Dolores Redondo

Una de las prin­ci­pa­les tareas con las que debe enfren­tar­se cual­quier per­so­na que se dedi­que a escri­bir es la de tener una bue­na his­to­ria que con­tar. Cuan­do se da con ella y se cono­ce la fór­mu­la para tra­ba­jar­la, solo que­da espe­rar a que se abran las puer­tas correc­tas y que los lec­to­res que­den atra­pa­dos. Sos­pe­cho que, cuan­do en enero de 2013 la has­ta enton­ces des­co­no­ci­da auto­ra Dolo­res Redon­do vio publi­ca­da El guar­dián invi­si­ble (Edi­cio­nes Des­tino, 2013), la pri­me­ra de las nove­las de su «Tri­lo­gía del Baz­tán», ya tenía cla­ro que se le venía enci­ma el éxi­to. Qui­zás no pen­só que fue­ra de la mag­ni­tud que ha lle­ga­do a alcan­zar, pero estas cosas se saben. Lo per­ci­bo cuan­do hablo con ella. La dela­ta su fir­me­za vas­ca, la segu­ri­dad y cla­ri­dad con la que res­pon­de sobre su tra­ba­jo, cur­ti­da en la labor pro­mo­cio­nal des­pués de un año con­ce­dien­do entre­vis­tas, si suma­mos las que for­man par­te de la cam­pa­ña de lan­za­mien­to de Lega­do en los hue­sos (tam­bién en Des­tino). Encon­tró la póci­ma y ya no hay mane­ra de pararla.

La pro­ta­go­nis­ta de estas nove­las, la ins­pec­to­ra de la Poli­cía Foral Amaia Sala­zar, car­ga con un tre­men­do pasa­do. La his­to­ria per­so­nal que arras­tra des­de su niñez al pre­sen­te, jun­to a los crí­me­nes que inves­ti­ga, en los que inter­vie­nen per­so­na­jes del ima­gi­na­rio popu­lar vas­co, ha atra­pa­do a cien­tos de miles de lec­to­res. El «engan­che» nos pilló a muchos por sor­pre­sa, inclu­so a los más exi­gen­tes apa­sio­na­dos del géne­ro poli­cia­co. Con esta obra, que con­clui­rá en cuan­to apa­rez­ca el ter­cer volu­men, «la Redon­do» ha entra­do a for­mar par­te de la éli­te novelístico-criminal.

Como dicen en el Baztán,
si algo tie­ne nom­bre, existe

Se me hace difí­cil abor­dar aspec­tos de tus libros, por­que cual­quier cosa que cuen­te o que se nos esca­pe del argu­men­to pue­de cha­far la lectura.

Uy, yo ten­go mucho cui­da­do con eso. Tú pre­gun­ta que ya res­pon­de­ré sutil­men­te. Y si no se pue­de con­tar, lo ocultamos.

Uno de los temas más poten­tes de la tri­lo­gía, ade­más de la incor­po­ra­ción de ele­men­tos mito­ló­gi­cos y del sus­pen­se, es la mater­ni­dad, algo que esta­ba desa­rro­lla­do en la pri­me­ra entre­ga a par­tir del pasa­do de la pro­ta­go­nis­ta, y en lo que has avan­za­do en Lega­do en los hue­sos, con Amaia ya con­ver­ti­da en madre.

La mujer es un tema abso­lu­ta­men­te cen­tral en toda la tri­lo­gía. Y el matriar­ca­do. Si tenía tres pila­res impor­tan­tes eran la par­te poli­cia­ca, con la inves­ti­ga­ción cri­mi­nal, por otro lado la mito­lo­gía, y por últi­mo el matriar­ca­do, el con­cep­to mujer den­tro del mun­do matriar­cal. Y, por supues­to, la mater­ni­dad. Como dices, en la pri­me­ra par­te se abor­da­ba la mater­ni­dad des­de muchos aspec­tos: la mater­ni­dad muy desea­da de Amaia que no lle­ga­ba, la horri­ble mater­ni­dad que ejer­cía su madre del modo más atroz sobre ella, la mater­ni­dad en la adop­ción que apa­re­cía repre­sen­ta­da en los padres de una de las víc­ti­mas. Un mon­tón de mane­ras de vivir la rela­ción con los hijos: bue­nas, malas, mejo­res, peo­res… En la segun­da par­te la mater­ni­dad vuel­ve a tra­tar­se por­que for­ma par­te de la natu­ra­le­za tra­di­cio­nal de los per­so­na­jes, de la cons­ti­tu­ción del modo de ser de cada uno, tan­to la mater­ni­dad que se pre­sen­ta como la que no, la desea­da, la mal­va­da de nue­vo, pero cobra un sig­ni­fi­ca­do extra cuan­do le lle­ga a Amaia por­que, si ya la mater­ni­dad para cual­quier mujer supo­ne un alto nivel de exi­gen­cia, para Amaia tie­ne un aña­di­do, el de su inten­ción de ser la madre per­fec­ta debi­do a que ella mis­ma ha sufri­do el resul­ta­do de una horri­ble mater­ni­dad. Por otra par­te la abor­da des­de un pun­to de vis­ta más con­tem­po­rá­neo, en el plan­tea­mien­to de cómo la socie­dad no ha sabi­do toda­vía con­ci­liar del todo las exi­gen­cias del mun­do labo­ral con res­pec­to a las del mun­do fami­liar. Y me refie­ro a ambos sexos, no solo a las muje­res. Se deba­te mucho entre lo que supo­ne aten­der a los hijos y con­ci­liar esa tarea con la vida labo­ral mien­tras segui­mos rea­li­zán­do­nos como pro­fe­sio­na­les. Pero ya te digo, Amaia cobra el extra de haber sufri­do una infan­cia horri­ble y con­ser­var ese hán­di­cap de supera­ción con la mater­ni­dad que tie­ne, qui­zás, idealizada.

Cues­ta mucho ima­gi­nar­se lle­gan­do a casa y levan­tar­le la mano a una de estas muje­res, por­que la hos­tia te va de vuelta

Res­pec­to al matriar­ca­do habrá gen­te que lo pue­da enten­der como algo des­fa­sa­do, per­te­ne­cien­te a épo­cas pasa­das y muy duras, pero sus valo­res debe­rían ser reivindicados.

Es mi pro­pia fami­lia. Todos los varo­nes de mi fami­lia son mari­nos, siem­pre tra­ba­ja­ron fue­ra. Las muje­res esta­ban obli­ga­das a ser fuer­tes, tenían que ser capa­ces, inde­pen­dien­tes. Los apo­yos los reci­bían siem­pre de otras muje­res. Cuan­do el varón lle­ga­ba a casa no sig­ni­fi­ca­ba que estu­vie­se denos­ta­do, ni muchí­si­mo menos. Se le pro­cu­ra­ba des­can­so, no car­gar­le de las cosas coti­dia­nas. Cla­ro que vivía un poco pre­ser­va­do, era el que tra­ba­ja­ba, el que esta­ba fue­ra, el que se juga­ba la vida en el mar, pero cuan­do venía a casa las muje­res sol­ven­ta­ban el repo­so. Es una mane­ra de vida muy exten­di­da por toda la cos­ta del Can­tá­bri­co y por bue­na par­te del Piri­neo. Sabía que debía ubi­car la his­to­ria en un lugar como este, don­de en efec­to se daba. Me pare­ce un buen modo de vida. ¿Ven­ta­jas? Te pue­do decir que ten­go tra­to direc­to con el comi­sa­rio de poli­cía del Baz­tán, y me decía que uno de los aspec­tos en los que el matriar­ca­do resul­ta muy posi­ti­vo es en el de que ape­nas hay mal­tra­to a la mujer. Pri­me­ro por el apo­yo entre ellas. Y segun­do por­que las fémi­nas están for­ta­le­ci­das en su carác­ter por siglos. Ade­más están acom­pa­ña­das. El con­tac­to entre ellas es cons­tan­te. Así es impo­si­ble que una mujer en esa zona sal­ga con una mar­ca en la cara y nadie se meta en su vida. Su her­ma­na, su pri­ma, su cuña­da, su ami­ga, esta­rán aler­tas. Resul­ta­ría rarí­si­mo que algu­na mujer reci­bie­ra malos tra­tos. Según el comi­sa­rio las raras veces en que se ha dado un caso son por cues­tio­nes muy con­cre­tas, pero no es lo habi­tual por­que están muy arro­pa­das. Un ami­go me decía que cues­ta mucho ima­gi­nar­se lle­gan­do a casa y levan­tar­le la mano a una de estas muje­res, por­que la hos­tia te va de vuel­ta, y vie­nen su her­ma­na, su pri­ma y su madre y te dan entre todas.

Des­de un pri­mer momen­to has pre­sen­ta­do esta his­to­ria como una tri­lo­gía, con lo que con­lle­va en su con­cep­ción unitaria.

Tie­nes que enten­der que la nove­la está sin aca­bar, es una his­to­ria en tres par­tes. Me nie­go a hacer clubs de lec­tu­ra por­que están con­ce­bi­dos para sol­ven­tar dudas y hay cosas que no pue­do con­tar aún. Conoz­co el final, pero está en la ter­ce­ra par­te. Siem­pre expli­co que la nove­la no es lineal, es como un ice­berg, comien­za por la pun­ta con con­tun­den­cia pero con poca infor­ma­ción. Pasan una serie de cosas pero fal­ta chi­cha. En El guar­dián invi­si­ble pre­sen­to a Amaia, una mujer adul­ta, ins­pec­to­ra de homi­ci­dios que sufre un terri­ble estrés pos­trau­má­ti­co y vas des­cu­brien­do que es por algo que ocu­rrió en su infan­cia. Y lle­gas a saber qué fue. Y ahí se que­da. En Lega­do en los hue­sos entro a expli­car qué suce­dió para que ocu­rrie­ra aque­llo que trau­ma­ti­zó a Amaia. Y en la ter­ce­ra par­te sabre­mos para qué. ¿Se tra­ta­ba de locu­ra, de tras­torno o había algu­na moti­va­ción detrás? Vere­mos qué razo­nes lle­van a estos com­por­ta­mien­tos que lee­mos en las dos pri­me­ras entre­gas. Y se expli­ca­rá ese coque­teo entre la locu­ra y el mal, esa fina línea que se pue­de tras­pa­sar en ambas direc­cio­nes. ¿Es cier­to que hay quien ter­mi­na por come­ter un acto terri­ble por­que está loco, por­que ha per­di­do sus facul­ta­des men­ta­les? Hay quien lo hace al revés, que a fuer­za de tocar y jugar don­de no debe va per­dien­do la razón, aden­trán­do­se en un mun­do oscu­ro que está en nues­tra pro­pia men­te, en el mons­truo que tene­mos dentro.

Entre la gene­ra­ción de mis padres y la mía no se trans­mi­tió ni el comer coci­do de gar­ban­zos ni los cuen­tos de brujas

el-guardian-invisibleNo es muy habi­tual en la nove­la poli­cia­ca la inser­ción de ele­men­tos mito­ló­gi­cos. ¿Te intere­sas­te por la mito­lo­gía antes de plan­tear­te toda esta historia?

Sí, por­que es par­te de mi pro­pia raíz cul­tu­ral. Soy vas­ca, qué te voy a con­tar. Tenía una abue­la que des­de peque­ña me habla­ba de bru­jas, de basa­jauns, de los espí­ri­tus del bos­que, de las apa­ri­cio­nes demo­nia­cas, de los ata­ques a los case­ríos… Cosas que cuan­do tie­nes sie­te años esti­mu­lan la ima­gi­na­ción. Y te hacen dor­mir con la luz encendida.

Habla­mos de tra­di­ción oral, claro.

Es que la mayo­ría de las leyen­das se han trans­mi­ti­do de ese modo. Es cier­to que ha habi­do una gene­ra­ción, que ha podi­do ser la mía pro­ba­ble­men­te, que se per­dió todo esto. Entre la de mis padres y la mía no se trans­mi­tió ni el comer coci­do de gar­ban­zos ni los cuen­tos de bru­jas, por­que se habían con­ver­ti­do en his­to­rias de vie­jas y en cosas en las que no había que pres­tar cré­di­to. Y más como las con­ta­ban las abue­las, que era algo pre­sun­ta­men­te real. El mal de ojo, las bru­jas, los seres demo­nia­cos, el bien y el mal, de lo que te tenías que pro­te­ger, la serie de ritua­les que exis­tían para ahu­yen­tar todo lo malo… La gene­ra­ción de mis padres ya no las han trans­mi­ti­do. Tuve la suer­te de tener una abue­la que sí. Y tam­bién la de que algu­nos antro­pó­lo­gos intere­sa­dos por este com­por­ta­mien­to en los medios rura­les tra­ba­ja­ran para sal­va­guar­dar el lega­do. Es curio­so que bien entra­do el siglo XX la gen­te se tras­la­da­ra a las ciu­da­des, todo el mun­do era muy moderno y via­ja­ba a Lon­dres, y sin embar­go en las zonas rura­les seguían con­ser­ván­do­se cos­tum­bres y pro­tec­cio­nes con­tra las bru­jas, para tener cose­chas, para sal­va­guar­dar la salud del gana­do. Y todo tenía que ver con hechi­ce­rías. Lo reco­gió muy bien Julio Caro Baro­ja, que es uno de mis refe­ren­tes de cabe­ce­ra para docu­men­tar­me. Y José Miguel de Baran­dia­rán, un sacer­do­te, antro­pó­lo­go y arqueó­lo­go naci­do en Ataún, una loca­li­dad vas­ca don­de había mucha tra­di­ción de seres mági­cos y de bru­je­ría. Des­de peque­ño se intere­só en estas leyen­das y cuan­do fue adul­to se dedi­có a reco­pi­lar todas las his­to­rias. Lo mejor es que las reco­gió tal y como se las con­ta­ban. Si tie­nes la opor­tu­ni­dad de acce­der a alguno de sus libros verás que las escri­be hacien­do una trans­crip­ción lite­ral, lo que per­mi­te que se advier­ta la for­ma de hablar de los aldea­nos, un poco ruda, qui­zás no muy cul­ti­va­da. Y logra trans­mi­tir el mie­do que tenían, por­que daban cre­di­bi­li­dad a estos rela­tos. En nin­gún momen­to hace bur­la ni pre­ten­de inter­pre­tar las his­to­rias. Es muy res­pe­tuo­so. Para ser sacer­do­te, y ade­más jesui­ta, es nota­ble su esfuer­zo por recu­pe­rar algo que podría haber recha­za­do de pleno. Es una de las fuen­tes de docu­men­ta­ción que utilizo.

En Lega­do en los hue­sos tam­bién ofre­ces pin­ce­la­das his­tó­ri­cas, algo que no con­tem­plas­te en la pri­me­ra entrega.

¿Sabes qué ocu­rre? Para mí la suer­te ha sido ele­gir el Valle del Baz­tán y, con­cre­ta­men­te, Eli­zon­do. Es un cara­me­lo. No qui­se escri­bir una nove­la his­tó­ri­ca aun­que podría hacer­lo. Tam­po­co una nove­la de aven­tu­ras, y me daría mucho jue­go. Entre los ago­tes que lle­ga­ron por el Piri­neo, los que se fue­ron a las Amé­ri­cas con­vir­tién­do­se en india­nos… Nave­ga­ron en la Real Com­pa­ñía de Cara­cas, fue­ron a Vene­zue­la y tuvie­ron encuen­tros con pira­tas, cru­za­ron tor­men­tas, regre­sa­ron… Hay un caso muy nota­ble, el de Brau­lio Iriar­te. Fue vecino de Eli­zon­do, inclu­so hay una calle que lle­va su nom­bre. Se fue a Amé­ri­ca y fun­dó el gru­po cer­ve­ce­ro Mode­lo, el de la cer­ve­za Coro­na. Este señor vol­vió a Eli­zon­do y se con­vir­tió en bene­fac­tor del pue­blo. Como él hubie­ron otros muchos que regre­sa­ron, levan­ta­ron sus casas, sus pala­cios. El pue­blo es pre­cio­so, está muy bien con­ser­va­do y tie­ne cosas nota­bles. Casas de india­nos con sus escu­dos, por­que son hidal­gos y todos pue­den poner su emble­ma como dis­tin­ti­vo. Y no hay que olvi­dar la pre­sen­cia de la Inqui­si­ción. El nom­bre mis­mo de Amaia Sala­zar, la pro­ta­go­nis­ta de la tri­lo­gía, está toma­do de Alon­so de Sala­zar y Frías, el gran inqui­si­dor que, ade­más, fue muy crí­ti­co con el pro­ce­so a las bru­jas de Zuga­rra­mur­di, pre­ci­sa­men­te tras su inves­ti­ga­ción en el Valle del Baz­tán. Des­pués del Auto de Fe de 1610 se fue a vivir al valle duran­te un año para inves­ti­gar la pre­sen­cia demo­nia­ca. Lle­gó a la con­clu­sión de que era algo pura­men­te cul­tu­ral, muy arrai­ga­do y anti­guo que pro­ve­nía de con­vic­cio­nes pri­mi­ti­vas de esa pri­me­ra reli­gión que tenía más de drui­da, más rela­cio­na­da con la natu­ra­le­za. Al lle­gar el cris­tia­nis­mo se mez­cló todo y la Inqui­si­ción deter­mi­nó que estas creen­cias esta­ban vin­cu­la­das al demo­nio. En ese año en el Baz­tán, Sala­zar y Frías con­si­guió casi sie­te mil auto­in­cul­pa­cio­nes de bru­je­ría. Y otras tres mil y pico denun­cias a ter­ce­ros. Y sin embar­go vol­vió a Logro­ño y le dijo a los otros inqui­si­do­res que no había demo­nio en el Baz­tán. Con­si­guió, con su estu­dio, parar las eje­cu­cio­nes. No vol­vió a morir nadie en la hogue­ra acu­sa­do de prac­ti­car brujería.

Comen­ta­bas antes lo de que en las últi­mas déca­das del siglo pasa­do se le dio la espal­da al mun­do rural. Aho­ra pare­ce que le devol­ve­mos la mirada.

Sí, hubo una gene­ra­ción que se adap­tó y se hizo urba­ni­ta. Aho­ra nos hemos dado cuen­ta de que el coci­do está bue­ní­si­mo y se quie­re recu­pe­rar la raíz. Ade­más, si acep­ta­mos y nos atraen tan­to las his­to­rias de otras cul­tu­ras, por qué no cono­cer la nues­tra, si el ima­gi­na­rio de este país está lleno de cria­tu­ras espi­ri­tua­les, de fuer­zas de la natu­ra­le­za, de hadas del agua, de seres de la tie­rra, de peque­ñas cria­tu­ras que viven bajo los puen­tes. ¿Por qué no las vamos a recu­pe­rar, si son par­te de nues­tra tra­di­ción? Y muchas son más anti­guas que los hom­bres lobo o que los vampiros.

Aun­que en la tri­lo­gía Amaia es la pro­ta­go­nis­ta abso­lu­ta, todos los per­so­na­jes pare­cen estar engar­za­dos a ella, no hay nin­guno que per­ma­nez­ca des­co­nec­ta­do.

Una de las cosas que más me gus­tan de Amaia, ade­más de que sea fuer­te pero a la vez muy frá­gil, es el mar de dudas en el que se mue­ve siem­pre, no ve abso­lu­tos en nin­gún momen­to. Y el modo en que va toman­do lo que todos los que están a su alre­de­dor le dan y lo va colo­can­do en su neve­ra par­ti­cu­lar, lo va dejan­do guar­da­do, no lo des­car­ta, no se ríe, no lo juz­ga. Lo tie­ne ahí por­que lue­go, en un momen­to deter­mi­na­do, lo mez­cla todo y es de lo que echa mano. Ella no es tan lis­ta ni lo sabe todo, se tie­ne que ali­men­tar de lo que le va lle­gan­do, de Mon­tes que es de la vie­ja escue­la, del ins­pec­tor Iriar­te, que es más cor­po­ra­ti­vis­ta, del sub­ins­pec­tor Zaval­za, que es un tipo mucho más furio­so, de Jonan, que es más sen­si­ble… Entre ellos le van dan­do visio­nes dife­ren­tes de las cosas y que Amaia no des­car­ta. Aun­que parez­ca que no hace mucho caso está pen­dien­te. Para for­mar­te un cri­te­rio nece­si­tas escu­char. Y ella escucha.

Todas las víc­ti­mas lo son, pero las infan­ti­les son más víc­ti­mas por­que no tie­nen voz

Amaia escu­cha, algo que tie­ne su sen­ti­do, tenien­do en cuen­ta que su vida ha esta­do reple­ta de silencios.

Es el silen­cio que pue­bla la infan­cia de los mal­tra­ta­dos. Todas las víc­ti­mas lo son, pero las infan­ti­les son más víc­ti­mas por­que no tie­nen voz. Y cuan­do la tie­nen nadie les escu­cha, en la mayo­ría de los casos. Su mun­do es el silen­cio. Es sor­pren­den­te cuán­tas de estas cosas bochor­no­sas que pasan den­tro de los hoga­res se silen­cian, se guar­dan y se cre­ce con ellas. Y se inten­ta vivir con ellas.

Legado en los huesosHable­mos del pro­ce­so de escri­tu­ra. He leí­do que escri­bes en agen­das usadas.

Encua­der­na­das. Antes escri­bía en hojas suel­tas y las per­día. Las agen­das cadu­ca­das van muy bien, por­que hay muchas que se que­dan con ape­nas tres apun­tes. Como escri­bo a mano, las voy lle­nan­do y guardando.

¿Y escri­bes en orden?

Depen­de. Hay una par­te que hay que hacer en orden. No voy a dic­tar abso­lu­tos, es la téc­ni­ca que uti­li­zo yo. Para mí hay que hacer en orden el guión, la defi­ni­ción de las esce­nas y qué vas a con­tar en cada una. Lue­go ya pue­do ir pasan­do de una par­te a otra. Algún escri­tor me ha pre­gun­ta­do qué hago cuan­do estoy en un capí­tu­lo y me blo­queo, o no aca­bo de arran­car. Pues voy al siguien­te, así de cla­ro. Pero eso lo pue­des hacer si pre­via­men­te has tra­ba­ja­do un guión y sabes lo que va a pasar y de qué va la esce­na pos­te­rior. No deja de ser simi­lar a lo que hace un direc­tor de cine, que si llue­ve rue­da en inte­rio­res y si el tiem­po le acom­pa­ña lo hace en exte­rior. La mayo­ría de las veces inten­to ir en orden pero en más de una oca­sión he lle­ga­do a un pun­to en que no he podi­do seguir y he sal­ta­do al siguien­te capí­tu­lo. Suce­de por pura ansie­dad, por­que ape­te­ce escri­bir otra par­te y aban­do­nar la que tie­nes entre manos al com­pro­bar que en ese momen­to no avan­zas con ella. Hay momen­tos en la nove­la que los ten­go tan cla­ros, sobre todo las con­ver­sa­cio­nes, aun­que ocu­rran tres o cua­tro capí­tu­los más ade­lan­te de don­de me encuen­tre, que me meto ense­gui­da. He cono­ci­do a otro escri­tor, de nove­la his­tó­ri­ca, que me decía que tam­bién lo hace así, que pue­de escri­bir en el orden que quiera.

¿Tie­nes siem­pre pre­sen­te en la narra­ción el fac­tor adic­ti­vo, que para mí es uno de tus pun­tos fuertes?

Eso es muy bueno, hace que el lec­tor lea muy rápi­do y le pro­duz­ca una espe­cie de sín­dro­me de abs­ti­nen­cia inme­dia­to en cuan­to aca­ba. Un ado­les­cen­te me comen­tó que le escon­dían la nove­la a su madre para que pre­pa­ra­ra la cena. Y otro que le hacía lo mis­mo a su novia para que le hicie­ra caso. Muchos me trans­mi­ten que la leen con ansie­dad pero que al ter­mi­nar les pro­vo­ca el mono. Esta lec­tu­ra muy rápi­da sue­le lle­var a otra más pau­sa­da en la que inclu­so se recu­pe­ra el libro ante­rior para refres­car la memo­ria. Hay lec­to­res que me dicen haber des­cu­bier­to cosas que se les habían pasa­do por leer­la rápi­do. Todos los deta­lles son como migui­tas de pan que con­du­cen a algún sitio. Pue­de dar la sen­sa­ción y esto me lo ha comen­ta­do algún lec­tor de que vas en una línea y de pron­to la nove­la ter­mi­na abrup­ta­men­te. No es así por­que, insis­to, la nove­la no ha ter­mi­na­do, fal­ta la ter­ce­ra par­te. No hay final aún. Pero apar­te de eso, cada dato está para que el lec­tor pacien­te que los vaya guar­dan­do encuen­tre hacia dón­de vamos. No hay as en la manga.

La estruc­tu­ra en tres par­tes te ase­gu­ra una aten­ción lec­to­ra que va más allá de cada entrega.

Esta his­to­ria la he con­ta­do al revés. Empe­cé narran­do los hechos pero no que­ría seguir un orden lógi­co. Y no es que esté al revés. Está al revés y una vuel­ta más.

Me fas­ci­na que me den un hecho y que,
a par­tir de él, se cons­tru­ya una historia

Y aquí cho­ca­mos otra vez con el iceberg.

Es que los ice­bergs se dan la vuel­ta. No me gus­tan las his­to­rias linea­les, pero es por mi pro­pio gus­to por la lite­ra­tu­ra, por mis lec­tu­ras. Siem­pre me fas­ci­na que me den un hecho y que, a par­tir de él, se cons­tru­ya una his­to­ria. Pue­de pare­cer inco­ne­xo, pero cuan­do un hecho es lógi­co y se expli­ca paso a paso no me sedu­ce. Pre­fie­ro que pase algo y me lle­ven a cono­cer el por­qué, el cómo, el cuándo.

Se vie­ne hablan­do de la adap­ta­ción cine­ma­to­grá­fi­ca des­de la publi­ca­ción de El guar­dián invi­si­ble, pero aho­ra nos ha lle­ga­do tam­bién la noti­cia de la ver­sión en cómic.

Es fan­tás­ti­co, me hace mucha ilusión.

¿Está pre­vis­to que se haga de las tres partes?

Ini­cial­men­te será con la pri­me­ra. Sal­drá a fina­les de este año. Lo va a hacer Ernest Sala y estoy muy con­ten­ta. Es otra mane­ra de narrar la his­to­ria que, por todos estos aspec­tos del bos­que, de las cria­tu­ras, de la par­te mís­ti­ca, tie­ne todos los ele­men­tos para que fun­cio­ne como cómic.

Y podre­mos ver a estos seres, la inter­pre­ta­ción de Ernest.

Inten­ta­ré ayu­dar­le. Exis­te bas­tan­te docu­men­ta­ción sobre cómo son, hay gra­ba­dos anti­guos, algu­nos de la dio­sa Mari, inter­pre­ta­cio­nes pre­his­tó­ri­cas que apa­re­cen en algu­nas gru­tas, por­que esta es la dio­sa pri­me­ra, la madre.

De la que vas a dar más deta­lles en la ter­ce­ra novela…

… que se titu­la Ofren­da a la tor­men­ta. Mari es la dio­sa de la tor­men­ta, hace uso de ellas para des­pla­zar­se, des­en­ca­de­nán­do­las por el cie­lo. Mari está pre­sen­te en las tres nove­las por­que es la dei­dad cen­tral, pero tie­ne que haber una fuer­za anta­gó­ni­ca que no des­ve­la­ré quién es te pue­des hacer a la idea de que es otra cria­tu­ra del ima­gi­na­rio, como el basa­jaun o como el tar­ta­lo, y lue­go esta­rá la pre­sen­cia de las bru­jas como enti­dad social del Baztán.

Para aca­bar, explí­ca­me eso de que no vas a dejar a Amaia des­pués de esa ter­ce­ra his­to­ria que está por venir.

La tri­lo­gía ter­mi­na con Ofren­da a la tor­men­ta. Está pen­sa­da así, creo que no es hones­to ni me ape­te­ce alar­gar la his­to­ria o hacer dos libros de una. Me sien­to muy cómo­da con Amaia, conoz­co al per­so­na­je, sé cosas de ella, más de lo que se pue­da leer en las nove­las, y podría per­fec­ta­men­te recu­pe­rar­la pero sería un nue­vo caso, no el del Valle del Baz­tán ni el de su fami­lia. Habrá cosas que siem­pre que­da­rán para la ima­gi­na­ción del lec­tor, más cuan­do hablas de intan­gi­bles. Hay per­so­nas a las que estas leyen­das les resul­tan creí­bles y otras a las que no. Siem­pre defien­do que da igual si crees o no, lo impor­tan­te es que hay gen­te que sí cree. Y esto mue­ve, es pode­ro­sí­si­mo. Pue­des no creer en el vudú, pero cien­tos de pros­ti­tu­tas nige­ria­nas están some­ti­das para ejer­cer la pros­ti­tu­ción bajo ame­na­zas de vudú. Sus cap­to­res no nece­si­tan recu­rrir a la vio­len­cia, les bas­ta con eso. Y están ate­rro­ri­za­das. Y para recu­pe­rar su liber­tad les tie­nen que devol­ver sus pren­das, su pelo, las cosas con las que las some­ten. Cuan­do al fin recu­pe­ran sus per­te­nen­cias se sien­ten libres. Así que, como dicen en el Baz­tán, si algo tie­ne nom­bre, existe.

Foto de Dolo­res Redon­do: © Alfre­do Tudela

* El guar­dián invi­si­ble / Lega­do en los hue­sos.
Dolo­res Redondo.
Edi­cio­nes Des­tino (Bar­ce­lo­na, 2013).

LA BELLEZA DEL BAZTÁN

Con Dolores Redondo

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