La pereza que provoca ir buscando a nuevos autores que, en la mayoría de casos, recurren a autopublicar su obra se compensa con aquellos a los que voy conociendo, en ocasiones, asistiendo a los pocos eventos que suelo marcar en mi agenda. Es lo que me sucedió con Benjamín Recacha García, con quien coincidí en una mesa redonda celebrada en el salón Liber de 2014. Recacha es un tipo tenaz, de conversación amena, con ideas claras y que no se anda por las ramas cuando defiende lo suyo y la alternativa que, como él, muchos escritores están tomando: ir a su bola. La novela El viaje de Pau, aparecida en 2013, va un poco de eso: de gente que vive y sobrevive a pesar de los pesares, que se recompone y busca en los demás sus puntos de apoyo, siempre de manera natural y porque se quiere. También va de historia, la de una batalla acontecida en la Bolsa de Bielsa durante la Guerra Civil. Y de los desaparecidos de la contienda. Y de naturaleza. Y de respeto.
He llegado a la conclusión de que quizás no vale la pena que te ofrezcan un contrato en una editorial
Lo de escritor indie, ¿es algo que te molesta, te enorgullece?, ¿es un calificativo que encuentras correcto en tu caso personal?
Sí, me parece correcto. Cuando empecé a escribir El viaje de Pau mi idea era publicar con una editorial porque no conocía nada del funcionamiento posterior a la escritura, pensaba que la aspiración del escritor era que le publicaran en una editorial, y tenía el prejuicio de que los autoeditados no tenían calidad suficiente, que no habían conseguido que una editorial se fijase en sus obras y optaban por esta opción, básicamente por orgullo de tener el libro. Pero cuando lo acabé y empecé a investigar un poco entendiendo cómo funciona el sector me puse a ello. He conocido a más escritores que lo han hecho y he leído novelas autoeditadas muy trabajadas, tanto en el texto como en la edición. Ahora lo que intento es contribuir poniendo mi granito de arena para derribar el muro del prejuicio basado en que los autores indies somos todos sinónimo de falta de calidad. Así que no me molesta, me gusta.
Hay gente, desde lectores a profesionales, que ven todo esto como una especie de fenómeno puntual, cuando en realidad es el asentamiento de un cambio de modelo editorial que hasta ahora estaba algo difuso.
Ha ayudado mucho que aparezcan las plataformas de publicación digital y de impresión a demanda, se ha democratizado el mercado sin necesidad de que el autor tenga que hacer un gasto inasumible. Y ha surgido por necesidad, ya no es un coto cerrado al que pueden entrar solo los privilegiados que la editorial decida publicar por calidad y por criterio de catálogo. La autoedición no es algo nuevo, siempre ha sido una opción. Quizás sí ha habido un periodo con demasiada autopublicación en los últimos años, pero se va a ir asentando porque no todo lo que aparece en una plataforma como Amazon se descarga masivamente. Los autores ya se han dado cuenta de esto. Habrá quienes seguirán por alimentar su deseo vocacional de escribir y dar a conocer su obra, o quienes se hayan decepcionado por no generar grandes ventas y opten por darle otra salida a su necesidad de escribir. Ya hay estadísticas de la disminución de autopublicados, aunque tampoco son de fiar porque suelen basarse en los ISBN, y ya sabemos que no todos libros están en ese registro. En cualquier caso, es evidente que las editoriales van a tener que replantearse su forma de trabajar y algunas ya están en ello.
¿Y tu vocación cuándo nació?
Soy periodista. Siempre me ha gustado escribir y he tenido inquietud por conocer, por saber. Lo que más me atraía era el periodismo y lo he ejercido durante muchos años, pero siempre he escrito ficción, desde que iba a EGB. Redactaba cosas locas, simpáticas… Más adelante fui probando con algunas historias destinadas a convertirse en novelas, pero como suele suceder al principio, escribes veinte páginas y lo dejas. Hasta que llegó este primer proyecto serio. El viaje de Pau la empecé hace siete años, no tenía tiempo para escribir, lo compaginaba con el trabajo dedicándole las noches. Cuando me quedé en paro pude invertir todo el tiempo necesario para acabarla. Fue un triunfo demostrarme que podía escribir una novela y me ha motivado a crear una segunda obra que ya estoy acabando.
¿Siempre ficción?
Sí. Basada en hechos realistas, pero sí.
¿Más que crónicas o reportajes?
No creo que lo haga, requiere capacidad de sacrificio. Es más difícil que escribir una novela. Y no me llama. El periodismo no lo tengo olvidado, me gustaría seguir en ello, pero no es mi prioridad. Tengo un trabajo de media jornada, porque si no, evidentemente, no podría permitirme este lujo, pocos autores se ganan la vida con esto. En la cadena del libro el escritor es el que menos recibe.
Y es el que aporta la materia prima.
Claro. Cuando empecé a escribir la novela ni me planteaba todo esto. He llegado a la conclusión de que quizás no vale la pena que te ofrezcan un contrato en una editorial, por muy conocida que esta sea. Es cierto que tienen un poder de distribución impensable para un autopublicado, pero si el escritor recibe un 10% de cada venta, ¿cuántos libros ha de vender para recibir lo mismo que haciéndolo todo él y vendiendo mucho menos? El principal problema de publicar por tu cuenta es la distribución. Pero confío en que aparecerán nuevas fórmulas para que sea factible, no sé, creando una cooperativa de escritores, quizás… Hay espacio para todos.
El principal problema de publicar por tu cuenta es la distribución
Vayamos a la novela. ¿Cómo empiezas a trabajar en ella? No es una obra simple, abarcas diferentes temas con personajes que no parecen tener mucho en común. ¿Eran asuntos que tenías en la cabeza y decidiste volcarlos reuniéndolos en un solo libro?
En principio iba a ser muy sencilla, el viaje de Pau al Pirineo, a un sitio que para mí es muy importante, el Valle de Pineta. Es donde he pasado los mejores momentos de mi vida, donde he veraneado siempre. Cuando me planteé escribir una novela pensé en qué me podría motivar a escribir para no dejarla inacabada. Finalmente opté por lo que más conozco. El viaje de Pau es un homenaje al valle y la idea inicial era la del chico protagonista que tiene una vida cómoda en la ciudad pero no se siente feliz. Iba a hacer el viaje al Pirineo y allí vivir sus aventuras en las montañas. Buscando información sobre la vida de los pastores me encontré con la Bolsa de Bielsa. Creí que se trataba de una feria de ganado. He estado treinta años veraneando allí y nunca había oído nada sobre el asunto. Descubrí que era un episodio de la Guerra Civil muy importante que marcó la vida de toda la comarca, así que decidí meterlo en la novela haciéndola una historia más compleja, con más personalidad, con más cuerpo. La trama principal, finalmente, resultó ser la búsqueda de Emilio, el pastor que desaparece durante la Bolsa. Siempre he estado muy sensibilizado con las víctimas de la Guerra Civil, no porque haya tenido algún familiar desaparecido, pero sí que he pensado que ese capítulo no ha quedado cerrado y hasta que no se reconozca a las víctimas no se acabará haciendo justicia. Hay mucha gente que sigue buscando. Me lo tomo como una reivindicación incluida en la novela.
Pero hay otras víctimas en el libro.
Una de las críticas que me han hecho es que a los personajes todo les salen bien. Uno, Diego, el pastor que ha pasado toda su vida buscando a sus padres…
Y con una relación con sus hijos bastante desastrosa.
Otra, Sandra, que está amenazada por su exnovio. Pau no tiene nada, es uno más. Ha tenido una vida cómoda pero cuánta gente hay que vive por inercia. En realidad no está haciendo la vida que le gustaría.
Sí es cierto, y no lo digo como reproche, que quizás no es que les salga todo bien, es que son todos unos buenazos.
También me lo han dicho. Quería hacerlos así. Hay quien opina que los personajes de una novela no pueden ser buenos, que han de tener algo que los haya marcado, que tengan un punto oscuro. Y es cierto que existen novelas extraordinarias que funcionan así, pero ¿por qué no pueden haber novelas en las que todos los personajes sean buenas personas, que teniendo muchas dificultades en la vida no estén amargados, que quieran salir adelante sin perjudicar a su entorno? Puede sonar naíf, pero es lo que quería transmitir.
¿Crees que es una mentalidad que conecta con lo que se necesita en estos momentos?
Sin duda. Existe gente así. Me pongo yo mismo como ejemplo. Es mejor para todos, sin llegar al optimismo ciego, claro. Hay que ser consciente de lo que ocurre, pero no podemos estar amargados por todo. Existen circunstancias jodidas que te hunden y predicar con el buenismo puede ser peligroso, pero debemos intentar cambiar las cosas desde la buena voluntad, no pisoteando al de al lado. La crisis que estamos viviendo está haciendo florecer actitudes de este tipo que reflejo en el libro, personas que se oponen a las circunstancias no desde la amargura, sino desde el empuje hacia la buena actitud. Es una manera de ver la vida más positiva. Por supuesto que es más fácil destrozar que destruir.
Respecto a lo que decías de los temas que aborda la novela, el primero que tenía en mente era el de la Guerra Civil y el homenaje al Valle de Pineta, pero han ido saliendo otros. Escribo de una manera que no sé si es ortodoxa o heterodoxa. Hay tantas maneras de escribir como escritores, y todas son válidas. En este caso lo hice a partir de esas ideas, los personajes van surgiendo y sus circunstancias van saliendo conforme voy avanzando. Por ejemplo, Ariadna. Pensé en incluir a una niña un poco borde para hacer una escena divertida y me gustó. Así que introduje la trama de la madre alcohólica, fui ampliándola y me salió una trama paralela. Reconozco que tiene un peligro: cuanto más se van abriendo las tramas, más riesgo se corre de que se vayan difuminando y que alguna no se consiga cerrar de manera creíble.
Escribo de una manera que no sé si es ortodoxa o heterodoxa
Has unido a un grupo de personas diferentes, con variables generacionales, y a todas les das voz, que es más enrevesado aún. No hay un narrador que hile todas las tramas, todos narran, incluso Emilio con su diario.
El libro se inicia en primera persona, haciendo resumen de la la vida amorosa de Pau desde unos años atrás. El relato es, claro, en pasado hasta que llega al presente, y a partir de ahí se sigue avanzando, en presente y en primera persona. Y aquí me encontré con un problema, no podía meter a un narrador de golpe, tenía que progresar a base de diálogos, de soliloquios, de pensamientos, y se me planteaba el dilema de cómo introducir a los otros personajes de tal manera que no se eternizara ni fuera repetitivo. Lo hice creando escenas o capítulos desde el punto de vista de los personajes, alternándolos. Eso me permitió desarrollar la obra evitando una sola voz. Sobre el diario de Emilio, el escribir en primera persona puede resultar pesado para el escritor pero también para el que lee. Con esos fragmentos de diario hago que descanses insertándolos en el relato en presente. Es una combinación que me pareció interesante. Y un reto para una primera novela del que he quedado más que satisfecho.
La parte de Emilio es la que ha requerido más documentación, hablamos de hechos históricos y no podías explicar cualquier cosa.
Las circunstancias que rodean a Emilio son reales, el suceso de la Bolsa de Bielsa está explicado tal y como sucedió. Y aquí puntualizo que todos los personajes de la novela son ficticios. Emilio es un personaje muy peculiar. Pastores tan cultos, buenos lectores, muy comprometidos políticamente los ha habido, pero en ningún momento he pretendido hacer una crónica histórica, es una ficción ambientada, en parte, en hechos reales. Antonio Beltrán, el Esquinazau, sí existió realmente, pero toda la novela como tal es ficción.
La marca o los toques de humor quizás sea algo inherente tuyo. Especialmente en los diálogos, algo no fácil de lograr. Y creo que en eso la novela puede resultar refrescante. No utilizas acotaciones, los has dejado «ciegos».
Estamos leyendo desde el presente, no tiene sentido puntualizar con acotaciones. También es una manera de que el lector se implique y participe, que forme parte de la escena. Lo que dices del humor, sí, son chispas que forman parte de mi forma de ser y en los diálogos me baso en la manera en que habla la gente, sin más.
O sea que lo de «majo y «maja»…
Es muy de Huesca.
El libro está plagado de «majismo».
Y creo que tienes una edición en la que hay más, he recortado algunos. Esos son errores de principiante, pero es que en Huesca hablan así. También me sirve para que el lector reconozca quién está hablando, por lo que comentabas de la falta de acotaciones.
Se agradece que en todo momento pase alguna cosa, la novela va avanzando sin pausa ni alardes descriptivos. Personalmente me cansa el abuso que se hace de ellos.
Como lector cuando me encuentro parrafadas que no llevan a ningún sitio pienso si es necesario y si tiene algún objetivo. Si está ahí ha de tener influencia en los sucesos. Como escritor es lo que intento hacer, que cada cosa que se lea le diga algo al lector.
Como novela iniciática, ¿crees que puede hacer reflexionar a la gente que sigue dudando sobre cómo afrontar la crisis o qué hacer a partir de la recuperación, si llega?
Empecé a escribirla antes de la crisis. Pau es un tío con la vida resuelta que decide dejarlo todo. Dudaba, entonces, si eso podía verse como una situación sensata. ¿Quién va a hacer algo así? Pero es verdad, se está abandonando la zona de confort, la comodidad. Personas con situaciones difíciles puedan pensar que no es realista, pero la crisis ha provocado la reinvención personal. Yo mismo lo he hecho, no me gano la vida con esto pero es lo que quiero hacer y mientras pueda seguiré con ello. Podría plantearme buscar un trabajo de jornada completa, pero mientras pueda sobrevivir compaginando mi vida laboral con la escritura, aun ganando menos, seguiré haciéndolo. Y te aseguro que se debe tener mucha fuerza de voluntad y mucha energía para no abandonar.
* El viaje de Pau. Benjamín Recacha García.
Autopublicado (Barcelona, 2013).