A Antonio Escohotado (Madrid, 1941) se le conoce menos por ser uno de los especialistas más importantes en la filosofía de Hegel, que por ser una de las personas que más sabe sobre drogas. Su Historia general de las drogas ha marcado un hito en la historia de la edición. Fue publicada en tres volúmenes por Alianza Editorial en el año 1989, y a partir de ahí no dejó de reimprimirse. Espasa Calpe también decidió publicarla diez años más tarde en un solo volumen ilustrado de 1.540 páginas.
En una suerte de «autoexposición académica» para una habilitación a cátedras de Sociología, sobre esta obra emblemática señaló lo siguiente: «El resultado fue más bien que mi libro quedaría como obra de referencia, suscitando en jóvenes y menos jóvenes un fenómeno que quizá pueda llamarse ilustración farmacológica, pues planteó ese campo como un objeto más de conocimiento, donde la quintaesencia del peligro se concentra en la ignorancia».
Por eso, además de ser célebre por su vasto y profundo conocimiento sobre las drogas —presume de haber probado todas las que aparecen en su libro en dosis bajas, medias y altas—, no es menos conocido por su postura ética a favor de su legalización. Piensa que el «experimento prohibicionista», tal y como denomina a la actual prohibición de las drogas, «es una guerra a la euforia autoinducida y delata el miedo al placer», fruto de una mentalidad arcaica y represiva.
Intelectual difícil de encuadrar dentro de un sistema o de una corriente de pensamiento, además de su conocimiento y de su postura sobre las drogas, sus intereses intelectuales y académicos abarcan un amplio abanico de temas que va desde la Metafísica hasta la Mecánica Cuántica, pasando por la Historia y la Sociología.
Su atípica definición de la Metafísica haría temblar de pánico, para regocijo de Borges, a los conocedores más puristas de esta disciplina. Y su concepción de la vida no deja de tener en cuenta el papel del caos y del desorden. Sobre estas y otras incertidumbres tuvimos la oportunidad de hablar en esta entrevista.
El único éxito en mi vida
ha sido aprender a estudiar
Usted ha dicho que a los catorce años pasó «del trópico pagano al nacionalcatolicismo mesetario». ¿Cómo recuerda aquel cambio en su vida?
A esa edad lo que menos se piensa son cosas sensatas. El adolescente tiene una especie de intoxicación ególatra tanto más fuerte cuanto que ignora prácticamente todo. Yo nací en Madrid, a los cuatro años me fui a Brasil y regresé a los catorce. La vuelta me sentó fatal porque, para empezar, no me convalidaron los estudios. Y, además, tuve que hacer el bachillerato de seis años en dos, con el consiguiente atracón de estudio que eso supuso.
También ha dicho que el cuadro docente de la Filosofía le decepcionó profundamente en su época de estudiante. ¿Podría explicar los motivos de esa decepción?
No me sentía cómodo en un ambiente que en aquella época estaba dominado por los neotomistas, los neopositivistas y los neomarxistas. No me interesaba ninguna de estas actitudes porque, en realidad, ni siquiera existen dentro de la filosofía. A mi juicio, para entender filosofía hay que leer a Platón y a Aristóteles. Y luego a Spinoza, a Kant y a Hegel. Ninguna de las actitudes anteriores tiene idea de estos autores. Por ejemplo, el marxismo se supone que es hegeliano, pero no es cierto porque el hegelianismo es una filosofía de reconciliación y el marxismo es una filosofía del conflicto.
Usted se ha proclamado «en contra del dogmatismo y del victimismo», pero ¿no cree que nos encaminamos hacia una sociedad cada vez más victimista y dogmática?
Pues si es así, entonces habrá que nadar contracorriente, como yo he hecho en mi vida.
Un vistazo a su producción revela múltiples intereses, y no sólo dentro del ámbito de la Filosofía, sino también en el de la Historia, la Sociología e incluso en el de la Mecánica Cuántica. ¿Cómo consigue conciliar todos estos intereses?
Yo creo que el único éxito en mi vida ha sido aprender a estudiar de forma cada vez más infatigable. Mi vida es una declinación o una conjugación del verbo estudiar. Al principio intenté ser valiente y he terminado aprendiendo a superar la ignorancia.
La metafísica te enseña a moverte en nombre propio en la selva de las palabras que dan sentido a las palabras
Imagino que a los puristas de la Filosofía les pone los pelos de punta su definición de la metafísica como «poesía en prosa», tan cercana al espíritu de Borges. ¿Continúa defendiendo esta definición?
La metafísica tiene aspecto de ser un género obsoleto, como cuando el teatro pareció quedarse obsoleto al aparecer el cine. Creo que la Gran Ciencia es la heredera natural de la Gran Metafísica, esto es, el tipo de investigación que inicia Max Weber, Simmel, Schumpeter, Hayek: mentes enciclopédicas que aplican la pureza conceptual de la metafísica a fenómenos complejos, en vez de aplicarla a fenómenos simples por definición, como pueden ser el tiempo, el espacio, la materia, la forma.
La metafísica te enseña a moverte en nombre propio en la selva de las palabras que dan sentido a las palabras. Solo el que ha estudiado metafísica no habla de prestado. Yo estudié metafísica para no hablar de prestado, pero sabiendo que pronto o tarde habría que pasar de los objetos simples, que es el lenguaje en sí, a la realidad. Esto no es más que es el salto que en alemán va del «sein» («ser») al «da-sein» («ser-ahí» o «existente»).
Y a los científicos más ortodoxos también se les pondrá los pelos de punta cuando usted afirma que «la ciencia es el mito más hermoso».
La ciencia es mitología en dos sentidos. Uno, porque la mitología es la forma más concisa y profunda de expresar algo. Por ejemplo, el conjunto de los mitos griegos te cuenta una historia que aparentemente pertenece a otros, pero en realidad es la tuya. El mitógrafo anónimo es un genio porque de forma muy concisa explica un fenómeno que afecta a todos los demás. La ciencia es mito en el sentido de que es el discurso más preciso y profundo acerca de lo real.
Pero la ciencia también es mito en un segundo sentido, puramente peyorativo, que se corresponde con muchos científicos actuales que confunden la ciencia con una disciplina terminada. Esto es una estafa porque olvida lo que dijo Weber con gran precisión: que la ciencia es un proyecto interminable y que el científico siempre tiene que ir más allá de lo que se sabe. El científico debe estar comprometido con la autosuperación y con lo contrario del dogmatismo.
¿Hasta qué punto es tolerable admitir que «sólo la incertidumbre nos hace libres»?
Eso también es una crítica a lo que dicen los pseudocientíficos modernos, que creen que la ciencia es predicción, cuando básicamente es descripción. Esa era una de las cosas en las que insistía mi libro Caos y orden.
El científico debe estar comprometido con la autosuperación y con lo contrario del dogmatismo
Su postura a favor de la legalización de las drogas es muy conocida. ¿Le molesta que se le encasille únicamente como un pensador referente en este asunto?
No, no me molesta. Creo que el libro ha sido un granito de arena en la normalización de las drogas. Con este libro contribuí a quitarle la coartada a aquellos que les gusta engañar a sus padres, a sus médicos o a sus amigos diciendo que quedaron atraídos por la droga, como una limadura de hierro por una piedra imán. Cuando se publicó dije que todas las drogas mencionadas en el libro las había probado en dosis bajas, medias y altas, y que solo era dependiente del tabaco, a pesar de haberlo dejado varias veces. Pero como me di cuenta de que la vida era mejor con tabaco que sin él, entonces volví a fumar.
¿Podría resumir sus argumentos en contra de lo que usted ha denominado el «experimento prohibicionista»?
Creo que el miedo a las drogas en realidad equivale al miedo a sí mismo, pero proyectado noblemente en la forma «voy a proteger a mis hijos», por ejemplo. Es falta de arrestos y de coraje ontológico. Historia general de las drogas está planteado como un hablar de las cosas desde dentro. Me sorprendería que hiciese crítica musical un sordo o crítica de arte un ciego. Sin embargo, esto es lo que sucede con los supuestos especialistas en materia de drogas, que no tienen ni la más remota idea de lo que hablan y que niegan el más sano principio de todo: que la experiencia es la madre de la ciencia.
¿Qué es lo que pueden aportar al individuo las drogas?
Realización. Perfección de lo que necesite en cada momento. Por ejemplo, si estás conduciendo un camión y te estás durmiendo, entonces es estupendo tener un estimulante. Si estás angustiado porque has sufrido una desgracia, hay drogas para sobrellevar esa espantosa carga. Si no sabes quién eres o qué quieres, también tienes drogas de viaje para encontrarte. Como el resto de elementos de la naturaleza, las drogas están ahí para que el ser humano se desarrolle, se acerque a su posibilidad.
Es ridículo que hablen de «paraísos artificiales» cuando se refieren a las drogas, porque los seres humanos somos un «saco químico». Y no hay nada más básico ni más natural que la química. Esta expresión es tan grotesca como la idea anterior de que se pueden conocer las drogas sin tener ninguna experiencia.
Las drogas están ahí para que el ser humano se desarrolle, se acerque a su posibilidad
¿En qué consiste lo que usted ha denominado «Sobria ebriedad»?
«Sobria ebriedad» era la forma que tenían los griegos, en particular Filón de Alejandría, de acercarse a las drogas. Filón dice que el abstemio tiene las mismas pasiones que el no abstemio, pero este no tiene el coraje de navegar la ebriedad. En la República hay un momento en el que Platón dice que debemos hacer libaciones cada vez más frecuentes a Dionisio —es decir, beber vino—, según la tirantez y las amarguras de la edad se va apoderando de nosotros.
Con la reciente permisividad sobre las drogas en ciertos países como Uruguay, que ha aprobado la legalización de la marihuana, ¿cree que en la actualidad existe un cambio de mentalidad sobre este tema o estamos en la misma situación de siempre?
Lo único radicalmente imposible es que las cosas sigan igual, que no haya cambio. En Uruguay han aprobado su uso médico. Pero habría que decir que cada cual debería poder tomar las drogas que quisiese sin la supervisión de otro que las prescribe únicamente para uso médico.
Internet potenciará la inteligencia y reducirá la arbitrariedad de la voluntad
¿Qué opina de la crispación actual de la vida política?
Que es una consecuencia en buena medida de la ignorancia, de la deshonestidad y también de la mentira. Porque muchas de las personas que están pidiendo el cambio no lo hacen ellas mismas, es decir, le exigen a otro que hagan lo que no hacen ellas mismas.
¿Cómo se puede combatir dicha crispación?
Creo que hasta que no limpiemos nuestra propia casa va a ser difícil que el vecino limpie la suya. Y mucho más difícil que la limpie la clase política, que es un fruto coyuntural, histórico, que no ha existido más que en las democracias contemporáneas y que, objetivamente, ha caducado al aparecer internet.
¿Cómo cree que ha cambiado nuestra vida internet?
Es uno de los hallazgos científicos del que debemos sentirnos más orgullosos. La primera recepción de internet puede ser el aturdimiento, la excesiva información. Pero para el ser humano internet ha sido un descubrimiento tan grande como el del fuego o la rueda, otra prueba más de esa profunda escisión que hay en el ser humano, que es voluntad y es inteligencia: internet potenciará la inteligencia y reducirá la arbitrariedad de la voluntad. Es lo que Aristóteles llamaba la «inteligencia en acto»: la razón no en potencia, sino realizada.
Pero ocurre que el ser humano siempre está por detrás de sus hallazgos. Hay una ralea de seres, lo que antes se llamaba el «populacho», que no está a la altura de la descripción del hombre. La humanidad siempre ha sido cuestión de unas pequeñas élites, que no son las que controlan o dominan, sino las que estudian e inventan, y los demás que les siguen. Veremos cuánto tardan en cambiar nuestra naturaleza todas las bendiciones que presentan los hallazgos que vienen desde el descubrimiento del ordenador personal hasta internet. Veremos cuánto tardan en hacernos más libres, más inteligentes, más valerosos.
Como profesor de filosofía, ¿qué opina de la nueva reforma educativa que pretende reducir su importancia drásticamente?
Un auténtico disparate. Pero ocurre que aunque dejemos como está la «Filosofía», si mantenemos a los profesores incompetentes, entonces es lo mismo que suprimirla. Sería simplemente instalar la hipocresía. Hay que exigir que los profesores sean competentes, porque el daño que hace un profesor que no está actualizado es incalculable. El mal profesor representa cincuenta años de atraso para un país.
La materia de «Educación para la ciudadanía» es una majadería para la que ni siquiera existen manuales; la de «Religión», una cosa completamente sectaria. En «Filosofía» no se puede enseñar fundamentos de filosofía ni ética: hay que enseñar «Historia de la Filosofía». En «Sociología» hay que enseñar «Historia de la Sociología»; en «Economía», «Historia de la Economía». Y así sucesivamente.
¿Sigue pensando que «el conformismo es la forma moderna del pesimismo»?
Sí. Es otra manera de reconocer que la vida no merece la pena. Sólo cuando amas la vida descubres el coraje para defender lo que uno cree que debe defenderse. Sin amor no hay coraje, y sin coraje no hay más que formas más o menos insidiosas de someter al otro. Para amar hay que tener una generosidad y una anchura de alma que, por desgracia, no tiene todo el mundo.
A pesar de toda la bazofia, la cobardía y la hipocresía, creo que hay razones para ser optimista. Igual que hay una «ley de rendimientos decrecientes» que funciona en todos los campos, esa ley no funciona a nivel del ingenio humano. Aunque también es una pena que gran parte de los ingenios humanos hayan sido perseguidos, ignorados y muchas veces hasta quemados vivos, como el caso de Giordano Bruno.
Foto de Antonio Escohotado: Archivo del autor.
* Web de Antonio Escohotado.
CARTA BLANCA
Edición presentada por Antonio EscohotadoEdición del programa Carta blanca, emitido el 12 de octubre de 2006 en La 2 de TVE, en el que Antonio Escohotado conversa sobre drogas con representantes de tres generaciones: Luis Racionero, Luis Eduardo Aute, José Luis Díaz Ripollés, Joan Carles March, Bebe y Albert Pla.