperar a que se abran las puertas correctas y que los lectores queden atrapados. Sospecho que, cuando en enero de 2013 la hasta entonces desconocida autora Dolores Redondo vio publicada El guardián invisible (Ediciones Destino, 2013), la primera de las novelas de su «Trilogía del Baztán», ya tenía claro que se le venía encima el éxito. Quizás no pensó que fuera de la magnitud que ha llegado a alcanzar, pero estas cosas se saben. Lo percibo cuando hablo con ella. La delata su firmeza vasca, la seguridad y claridad con la que responde sobre su trabajo, curtida en la labor promocional después de un año concediendo entrevistas, si sumamos las que forman parte de la campaña de lanzamiento de Legado en los huesos (también en Destino). Encontró la pócima y ya no hay manera de pararla.
La protagonista de estas novelas, la inspectora de la Policía Foral Amaia Salazar, carga con un tremendo pasado. La historia personal que arrastra desde su niñez al presente, junto a los crímenes que investiga, en los que intervienen personajes del imaginario popular vasco, ha atrapado a cientos de miles de lectores. El «enganche» nos pilló a muchos por sorpresa, incluso a los más exigentes apasionados del género policiaco. Con esta obra, que concluirá en cuanto aparezca el tercer volumen, «la Redondo» ha entrado a formar parte de la élite novelístico-criminal.
Como dicen en el Baztán,
si algo tiene nombre, existe
Se me hace difícil abordar aspectos de tus libros, porque cualquier cosa que cuente o que se nos escape del argumento puede chafar la lectura.
Uy, yo tengo mucho cuidado con eso. Tú pregunta que ya responderé sutilmente. Y si no se puede contar, lo ocultamos.
Uno de los temas más potentes de la trilogía, además de la incorporación de elementos mitológicos y del suspense, es la maternidad, algo que estaba desarrollado en la primera entrega a partir del pasado de la protagonista, y en lo que has avanzado en Legado en los huesos, con Amaia ya convertida en madre.
La mujer es un tema absolutamente central en toda la trilogía. Y el matriarcado. Si tenía tres pilares importantes eran la parte policiaca, con la investigación criminal, por otro lado la mitología, y por último el matriarcado, el concepto mujer dentro del mundo matriarcal. Y, por supuesto, la maternidad. Como dices, en la primera parte se abordaba la maternidad desde muchos aspectos: la maternidad muy deseada de Amaia que no llegaba, la horrible maternidad que ejercía su madre del modo más atroz sobre ella, la maternidad en la adopción que aparecía representada en los padres de una de las víctimas. Un montón de maneras de vivir la relación con los hijos: buenas, malas, mejores, peores… En la segunda parte la maternidad vuelve a tratarse porque forma parte de la naturaleza tradicional de los personajes, de la constitución del modo de ser de cada uno, tanto la maternidad que se presenta como la que no, la deseada, la malvada —de nuevo—, pero cobra un significado extra cuando le llega a Amaia porque, si ya la maternidad para cualquier mujer supone un alto nivel de exigencia, para Amaia tiene un añadido, el de su intención de ser la madre perfecta debido a que ella misma ha sufrido el resultado de una horrible maternidad. Por otra parte la aborda desde un punto de vista más contemporáneo, en el planteamiento de cómo la sociedad no ha sabido todavía conciliar del todo las exigencias del mundo laboral con respecto a las del mundo familiar. Y me refiero a ambos sexos, no solo a las mujeres. Se debate mucho entre lo que supone atender a los hijos y conciliar esa tarea con la vida laboral mientras seguimos realizándonos como profesionales. Pero ya te digo, Amaia cobra el extra de haber sufrido una infancia horrible y conservar ese hándicap de superación con la maternidad que tiene, quizás, idealizada.
Cuesta mucho imaginarse llegando a casa y levantarle la mano a una de estas mujeres, porque la hostia te va de vuelta
Respecto al matriarcado habrá gente que lo pueda entender como algo desfasado, perteneciente a épocas pasadas y muy duras, pero sus valores deberían ser reivindicados.
Es mi propia familia. Todos los varones de mi familia son marinos, siempre trabajaron fuera. Las mujeres estaban obligadas a ser fuertes, tenían que ser capaces, independientes. Los apoyos los recibían siempre de otras mujeres. Cuando el varón llegaba a casa no significaba que estuviese denostado, ni muchísimo menos. Se le procuraba descanso, no cargarle de las cosas cotidianas. Claro que vivía un poco preservado, era el que trabajaba, el que estaba fuera, el que se jugaba la vida en el mar, pero cuando venía a casa las mujeres solventaban el reposo. Es una manera de vida muy extendida por toda la costa del Cantábrico y por buena parte del Pirineo. Sabía que debía ubicar la historia en un lugar como este, donde en efecto se daba. Me parece un buen modo de vida. ¿Ventajas? Te puedo decir que tengo trato directo con el comisario de policía del Baztán, y me decía que uno de los aspectos en los que el matriarcado resulta muy positivo es en el de que apenas hay maltrato a la mujer. Primero por el apoyo entre ellas. Y segundo porque las féminas están fortalecidas en su carácter por siglos. Además están acompañadas. El contacto entre ellas es constante. Así es imposible que una mujer en esa zona salga con una marca en la cara y nadie se meta en su vida. Su hermana, su prima, su cuñada, su amiga, estarán alertas. Resultaría rarísimo que alguna mujer recibiera malos tratos. Según el comisario las raras veces en que se ha dado un caso son por cuestiones muy concretas, pero no es lo habitual porque están muy arropadas. Un amigo me decía que cuesta mucho imaginarse llegando a casa y levantarle la mano a una de estas mujeres, porque la hostia te va de vuelta, y vienen su hermana, su prima y su madre y te dan entre todas.
Desde un primer momento has presentado esta historia como una trilogía, con lo que conlleva en su concepción unitaria.
Tienes que entender que la novela está sin acabar, es una historia en tres partes. Me niego a hacer clubs de lectura porque están concebidos para solventar dudas y hay cosas que no puedo contar aún. Conozco el final, pero está en la tercera parte. Siempre explico que la novela no es lineal, es como un iceberg, comienza por la punta con contundencia pero con poca información. Pasan una serie de cosas pero falta chicha. En El guardián invisible presento a Amaia, una mujer adulta, inspectora de homicidios que sufre un terrible estrés postraumático y vas descubriendo que es por algo que ocurrió en su infancia. Y llegas a saber qué fue. Y ahí se queda. En Legado en los huesos entro a explicar qué sucedió para que ocurriera aquello que traumatizó a Amaia. Y en la tercera parte sabremos para qué. ¿Se trataba de locura, de trastorno o había alguna motivación detrás? Veremos qué razones llevan a estos comportamientos que leemos en las dos primeras entregas. Y se explicará ese coqueteo entre la locura y el mal, esa fina línea que se puede traspasar en ambas direcciones. ¿Es cierto que hay quien termina por cometer un acto terrible porque está loco, porque ha perdido sus facultades mentales? Hay quien lo hace al revés, que a fuerza de tocar y jugar donde no debe va perdiendo la razón, adentrándose en un mundo oscuro que está en nuestra propia mente, en el monstruo que tenemos dentro.
Entre la generación de mis padres y la mía no se transmitió ni el comer cocido de garbanzos ni los cuentos de brujas
No es muy habitual en la novela policiaca la inserción de elementos mitológicos. ¿Te interesaste por la mitología antes de plantearte toda esta historia?
Sí, porque es parte de mi propia raíz cultural. Soy vasca, qué te voy a contar. Tenía una abuela que desde pequeña me hablaba de brujas, de basajauns, de los espíritus del bosque, de las apariciones demoniacas, de los ataques a los caseríos… Cosas que cuando tienes siete años estimulan la imaginación. Y te hacen dormir con la luz encendida.
Hablamos de tradición oral, claro.
Es que la mayoría de las leyendas se han transmitido de ese modo. Es cierto que ha habido una generación, que ha podido ser la mía probablemente, que se perdió todo esto. Entre la de mis padres y la mía no se transmitió ni el comer cocido de garbanzos ni los cuentos de brujas, porque se habían convertido en historias de viejas y en cosas en las que no había que prestar crédito. Y más como las contaban las abuelas, que era algo presuntamente real. El mal de ojo, las brujas, los seres demoniacos, el bien y el mal, de lo que te tenías que proteger, la serie de rituales que existían para ahuyentar todo lo malo… La generación de mis padres ya no las han transmitido. Tuve la suerte de tener una abuela que sí. Y también la de que algunos antropólogos interesados por este comportamiento en los medios rurales trabajaran para salvaguardar el legado. Es curioso que bien entrado el siglo XX la gente se trasladara a las ciudades, todo el mundo era muy moderno y viajaba a Londres, y sin embargo en las zonas rurales seguían conservándose costumbres y protecciones contra las brujas, para tener cosechas, para salvaguardar la salud del ganado. Y todo tenía que ver con hechicerías. Lo recogió muy bien Julio Caro Baroja, que es uno de mis referentes de cabecera para documentarme. Y José Miguel de Barandiarán, un sacerdote, antropólogo y arqueólogo nacido en Ataún, una localidad vasca donde había mucha tradición de seres mágicos y de brujería. Desde pequeño se interesó en estas leyendas y cuando fue adulto se dedicó a recopilar todas las historias. Lo mejor es que las recogió tal y como se las contaban. Si tienes la oportunidad de acceder a alguno de sus libros verás que las escribe haciendo una transcripción literal, lo que permite que se advierta la forma de hablar de los aldeanos, un poco ruda, quizás no muy cultivada. Y logra transmitir el miedo que tenían, porque daban credibilidad a estos relatos. En ningún momento hace burla ni pretende interpretar las historias. Es muy respetuoso. Para ser sacerdote, y además jesuita, es notable su esfuerzo por recuperar algo que podría haber rechazado de pleno. Es una de las fuentes de documentación que utilizo.
En Legado en los huesos también ofreces pinceladas históricas, algo que no contemplaste en la primera entrega.
¿Sabes qué ocurre? Para mí la suerte ha sido elegir el Valle del Baztán y, concretamente, Elizondo. Es un caramelo. No quise escribir una novela histórica aunque podría hacerlo. Tampoco una novela de aventuras, y me daría mucho juego. Entre los agotes que llegaron por el Pirineo, los que se fueron a las Américas convirtiéndose en indianos… Navegaron en la Real Compañía de Caracas, fueron a Venezuela y tuvieron encuentros con piratas, cruzaron tormentas, regresaron… Hay un caso muy notable, el de Braulio Iriarte. Fue vecino de Elizondo, incluso hay una calle que lleva su nombre. Se fue a América y fundó el grupo cervecero Modelo, el de la cerveza Corona. Este señor volvió a Elizondo y se convirtió en benefactor del pueblo. Como él hubieron otros muchos que regresaron, levantaron sus casas, sus palacios. El pueblo es precioso, está muy bien conservado y tiene cosas notables. Casas de indianos con sus escudos, porque son hidalgos y todos pueden poner su emblema como distintivo. Y no hay que olvidar la presencia de la Inquisición. El nombre mismo de Amaia Salazar, la protagonista de la trilogía, está tomado de Alonso de Salazar y Frías, el gran inquisidor que, además, fue muy crítico con el proceso a las brujas de Zugarramurdi, precisamente tras su investigación en el Valle del Baztán. Después del Auto de Fe de 1610 se fue a vivir al valle durante un año para investigar la presencia demoniaca. Llegó a la conclusión de que era algo puramente cultural, muy arraigado y antiguo que provenía de convicciones primitivas de esa primera religión que tenía más de druida, más relacionada con la naturaleza. Al llegar el cristianismo se mezcló todo y la Inquisición determinó que estas creencias estaban vinculadas al demonio. En ese año en el Baztán, Salazar y Frías consiguió casi siete mil autoinculpaciones de brujería. Y otras tres mil y pico denuncias a terceros. Y sin embargo volvió a Logroño y le dijo a los otros inquisidores que no había demonio en el Baztán. Consiguió, con su estudio, parar las ejecuciones. No volvió a morir nadie en la hoguera acusado de practicar brujería.
Comentabas antes lo de que en las últimas décadas del siglo pasado se le dio la espalda al mundo rural. Ahora parece que le devolvemos la mirada.
Sí, hubo una generación que se adaptó y se hizo urbanita. Ahora nos hemos dado cuenta de que el cocido está buenísimo y se quiere recuperar la raíz. Además, si aceptamos y nos atraen tanto las historias de otras culturas, por qué no conocer la nuestra, si el imaginario de este país está lleno de criaturas espirituales, de fuerzas de la naturaleza, de hadas del agua, de seres de la tierra, de pequeñas criaturas que viven bajo los puentes. ¿Por qué no las vamos a recuperar, si son parte de nuestra tradición? Y muchas son más antiguas que los hombres lobo o que los vampiros.
Aunque en la trilogía Amaia es la protagonista absoluta, todos los personajes parecen estar engarzados a ella, no hay ninguno que permanezca desconectado.
Una de las cosas que más me gustan de Amaia, además de que sea fuerte pero a la vez muy frágil, es el mar de dudas en el que se mueve siempre, no ve absolutos en ningún momento. Y el modo en que va tomando lo que todos los que están a su alrededor le dan y lo va colocando en su nevera particular, lo va dejando guardado, no lo descarta, no se ríe, no lo juzga. Lo tiene ahí porque luego, en un momento determinado, lo mezcla todo y es de lo que echa mano. Ella no es tan lista ni lo sabe todo, se tiene que alimentar de lo que le va llegando, de Montes que es de la vieja escuela, del inspector Iriarte, que es más corporativista, del subinspector Zavalza, que es un tipo mucho más furioso, de Jonan, que es más sensible… Entre ellos le van dando visiones diferentes de las cosas y que Amaia no descarta. Aunque parezca que no hace mucho caso está pendiente. Para formarte un criterio necesitas escuchar. Y ella escucha.
Todas las víctimas lo son, pero las infantiles son más víctimas porque no tienen voz
Amaia escucha, algo que tiene su sentido, teniendo en cuenta que su vida ha estado repleta de silencios.
Es el silencio que puebla la infancia de los maltratados. Todas las víctimas lo son, pero las infantiles son más víctimas porque no tienen voz. Y cuando la tienen nadie les escucha, en la mayoría de los casos. Su mundo es el silencio. Es sorprendente cuántas de estas cosas bochornosas que pasan dentro de los hogares se silencian, se guardan y se crece con ellas. Y se intenta vivir con ellas.
Hablemos del proceso de escritura. He leído que escribes en agendas usadas.
Encuadernadas. Antes escribía en hojas sueltas y las perdía. Las agendas caducadas van muy bien, porque hay muchas que se quedan con apenas tres apuntes. Como escribo a mano, las voy llenando y guardando.
¿Y escribes en orden?
Depende. Hay una parte que hay que hacer en orden. No voy a dictar absolutos, es la técnica que utilizo yo. Para mí hay que hacer en orden el guión, la definición de las escenas y qué vas a contar en cada una. Luego ya puedo ir pasando de una parte a otra. Algún escritor me ha preguntado qué hago cuando estoy en un capítulo y me bloqueo, o no acabo de arrancar. Pues voy al siguiente, así de claro. Pero eso lo puedes hacer si previamente has trabajado un guión y sabes lo que va a pasar y de qué va la escena posterior. No deja de ser similar a lo que hace un director de cine, que si llueve rueda en interiores y si el tiempo le acompaña lo hace en exterior. La mayoría de las veces intento ir en orden pero en más de una ocasión he llegado a un punto en que no he podido seguir y he saltado al siguiente capítulo. Sucede por pura ansiedad, porque apetece escribir otra parte y abandonar la que tienes entre manos al comprobar que en ese momento no avanzas con ella. Hay momentos en la novela que los tengo tan claros, sobre todo las conversaciones, aunque ocurran tres o cuatro capítulos más adelante de donde me encuentre, que me meto enseguida. He conocido a otro escritor, de novela histórica, que me decía que también lo hace así, que puede escribir en el orden que quiera.
¿Tienes siempre presente en la narración el factor adictivo, que para mí es uno de tus puntos fuertes?
Eso es muy bueno, hace que el lector lea muy rápido y le produzca una especie de síndrome de abstinencia inmediato en cuanto acaba. Un adolescente me comentó que le escondían la novela a su madre para que preparara la cena. Y otro que le hacía lo mismo a su novia para que le hiciera caso. Muchos me transmiten que la leen con ansiedad pero que al terminar les provoca el mono. Esta lectura muy rápida suele llevar a otra más pausada en la que incluso se recupera el libro anterior para refrescar la memoria. Hay lectores que me dicen haber descubierto cosas que se les habían pasado por leerla rápido. Todos los detalles son como miguitas de pan que conducen a algún sitio. Puede dar la sensación —y esto me lo ha comentado algún lector— de que vas en una línea y de pronto la novela termina abruptamente. No es así porque, insisto, la novela no ha terminado, falta la tercera parte. No hay final aún. Pero aparte de eso, cada dato está para que el lector paciente que los vaya guardando encuentre hacia dónde vamos. No hay as en la manga.
La estructura en tres partes te asegura una atención lectora que va más allá de cada entrega.
Esta historia la he contado al revés. Empecé narrando los hechos pero no quería seguir un orden lógico. Y no es que esté al revés. Está al revés y una vuelta más.
Me fascina que me den un hecho y que,
a partir de él, se construya una historia
Y aquí chocamos otra vez con el iceberg.
Es que los icebergs se dan la vuelta. No me gustan las historias lineales, pero es por mi propio gusto por la literatura, por mis lecturas. Siempre me fascina que me den un hecho y que, a partir de él, se construya una historia. Puede parecer inconexo, pero cuando un hecho es lógico y se explica paso a paso no me seduce. Prefiero que pase algo y me lleven a conocer el porqué, el cómo, el cuándo.
Se viene hablando de la adaptación cinematográfica desde la publicación de El guardián invisible, pero ahora nos ha llegado también la noticia de la versión en cómic.
Es fantástico, me hace mucha ilusión.
¿Está previsto que se haga de las tres partes?
Inicialmente será con la primera. Saldrá a finales de este año. Lo va a hacer Ernest Sala y estoy muy contenta. Es otra manera de narrar la historia que, por todos estos aspectos del bosque, de las criaturas, de la parte mística, tiene todos los elementos para que funcione como cómic.
Y podremos ver a estos seres, la interpretación de Ernest.
Intentaré ayudarle. Existe bastante documentación sobre cómo son, hay grabados antiguos, algunos de la diosa Mari, interpretaciones prehistóricas que aparecen en algunas grutas, porque esta es la diosa primera, la madre.
De la que vas a dar más detalles en la tercera novela…
… que se titula Ofrenda a la tormenta. Mari es la diosa de la tormenta, hace uso de ellas para desplazarse, desencadenándolas por el cielo. Mari está presente en las tres novelas porque es la deidad central, pero tiene que haber una fuerza antagónica que no desvelaré quién es —te puedes hacer a la idea de que es otra criatura del imaginario, como el basajaun o como el tartalo—, y luego estará la presencia de las brujas como entidad social del Baztán.
Para acabar, explícame eso de que no vas a dejar a Amaia después de esa tercera historia que está por venir.
La trilogía termina con Ofrenda a la tormenta. Está pensada así, creo que no es honesto ni me apetece alargar la historia o hacer dos libros de una. Me siento muy cómoda con Amaia, conozco al personaje, sé cosas de ella, más de lo que se pueda leer en las novelas, y podría perfectamente recuperarla pero sería un nuevo caso, no el del Valle del Baztán ni el de su familia. Habrá cosas que siempre quedarán para la imaginación del lector, más cuando hablas de intangibles. Hay personas a las que estas leyendas les resultan creíbles y otras a las que no. Siempre defiendo que da igual si crees o no, lo importante es que hay gente que sí cree. Y esto mueve, es poderosísimo. Puedes no creer en el vudú, pero cientos de prostitutas nigerianas están sometidas para ejercer la prostitución bajo amenazas de vudú. Sus captores no necesitan recurrir a la violencia, les basta con eso. Y están aterrorizadas. Y para recuperar su libertad les tienen que devolver sus prendas, su pelo, las cosas con las que las someten. Cuando al fin recuperan sus pertenencias se sienten libres. Así que, como dicen en el Baztán, si algo tiene nombre, existe.
Foto de Dolores Redondo: © Alfredo Tudela
* El guardián invisible / Legado en los huesos.
Dolores Redondo.
Ediciones Destino (Barcelona, 2013).