«Beber para contarla»

No es nece­sa­rio espe­rar al 17 de mar­zo (día de San Patri­cio, patrón de Irlan­da) para tomar­se una bue­na cer­ve­za, un whis­key (así, con todas sus letras, como nos recuer­da Peter Hai­ning en sus comen­ta­rios para el libro) o cual­quier otra de las deno­mi­na­das «bebi­das espi­ri­tua­les» (lla­ma­das así, no por­que levan­ten el espí­ri­tu, que tam­bién, sino por estar ela­bo­ra­das con el «espí­ri­tu» del des­ti­la­do). De igual mane­ra que tam­po­co hemos de espe­rar a tan cele­bra­da y etí­li­ca fecha para dis­fru­tar de la sana lec­tu­ra de esta anto­lo­gía idea­da por Hai­ning, en la que se reco­gen rela­tos y frag­men­tos de pie­zas tea­tra­les y de nove­las reple­tos de beo­dos, abra­za­fa­ro­las, mama­do­res… y demás sinó­ni­mos que se nos ven­gan a la cabeza.

Beber para contarlaAho­ra que se ha inter­na­cio­na­li­za­do la dicho­sa fes­ti­vi­dad has­ta extre­mos paté­ti­cos (en algu­nas ciu­da­des abun­dan los pubs de ambien­ta­ción irlan­de­sa, dan­do aco­gi­da a los faná­ti­cos del fút­bol que se apun­tan a cual­quier fies­to­rro aun­que ten­gan que poner­se un tré­bol en la cabe­za y can­tar cual­quier bar­ba­ri­dad), está bien eso de recor­dar el ori­gen de la tra­di­ción bebe­do­ra a base de fic­cio­nes que, como cual­quier reco­pi­la­ción que se pre­cie, tam­bién tie­ne sus altibajos.

Así, encon­tra­mos nom­bres clá­si­cos (Joy­ce y Bec­kett a la cabe­za) codeán­do­se con escri­to­res más jóve­nes (Swee­ney y McCa­be), eter­nos des­co­no­ci­dos que ven­dría bien ver tra­du­ci­dos en Espa­ña de mane­ra habi­tual (McCourt, O’Brien) y otros espe­cí­me­nes de dudo­sa cala­ña (Mac­Go­wan)… Un sucu­len­to repar­to muy bien ser­vi­do por el autor de la anto­lo­gía, quien nos ilus­tra con­ve­nien­te­men­te a base de intro­duc­cio­nes a cada uno de los tex­tos seleccionados.

Se dedu­ce, leyen­do las pie­zas que com­po­nen este puz­le, que los mitos en torno al hábi­to escan­cia­dor de los irlan­de­ses pro­vie­nen de tiem­pos no tan remo­tos (la fes­ti­vi­dad, como tal, no se esta­ble­ció has­ta 1901), aun­que quie­nes se encar­gan de trans­mi­tir­los a tra­vés de la escri­tu­ra no han esca­ti­ma­do esfuer­zos para narrar, con sen­ti­do del humor, iro­nía y tam­bién cru­de­za, sus con­se­cuen­cias. De igual mane­ra, el paso del tiem­po no ha mer­ma­do esa cul­tu­ra etí­li­ca, pasan­do a ser par­te del lega­do cul­tu­ral y social del país. Una cul­tu­ra que entien­de como ritual el encuen­tro en el bar, lugar en el que aho­gar penas, reír con los ami­gos, hallar el amor, recu­pe­rar a quien pen­sa­bas per­di­do y con­den­sar la vida en un tra­go. No fal­ta nada de eso en este sur­ti­do de his­to­rias que nos sir­ve, a su vez, de guía para inte­re­sar­nos por una lite­ra­tu­ra com­pro­me­ti­da con su tiem­po, que refle­ja con­flic­tos polí­ti­cos, luchas de poder, enfren­ta­mien­tos reli­gio­sos, dra­mas socia­les y, fal­ta­ría más, tam­bién momen­tos feli­ces. Con­den­sa­do en sus pági­nas, el siglo XX en Irlan­da. Que no es poco.

A des­ta­car la pri­mo­ro­sa labor de tra­duc­ción, coor­di­na­da por Miguel Mar­tí­nez-Lage. El vol­ca­do que el equi­po de tra­duc­ción ha rea­li­za­do de la len­gua irlan­de­sa, bási­ca­men­te oral, es deli­ca­do y, por la com­ple­ji­dad que con­lle­va, digno de alabanza.

Los doce após­to­les del whis­key…

James Joy­ce (1882 – 1941). Es el escri­tor irlan­dés más cono­ci­do en todo el mun­do, famo­so por ser autor del libro más deja­do de leer en toda la his­to­ria de la lite­ra­tu­ra (Uli­ses, curio­sa­men­te tam­bién el más impor­tan­te –dicen– del siglo XX). Oriun­do de Dublín, no fue un escri­tor muy pro­lí­fi­co y su obra sigue des­per­tan­do pasio­nes y es moti­vo de estu­dio per­ma­nen­te. Dubli­ne­ses (su úni­co libro de cuen­tos), Retra­to del artis­ta ado­les­cen­te, Fin­ne­gans Wake y la cita­da Uli­ses, son las más representativas.

Samuel Bekett (1906 – 1989). El títu­lo de su obra más céle­bre, Espe­ran­do a Godot, es el más ver­sio­na­do en la pren­sa (¿Cuan­tos titu­la­res habre­mos leí­do hacien­do uso del «Espe­ran­do a…»?). Gana­dor del Nobel en 1969, Bec­kett es el mejor retra­tis­ta de la moral huma­na en el siglo XX, el pesi­mis­ta más amar­go y uno de los más hábi­les usua­rios crea­ti­vos del humor negro. Ami­go y dis­cí­pu­lo de Joy­ce, sus tra­ba­jos de expe­ri­men­ta­ción en las for­mas narra­ti­vas han ins­pi­ra­do a otros muchos auto­res de gene­ra­cio­nes posteriores.

John Milling­ton Syn­ge (1871 – 1909). Era impo­si­ble no encon­trar en esta anto­lo­gía un frag­men­to de su obra de tea­tro El Play­boy del mun­do occi­den­tal, ya que se tra­ta de un clá­si­co que pro­vo­có polé­mi­cas y dis­tur­bios en su épo­ca y, ade­más, trans­cu­rre ínte­gra­men­te en un pub típi­co irlan­dés. Las pie­zas de Syn­ge esta­ban ambien­ta­das en el mun­do rural y fue el pri­me­ro que usó el recur­so de la taber­na para mos­trar a los per­so­na­jes «sol­tán­do­se la len­gua» sin nin­gún tipo de rubor, lo que no siem­pre era bien reci­bi­do por el público.

Flann O’Brien (1911 – 1966). Otro autor con esca­sa obra pero muy ala­ba­da. Su nom­bre real era Brian O’Nolan. El ter­cer poli­cía, publi­ca­da con 27 años de retra­so (escri­ta en 1940, pues­ta en cir­cu­la­ción en 1967) es la más cono­ci­da de toda su biblio­gra­fía, aun­que se cita siem­pre su pri­me­ra fic­ción, At Swin-Two-Birds, como la más logra­da (el frag­men­to inclui­do en el volu­men, uno de los más diver­ti­dos, per­te­ne­ce a la adap­ta­ción tea­tral de esta obra). Exper­to en lite­ra­tu­ra cel­ta, arti­cu­lis­ta satí­ri­co, lle­gó a fir­mar con dife­ren­tes seu­dó­ni­mos, inclu­yen­do su nom­bre tra­du­ci­do al cél­ti­co (Brian Nuall’in).

Brian Friel (1929). El más gran­de dra­ma­tur­go irlan­dés vivo. Sus com­pa­trio­tas siguen reve­ren­cián­do­le como uno de los nom­bres cla­ve en la his­to­ria del Abbey Thea­tre. Su pie­za más cono­ci­da es Dan­cing in Lugh­na­sa, que lle­gó a estre­nar­se en Broad­way y fue adap­ta­da al cine en 1998 con el mis­mo títu­lo y pro­ta­go­ni­za­da por Meryl Streep. Bue­na par­te de sus his­to­rias trans­cu­rren en el pue­ble­ci­to fic­ti­cio de nom­bre «Bally­beg». Sus obras son fiel refle­jo de la his­to­ria polí­ti­co-social de la Irlan­da del siglo XX y de la vida dia­ria en comunidad.

Malachy McCourt (1931). El her­ma­ní­si­mo. Fue com­pa­ñe­ro de aven­tu­ras, escri­bien­do jun­to a su her­mano mayor, Frank McCourt (falle­ci­do hace unos días), la céle­bre obra tea­tral A Couple of Bla­guards. Para noso­tros es el gran des­co­no­ci­do, el hom­bre que que­dó en la som­bra. Escri­tor, actor y polí­ti­co (mili­ta en el Par­ti­do Ver­de y ha sido can­di­da­to a Gober­na­dor por la ciu­dad de Nue­va York), Malachy es quien fir­ma el rela­to más diver­ti­do de todos los inclui­dos en la anto­lo­gía. A ver si algún edi­tor se ani­ma y nos des­cu­bre de una vez a este genio del humor irlandés.

Eamonn Swee­ney (1968). Uno de los crea­do­res más des­ta­ca­dos de su gene­ra­ción, Swee­ney des­lum­bró con su pri­me­ra obra, Wai­ting for the Hea­ler, en la que hace uso del rea­lis­mo sucio para narrar el sór­di­do mun­do del ham­pa irlan­dés. Para este volu­men se ha extraí­do un frag­men­to de dicha obra, en la que se des­cri­be una des­pe­di­da de sol­te­ra que aca­ba de mane­ra ines­pe­ra­da. Es autor de la nove­la The Pho­to­grapher. Ambas, mis­te­rio­sa­men­te, per­ma­ne­cen iné­di­tas en España.

William Car­le­ton (1794 – 1869). De fami­lia humil­de, Car­le­ton con­si­guió des­ta­car por su dedi­ca­ción a los demás. A pesar de no dis­po­ner de una amplia edu­ca­ción, ejer­ció como pro­fe­sor par­ti­cu­lar y fue miem­bro de la socie­dad secre­ta de los Rib­bon­men, que lucha­ba con­tra los abu­sos de los terra­te­nien­tes. Pro­tes­tan­te, escri­bió, ya ins­ta­la­do en Dublín, una serie de cari­ca­tu­ras de per­so­na­jes típi­cos irlan­de­ses entre los que se encon­tra­ban algu­nos borra­chi­nes como el que pro­ta­go­ni­za la his­to­ria La geo­gra­fía de un jura­men­to irlan­dés, inclui­da en la antología.

Patrick McCa­be (1955). Crea­dor de la aldea «Barn­tros­na» y del per­so­na­je Phildy Hack­ball, una espe­cie de alter ego. Sus rela­tos fue­ron reco­pi­la­dos en el volu­men Mon­do Des­pe­ra­do, y algu­nas de sus nove­las han sido adap­ta­das al cine por Neil Jor­dan. McCa­be recu­rre a la vio­len­cia y a la mar­gi­na­li­dad de cier­tos ambien­tes irlan­de­ses para retra­tar a la socie­dad actual. Rela­tos como The But­cher Boy (pro­ta­go­ni­za­da por un mata­ri­fe per­tur­ba­do) o Desa­yuno en Plu­tón (sobre un tra­ves­ti­do que bus­ca a su madre bio­ló­gi­ca con el tras­fon­do de los con­flic­tos irlan­de­ses de los ’60 y ’70), ofre­cen una visión extre­ma pero reple­ta de sarcasmo.

Sha­ne Mac­Go­wan (1957). Líder de The Pogues, incluir­le en el libro era casi obli­ga­do, no sólo por su caris­ma sino tam­bién por ser con­si­de­ra­do uno de los letris­tas más influen­cia­dos por la lite­ra­tu­ra de su país (des­ta­can­do Bren­dan Behan por enci­ma del res­to de clá­si­cos). Sin olvi­dar que, tal y como indi­ca Hai­ning, la músi­ca y el alcohol son inse­pa­ra­bles, espe­cial­men­te en Irlan­da. El antó­lo­go ha extraí­do un frag­men­to del libro A drink with Sha­ne Mac­Go­wan, en el que se reco­gen una serie de entre­vis­tas con la perio­dis­ta Vic­to­ria Mary Clarke.

Ber­nard MacLa­verty (1942). Qui­zás el cuen­to de MacLa­verty que se nos ofre­ce sea el más emo­ti­vo de todos. Es la his­to­ria de un enfer­mo ter­mi­nal y de un vie­jo ami­go que le pro­por­cio­na alcohol a escon­di­das en el hos­pi­tal. Una bue­na mues­tra de la tras­cen­den­cia que en nues­tra vida tie­ne la amis­tad y que pode­mos enten­der ple­na­men­te al final de nues­tros días, aun­que la dis­tan­cia no haya per­mi­ti­do que dis­fru­te­mos de ella. A pesar de resi­dir en Esco­cia des­de 1975, MacLa­verty no ha olvi­da­do sus raí­ces, como demues­tra en sus obras LambCal, dos de las más cele­bra­das nove­las irlan­de­sas de los ’80.

Robert Jas­per Mar­tin (1845 – 1905). Des­co­no­ce­mos su ros­tro y, cómo no, tam­po­co es muy cono­ci­da su obra com­pues­ta, prin­ci­pal­men­te, por poe­mas, can­cio­nes y peque­ños rela­tos publi­ca­dos en pren­sa. Según nos indi­ca Hai­ning, aca­bó vivien­do en la penu­ria sin con­se­guir el reco­no­ci­mien­to que mere­cía. Fir­mó la auto­ría de Balleyhoo­ley, una de las tona­das irlan­de­sas más famo­sas del siglo XIX.

Y el antólogo…

Peter Hai­ning (1940 – 2007). Perio­dis­ta y uno de los más céle­bres antó­lo­gos de rela­tos de cien­cia-fic­ción y terror, se hizo muy popu­lar a tra­vés de su inves­ti­ga­ción sobre el per­so­na­je Swee­ney Todd, de quien ase­gu­ra­ba que exis­tió real­men­te. Ha escri­to libros sobre series de tele­vi­sión y per­so­na­jes lite­ra­rios adap­ta­dos a la peque­ña pan­ta­lla. Su últi­mo pro­yec­to esta­ba dedi­ca­do a la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Entre sus nove­las des­ta­can The Hero (1973) y The Sava­ge (1986).

* Beber para con­tar­la. VVAA.
Tra­duc­ción de Miguel Mar­tí­nez-Lage, Car­los Pran­ger, Euge­nia Váz­quez Naca­rino y Jai­me Blasco.
La Otra Ori­lla (Bar­ce­lo­na, 2009).

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