David Monteagudo

David Monteagudo - Viaje a Ítaca

Yo fui un per­so­na­je de David Mon­tea­gu­do. Des­de que me ins­ta­lé con mi fami­lia en Vila­fran­ca del Pene­dès (don­de resi­de tam­bién el escri­tor naci­do en Gali­cia en 1964), has­ta la pre­sen­ta­ción de Inva­sión (Can­da­ya, 2015), en Saba­dell, don­de nos cono­ci­mos per­so­nal­men­te, yo fui para él una pre­sen­cia des­co­no­ci­da con la que se cru­za­ba de vez en cuan­do en el par­que al que él tam­bién lle­va a sus hijos, o en la puer­ta de la biblio­te­ca. En efec­to, yo fui como uno de esos «hom­bres que cami­nan» que des­cri­be al ini­cio de su últi­mo libro, uno de esos seres que «van siem­pre hablan­do solos, con una som­bra de tor­va deter­mi­na­ción en la mirada».

Dado que yo sí sabía quién era él, cuan­do me lo encon­tra­ba no podía evi­tar obser­var, a una dis­tan­cia que yo creía pru­den­cial, su for­ma de andar y de esqui­var a los vian­dan­tes y los esca­pa­ra­tes, bus­can­do las som­bras del cas­co anti­guo del pue­blo, o bien inter­cam­bian­do bre­ves con­ver­sa­cio­nes con esos otros raros seres que cami­nan. Una vez le per­se­guí entre los pasi­llos del super­mer­ca­do que ambos sole­mos fre­cuen­tar. No fue un estu­dio con­cien­zu­do de sus méto­dos de com­pra o sus hábi­tos de ali­men­ta­ción. En reali­dad, espe­ra­ba dar con un modo de enta­blar con­ver­sa­ción, pero no era el mejor entorno para un ini­cio casual, ni tam­po­co sabía del todo cómo con­ti­nuar­la. Es posi­ble que se die­ra cuen­ta de que un tipo de aspec­to pare­ci­do al de algu­na de sus his­to­rias podía estar siguién­do­le; no sería des­car­ta­ble en una men­te des­pier­ta como la suya, y yo como espía no soy espe­cial­men­te bueno. En cual­quier caso, me sien­to auto­ri­za­do para afir­mar que soy un per­so­na­je mon­tea­gu­diano. Cuan­do meses des­pués le comen­té esto a David, le pare­ció lo más natu­ral del mundo.

Si un escri­tor tie­ne sufi­cien­te ofi­cio, y tie­ne intui­ción para hallar el camino a su pro­pio mun­do, tam­bién comien­za a reco­no­cer a sus pro­pias cria­tu­ras, y la pers­pec­ti­va de cru­zar­se algu­na vez con ellas no se anto­ja un hecho muy extra­or­di­na­rio. Es posi­ble que detrás de Hoy he deja­do la fábri­ca (publi­ca­do en 2018 en :Rata_) exis­ta una cier­ta nece­si­dad de dejar cons­tan­cia de que los lec­to­res de David tam­bién pode­mos saber cómo se lle­ga has­ta su entorno per­so­nal y crea­ti­vo. Por­que una de las mejo­res cosas que tie­ne la voz del autor de Fin, Mar­cos Mon­tes, o Bra­ña­gan­da, es que pode­mos con­si­de­rar­la fami­liar. Otra es que uno se encuen­tre a sí mis­mo hablan­do de lite­ra­tu­ra en cual­quier momen­to, sin que resul­te for­za­do y si nadie lo reme­dia. Nues­tra entre­vis­ta empie­za con un asun­to per­so­nal rela­cio­na­do con la Segu­ri­dad Social. «Yo siem­pre digo que pue­des hacer lite­ra­tu­ra de cual­quier cosa, has­ta de la buro­cra­cia. Depen­de de cómo lo cuen­tes», afir­ma David, con esa segu­ri­dad de quien ha echa­do en una fábri­ca más horas que pala­bras. Asien­te cuan­do tie­ne cla­ra la fra­se apro­pia­da, y enton­ces la suel­ta. Es cal­vo, pero no com­ple­ta­men­te, y ese es un ras­go físi­co que siem­pre me ha des­per­ta­do sere­ni­dad: no con­fío en los seño­res que no te dan pis­tas sobre el lugar don­de antes les cre­cía el pelo.

En este últi­mo libro inclu­yes un rela­to que es muy repre­sen­ta­ti­vo del Mon­tea­gu­do escri­tor de los últi­mos tiem­pos, «La caje­ra del súper». For­ma­ría par­te de tu canon, me atre­vo a decir. En él per­ci­bi­mos cla­ra­men­te cómo sue­na tu literatura.

Varias pro­mo­cio­nes de mis talle­res lite­ra­rios han pasa­do por el ejer­ci­cio de leer y reha­cer ese cuento.

¿Cómo sabes tú que has dado con una historia?

Según el caso. Muchas veces lo que ten­go es una esce­na, un hallaz­go, algo que sé que fun­cio­na­rá, y que sé que es lo sufi­cien­te­men­te poten­te para dejar­me arras­trar por ello.

Dar con ese estí­mu­lo, ¿depen­de de la per­so­na­li­dad de cada uno?

Sí. Pero en mí sobre todo está el hecho de que si no hubie­ra teni­do nada que con­tar jamás me hubie­ra pues­to a escri­bir. El tra­ba­jo de per­fec­cio­nar cada pie­za, has­ta el absur­do, es la úni­ca for­ma de no per­der­me. Cuan­do algo sale de mi fábri­ca, es por­que ha habi­do un tra­ba­jo exte­nuan­te detrás de una pie­za muy concreta.

¿En la fábri­ca tra­ba­ja­bas así también?

Era muy minu­cio­so. En par­te era un sufri­mien­to, una ten­sión, hacer las cosas rápi­da­men­te, por­que se me exi­gía ren­di­mien­to, y yo era muy metó­di­co. Hubo una épo­ca en la que hacía­mos maque­tas y pro­to­ti­pos, y ahí sí que fui capaz de dis­fru­tar­lo. Por eso, cuan­do vi que la lite­ra­tu­ra era una acti­vi­dad en la que el per­fec­cio­nis­mo no supo­nía un defec­to, encon­tré mi ver­da­de­ra vocación.

En los cur­sos, según me han con­ta­do, tam­bién insis­tes en lo de cerrar fra­ses, bus­car varias for­mas dife­ren­tes de con­tar algo…

Allí veo a gen­te con ideas muy bue­nas, con his­to­rias que en bru­to son muy poten­tes, pero cues­ta a veces hacer enten­der que no hay que ser negli­gen­te con una idea, por muy bien que sue­ne. Les digo que, igual que en el len­gua­je oral es imper­do­na­ble que nos dejen las fra­ses a media, o no nos expli­quen algo bien, en el len­gua­je escri­to no bas­ta con fiar­nos de lo resul­tón de la anécdota.

¿Qué carac­te­rís­ti­cas tie­nen los bue­nos escritores?

Los mejo­res escri­to­res son los que menos meten la pata. Y lue­go tie­nen buen gus­to, son ele­gan­tes expli­can­do una historia.

¿Has teni­do en algún momen­to de tu carre­ra la sen­sa­ción de haber­te crea­do un per­so­na­je con tu mis­mo nom­bre, a par­tir de lo que has escrito?

La gen­te más cer­ca­na que ha leí­do Hoy he deja­do la fábri­ca insis­te en que yo estoy ahí. A veces me mues­tro de un modo más exa­ge­ra­do, más intros­pec­ti­vo… pero siem­pre estoy ahí. Y los per­so­na­jes que me intere­san lo hacen por­que me reco­noz­co en ellos.

Lo digo por­que en Cró­ni­cas del Ama­cra­na (Rayo Ver­de, 2017), tu ante­rior libro, tuve la impre­sión de que apa­re­cías tú, o al menos el Mon­tea­gu­do que conoz­co per­so­nal­men­te, en con­cre­to en los momen­tos más críticos.

En reali­dad, he teni­do una exis­ten­cia muy apa­ci­ble, en abso­lu­to trau­má­ti­ca. Pue­do encon­trar cier­tas simi­li­tu­des con algu­nos de mis per­so­na­jes, pero en cosas anec­dó­ti­cas, en aspec­tos más bien evi­den­tes, como por ejem­plo en un per­so­na­je que tra­ba­ja en una fábri­ca y rea­li­za la mis­ma acti­vi­dad que hacía yo. Pero lo que inten­to no es tan­to leer­me a mí mis­mo des­de el pre­sen­te, sino plan­tear situa­cio­nes en las que no he esta­do, y ver qué haría yo en ese momen­to, cuá­les serían mis reac­cio­nes en una con­di­ción inven­ta­da, crea­da, y mucho más pro­ble­má­ti­ca que la mía.

¿Te ha pasa­do lo con­tra­rio, es decir, que has pues­to de modo deli­be­ra­do algo muy per­so­nal en un per­so­na­je, y de repen­te ese indi­vi­duo no se pare­ce en nada a ti? Creo que esto es lo que se escon­de en el fon­do de Hoy he deja­do la fábri­ca.

Sí, es para­dó­ji­co, pero cier­to. Alguien dijo, no sé quién, que cuan­do un escri­tor deja de escri­bir sobre sí mis­mo y se cen­tra en los per­so­na­jes, enton­ces es cuan­do evo­lu­cio­na y profundiza.

Hay un ejer­ci­cio que pones a tus alum­nos que con­sis­te en escri­bir sobre un cua­dro. De hecho, una de tus his­to­rias, «Un bode­gón anti­guo», sur­ge de una ini­cia­ti­va así. ¿Te plan­teas escri­bir sobre cultura?

No, la inten­ción siem­pre ha sido lite­ra­ria. Nada de polí­ti­ca, de actua­li­dad, ni de cultura.

¿Por qué? Lo de no escri­bir de polí­ti­ca o de actua­li­dad lo entien­do, pero…

Cuan­do empe­cé a escri­bir estos artícu­los, hace años, no sabía qué sali­da podrían tener, ade­más de publi­car sema­nal­men­te en un perió­di­co. Creo que soy muy maniá­ti­co para estas cosas, y me pare­ce que la lite­ra­tu­ra y la colum­na son ámbi­tos dema­sia­do dife­ren­tes entre sí. A veces, bus­can­do temas cuan­do me veía más apu­ra­do con el pla­zo de entre­ga, sí que me lo plan­tea­ba, pero inclu­so en esos casos pre­fe­ría recu­rrir a ideas anti­guas que estu­vie­sen más rela­cio­na­das con la memo­ria, el paso del tiem­po, el amor… has­ta con cosas que pare­cían pue­ri­les… pre­fe­ría temas pura­men­te literarios.

¿Cuál fue tu pri­me­ra obra?

Lo pri­me­ro que escri­bí fue­ron unas memo­rias. Allí ya había tro­zos lite­ra­rios muy poten­tes, que esta­ban muy ais­la­dos y me ape­te­cía res­ca­tar algu­nos para este últi­mo libro, como «El fri­go­rí­fi­co». Este cuen­to tie­ne su ori­gen allí, hace más de ocho años que lo ten­go en reser­va. Y «Un bode­gón anti­guo» tam­bién, pero este lo tuve que reto­car mucho más.

Creo que cues­ta enten­der, des­de fue­ra del entorno crea­ti­vo, la idea de bus­car la per­ma­nen­cia en aque­llo que escribes…

En par­te es por­que no me intere­sa lo que se con­ci­be des­de la pura inme­dia­tez. No me intere­sa algo que esté hecho sin preo­cu­pa­ción por lo que ocu­rri­rá des­pués con ello, por muy legí­ti­mo y sin­ce­ro que sea expe­ri­men­tar. Me pare­ce con­se­cuen­te que, si tra­ba­jas con un mate­rial que requie­re mirar hacia atrás, al menos inten­tes que lo que pro­du­ces no sea caduco.

Hoy he dejado la fábrica - Viaje a Ítaca¿David Mon­tea­gu­do es un escri­tor costumbrista?

Espe­ro que no [risas]. Es un poco inevi­ta­ble si expli­cas lo que hace la mayo­ría de la gen­te, pero como eti­que­ta me da reparo.

¿Todo el mun­do es escritor?

Todo el mun­do pue­de tener la capa­ci­dad. Todos pode­mos ser crea­ti­vos, y adqui­rir códi­gos, nor­mas y herra­mien­tas. En un país civi­li­za­do, alfa­be­ti­za­do, has­ta cier­to pun­to sí. Aho­ra, esa mira­da espe­cial, dife­ren­te, sobre las cosas o las situa­cio­nes, no todo el mun­do la tiene.

¿Relees tus libros?

No. Cuan­do escri­bo un libro me des­pren­do de él. Aun­que a veces recuer­do páginas.

¿Tie­nes algún recuer­do espe­cial de algu­na esce­na, algún momen­to tuyo que con­si­de­res inspirado?

Muchos de esos momen­tos están ahí [apun­ta con el men­tón al libro azul].

¿Qué pien­sas de la espe­cu­la­ción, de publi­car ideas en desarrollo?

Ten­go muy cla­ro que no me pue­do que­dar en la anéc­do­ta ni en el inge­nio. Y esto tie­ne su tra­di­ción tam­bién, muy euro­pea. Pero ten­go la nor­ma de que todo lo que escri­ba debe estar muy cerrado.

¿Cuán­do dejas­te la fábrica?

Hace ocho años.

¿En algún momen­to te has plan­tea­do volver?

Por el tema eco­nó­mi­co sí que he sen­ti­do la ten­ta­ción. Pero no creo que sea algo tan impor­tan­te. Un perio­dis­ta me dijo una vez que yo des­mien­to esa idea tan exten­di­da de que uno nece­si­ta un cuar­to pro­pio para crear. Y creo que acer­tó. Tú ya has vis­to que, en mis cir­cuns­tan­cias, sien­do ama de casa (así, en feme­nino), estan­do con los críos, en una casa peque­ña… He apren­di­do que escri­bir es una de esas acti­vi­da­des que pue­des ejer­cer de for­ma dis­con­ti­nua y casi en cual­quier circunstancia.

No sólo escri­bes cuan­do estás fren­te al ordenador…

Exac­to. Se pue­de ser un escri­tor sin habi­ta­ción pro­pia. Se pue­de escri­bir mien­tras tra­ba­jas en una fábri­ca… creo que inclu­so escri­bí más cuan­do tra­ba­ja­ba en la fábri­ca… aun­que la cali­dad fue­ra infe­rior entonces.

¿Hay algo de lo que hayas publi­ca­do que saca­rías de las librerías?

No. Creo que todo lo que he publi­ca­do tie­ne dig­ni­dad. Apar­te, he con­tras­ta­do que ten­go cosas mucho peo­res que no he publicado.

No he loca­li­za­do entre los rela­tos de Hoy he deja­do… el tex­to manus­cri­to que apa­re­ce en la pri­me­ra pági­na de la edición…

Ese fue uno de los que se caye­ron en la selec­ción final. Iolan­da [Bata­llé, edi­to­ra de :Rata_] me sugi­rió un tono de dia­rio a la hora de pen­sar qué tex­tos se que­da­rían final­men­te. Caye­ron algu­nos, que a mí me hubie­ra gus­ta­do incluir, pero creo que ella tenía razón al quitarlos.

¿Te cues­ta desa­rro­llar tu carre­ra cuan­do estás más pega­do al géne­ro fantástico?

En este país es una espe­cie de estig­ma. De hecho, muchos auto­res que rei­vin­di­can el géne­ro, ni siquie­ra incor­po­ran algo más de tres o cua­tro ele­men­tos fan­tás­ti­cos muy ambi­guos, pero en reali­dad hay temor a ser cata­lo­ga­do de «escri­tor de géne­ro fan­tás­ti­co». Eso se ve muy bien en el ejem­plo de Kaf­ka. Aho­ra a todo el mun­do le gus­ta Kaf­ka, pero nadie se fija en que su obra es abier­ta­men­te fan­tás­ti­ca. Lo mis­mo pasa con Bor­ges. Fue­ron auto­res que inclu­so renun­cia­ron a uti­li­zar más que una peque­ña par­te del len­gua­je, del idio­ma, para seguir fabu­lan­do. La con­se­cuen­cia es que, cuan­do alguien escri­be des­de el puro géne­ro fan­tás­ti­co, bas­ta con decir que su tex­to es kaf­kiano, o que ha emplea­do ele­men­tos kaf­kia­nos, para ser toma­do en serio.

Si yo qui­sie­ra entrar por pri­me­ra vez en la obra de David Mon­tea­gu­do, ¿por dón­de debe­ría empe­zar? ¿Reco­men­da­rías Hoy he deja­do la fábri­ca?

Sí, des­de lue­go, sobre todo si quie­ren cono­cer a la per­so­na que escri­be antes que al escri­tor y sus tramas.

¿Es este últi­mo libro tu arte-poética?

Pue­de fun­cio­nar como tal. Está escri­to des­de esa dis­tan­cia. Lo ha escri­to alguien que se sitúa al mar­gen, una per­so­na que es casi un fran­co­ti­ra­dor, con esa sole­dad del narra­dor un tan­to frío.

Pien­so en el futu­ro. Me tran­qui­li­za saber que este libro supo­ne un pun­to y segui­do, más que un pun­to y apar­te dema­sia­do brus­co, no diga­mos ya un pun­to y final.

Ese des­con­cier­to ante el futu­ro lo he sen­ti­do yo tam­bién. El for­ma­to de este libro es muy golo­so, le he pilla­do el tru­co. He segui­do escri­bien­do tex­tos de este tipo. Pero no me gus­ta­ría caer en el mode­lo de las gre­gue­rías de Gómez de la Ser­na, un escri­tor admi­ra­ble pero que se que­dó un tan­to atra­pa­do en ese for­ma­to que ya aca­ba­ba hacien­do sin nin­gún esfuer­zo. Es un ries­go y un mie­do muy real para mí.

*Foto de cabe­ce­ra: David Mon­tea­gu­do (©Car­los Pérez).

*Hoy he deja­do la fábri­ca / Avui he dei­xat la fàbri­ca. David Monteagudo.
Pró­lo­go de la edi­ción en cas­te­llano de Lilian Neuman.
Pró­lo­go de la edi­ción en cata­lán de Jau­me C. Pons Alorda.
Tra­duc­ción en cata­lán de Jor­di Llavina.
:Rata_ (Bar­ce­lo­na, 2018).

EXTRAS

RESEÑAS ÁGILES DE LOS CUENTOS DE «HOY HE DEJADO LA FÁBRICA»

El mayor acier­to de su últi­mo libro no es que David apun­te a las con­tra­dic­cio­nes y rare­zas de nues­tro tiem­po, sino que te dice: «cual­quie­ra de estas rare­zas podrías ser tú». Así, el libro bien podría titu­lar­se Hom­bres que encuen­tro en mi pue­blo, o Los hom­bres y las muje­res que no se ama­ban a sí mis­mos. Afor­tu­na­da­men­te, yo nun­ca pon­go títu­los a los libros de los demás.

SOY LEYENDA
Para ser leyen­da, nada mejor que escri­bir sobre ello indirectamente.
Para no ser­lo jamás, nada mejor que expli­car cómo se consigue.

LOS HOMBRES QUE CAMINAN
Yo soy un hijo de esos hom­bres que caminan.

HE DEJADO LA FÁBRICA
Ha empe­za­do a pro­du­cir. Pero no en serie.

EL PRIMER CAFÉ
El pri­mer coche de mi padre her­vía en cada via­je, y emi­tía rui­dos de cafe­te­ra. Esas para­das en los cafés de carre­te­ra tie­nen simi­li­tu­des con los ini­cios de las pelí­cu­las de terror.

LA CAJERA DEL SÚPER
Ten­go mis sos­pe­chas sobre cuál pudie­ra ser. Lás­ti­ma que padez­co una mal gra­cias al que mez­clo los ros­tros de la gen­te a la que no conoz­co bien.

UN DÍA GRIS
Es la vis­ta des­de un bal­cón, pero ese bal­cón está a ras de suelo.

EUTIMIO MONTÓN
Euti­mio da mucha gri­ma, pero estoy con­ven­ci­do de que me cru­zo con mon­to­nes de él cada día.

EL HOMBRE DELGADO
A la ter­ce­ra o cuar­ta lec­tu­ra, empie­zo a dudar si soy yo.

UN VIAJE
Me recuer­da a uno de los cuen­tos de Cró­ni­ca del Ama­cra­na: la his­to­ria de una hui­da hacia el nor­te. En mi men­te, es como si en reali­dad no hubie­sen sali­do del Pene­dès y hubie­ran lle­ga­do, como muy lejos, has­ta Les Cabanyes.

EL HOMBRE DEL PERRITO
Este hom­bre no es de los que cami­nan. Hay indi­vi­duos que se tro­lean a sí mismos.

EL HOMBRE DEL PELO LARGO
David y yo nos hemos sen­ta­do en los mis­mos ban­cos de Vilafranca.

UN ARISTÓCRATA
El tipo del cuen­to ante­rior se ha con­ver­ti­do en burgués.

UNA MUJER PEQUEÑA
Ella des­apa­re­ce en directo.

UN COCHE MAL APARCADO
Gen­te hecha de hie­rro. Gen­te «abo­lla­da».

EL PUEBLOEL NIÑO
A mí siem­pre se me esca­pa­ba el balón, y este roda­ba cues­ta aba­jo. Me pasa­ba el tiem­po cono­cien­do el des­ni­vel de las calles.

EL TRIUNFO DE LA RAZÓN
Una vez vi a una mujer así, encar­ga­da en una tien­da de repro­gra­fía. La lla­ma­ba SuperShivaWoman.

LA CHICA DEL TREN
El hom­bre tími­do ha dado un paso más hacia la mujer del súper. Aun­que se tra­te de otra mujer.

QUIERO
Siem­pre es un gus­to cru­zar­se con per­so­nas que tie­nen cla­ro lo que quieren.

VIVEIRO
Vol­ver a casa siem­pre es doloroso.

LA YONQUI RESULTONA
El rever­so tene­bro­so de la caje­ra del súper. La mujer de dos caras en efec­to Droste.

LA VERBENA
El amor pue­de mos­trar, en el peor de sus días, la sor­di­dez más melan­có­li­ca del fol­clo­re y de las fies­tas populares.

EL FRIGORÍFICO
Sols­ti­cio de un elec­tro­do­més­ti­co tan gran­de como una habitación.

UN BODEGÓN ANTIGUO
Como Cla­ra Peters, David sabe dar vida a los obje­tos, y a los refle­jos de los objetos.

LA MUERTE DE MI MADRE
Aquí, David ha escri­to sobre algo que yo nun­ca, jamás, sabría escribir.

— — — — — — — — — — — — pau­sa de ojos llorosos — — — — — — — — — — — —

UN VECINO
El mie­do a la nor­ma­li­dad encar­na­do en un ama­ble extraño.

EL MAQUINISTA
La pelí­cu­la Tiem­pos moder­nos trans­for­ma­da en pesa­di­lla. Qui­zá aquí esté una de las raí­ces lite­ra­rias de David.

EL SILENCIO
Emer­ger de un rela­to de Oli­ver Sacks.

SAN JUAN DE DIOS
La visión de la san­ti­dad pre­fi­gu­ra­da en el sueño.

EN ESTE MISMO PISO
Aho­ra es la fábri­ca nue­va de David. Yo he esta­do allí varias veces, y pue­do ase­gu­rar que se encuen­tra lle­na de vida.

LA INTERVENCIÓN
Aho­ra lo entien­do todo.

LA CASA
La pesa­di­lla de un «ama de casa».

LOS PAYASOS
Inclu­so de los del Cir­que du Soleil hay que desconfiar.

EL HOMBRE EXTIRPADO
Hoy soy ese hom­bre. Pre­ci­sa­men­te por­que no avisa.

LA HABITACIÓN DE LOS NIÑOS
Estoy en ello.
De momen­to, mi hijo tie­ne un sue­ño tan pro­fun­do que una vez hubo una reu­nión de tam­bo­res bajo su ven­ta­na y ni se inmutó.

EL OCTAVO DÍA
Yo no sue­lo lle­gar ni al cuar­to día.

EL ESPEJO
La expec­ta­ti­va siem­pre te devuel­ve la ima­gen difu­sa de la realidad.

LAS DOS NIÑAS
Aun­que sal­ga­mos de un sue­ño siem­pre nos afe­rra­mos a la ruti­na para com­ba­tir el terror.

LA BARBERÍA
El bar­be­ro al que iba mi padre se pare­cía a este: una vez me pro­me­tió que me rega­la­ría una máqui­na para lavar, y cuan­do alcé la mano me sol­tó una pas­ti­lla de jabón. Ya murió.

LA CUEVA
Ten­go tan­tos recuer­dos sobre cue­vas que pre­fie­ro el de David.

2091
¿Es así como mi hijo lle­ga­rá a un asilo?

EL TÚNEL DEL TERROR
La peor par­te del terror es cuan­do pare­ce que la atrac­ción va a dete­ner­se y deja­rá de ser amenazadora.

EL LOBO
El terror es una cues­tión de perspectiva.

ESE TIPO DISCRETO
Es aquel que siem­pre está en medio, no el que que­da al fon­do de la foto.

EL HOMBRE DE LOS SALUDOS
Con prác­ti­ca, uno pue­de con­ver­tir­se en un exper­to para cual­quier cosa.

UN PEQUEÑO INCIDENTE
Los defor­mes son los pró­xi­mos gigan­tes que des­ac­ti­va­rán la tranquilidad.

BIOGRAFÍA
Una vida pue­de caber, lite­ral­men­te, entre dos pági­nas de un libro.

AYER SALÍLA CALLE
Ante­ayer no pude salir a la calle. Ayer salí y nada había cam­bia­do. Hoy me que­do para poder escri­bir esto.

EL CUENTO
La decep­ción ante la res­pues­ta del «pri­mer lec­tor». Hace poco tam­bién la he vivido.

MÍRAMELOS OJOS
Los ojos res­pon­den a un códi­go universal.

PADRESHIJOS
El poder des­es­ta­bi­li­za­dor de la gené­ti­ca. Por eso en McDonald’s no entran los guisantes.

OCURRIÓ HACE AÑOS
Este es el tipo de rela­to que te engan­cha cuan­do lo encuen­tras en un perió­di­co. Ese que for­ma curio­sas periodicidades.

LA MUJER SOLA
Los ojos res­pon­den a un códi­go uni­ver­sal… tam­bién cuan­do están cerrados.

EL HOTEL
En nues­tra vida adul­ta sólo exis­te una cama.

LOS PRADOS INCLINADOS
Cuan­do hago una foto de un pra­do yer­mo, inclino el horizonte.

EL SOFRITO
Siem­pre se me dio fatal. Aca­ba­ba por bus­car atajos.

LOS QUE ANDAN DEPRISA
Cuan­do me vie­ne una idea, me pon­go a andar rápi­do. Eso pone a la gen­te un poco nerviosa.

LA FELICIDAD
La vida del francotirador.

EL TRASLADO
Acti­vi­dad que se hace con el deseo de la rapi­dez y la limpieza.

EL LIBRO
Un pun­to y segui­do. Una conversación.

EL REGRESO
Para regre­sar de ver­dad antes hay que vol­ver a ser niño.

ACÚSTICA
Me gus­ta­ría tener pode­res de súper-aten­ción. Poder abrir todos los oídos.

EL CUARTO INTÉRPRETE
El soni­do imper­ti­nen­te que emi­ten los visitantes.

EL AUTOR
Aquí dejo de comprenderme.

EL PÚBLICO
Aquí el ger­men de la distracción.

LAS MANOS
Aquí David se reen­cuen­tra y vuel­ve a pasar por delan­te de la fábri­ca, des­pués de mucho tiempo.

LA NOVELA
Es cier­to que uno escri­be con ese «agui­jón en la carne».

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA PARA ACERCARSE A MONTEAGUDO

— Pla­te­ro y yo, Juan Ramón Jiménez
 — Fic­cio­nes, Jor­ge Luis Borges
 — Dia­rio de un caza­dor, Miguel Delibes
 — El doble, Fió­dor Dostoyevski
 — El hom­bre de are­na, E.T.A. Hoffmann

De David Monteagudo:
 — Fin, 2009
 — Bra­ña­gan­da, 2011
 — El edi­fi­cio, 2012
 — Inva­sión, 2015
 — Hoy he deja­do la fábri­ca, 2018

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