Andrés Barba y Pablo Angulo

Si sali­mos a la calle y nos preo­cu­pa­mos de mirar, no lo que nos rodea, sino a nues­tros seme­jan­tes, posi­ble­men­te advir­ta­mos que detrás de cada ros­tro, de cada per­so­na con quien nos roza­mos, de cada voz oída, hay una o varias his­to­rias que, qui­zás, merez­can ser con­ta­das. Lo común, aque­llo que com­par­ti­mos, el ano­ni­ma­to, está repre­sen­ta­do en Lis­ta de des­apa­re­ci­dos (Edi­to­rial Sibe­ria, 2013) median­te dos dis­ci­pli­nas uni­das para repre­sen­tar algo tan sim­ple como una jor­na­da cual­quie­ra. El tex­to de Andrés Bar­ba y los retra­tos de Pablo Angu­lo nos per­mi­ten acer­car­nos a esas otras vidas que ima­gi­na­mos o que sabe­mos, lo mis­mo da. Son his­to­rias tan uni­ver­sa­les en la lite­ra­tu­ra y en la vida como des­co­no­ci­das en nues­tros peque­ños uni­ver­sos vita­les. Des­de el des­per­tar en nues­tra habi­ta­ción nos vamos des­pla­zan­do, al salir de casa, por dife­ren­tes esce­na­rios (el vagón de tren, el tra­ba­jo, el mer­ca­do, el res­tau­ran­te, el gim­na­sio, la cola en la taqui­lla de un cine) y encon­trán­do­nos con otros ros­tros, tran­seún­tes a los que reco­no­ce­re­mos o, en su mayo­ría, a los que no vol­ve­re­mos a ver.

Es la segun­da vez que tra­ba­jáis jun­tos, ya os habréis toma­do las medidas.

Pablo Angu­lo: Así es.

Andrés Bar­ba: En muchas cosas, no sólo en la lite­ra­tu­ra y la pin­tu­ra, sino tam­bién en la vida. Por eso tra­ba­ja­mos bien, tene­mos una mane­ra de enten­der las cosas bas­tan­te pare­ci­da. Cuan­do uno empie­za una fra­se el otro la termina.

¿Cómo se ha coor­di­na­do el tra­ba­jo? ¿Son los retra­tos los que sur­gen a raíz de la lec­tu­ra del texto?

Pablo: Pri­me­ro salen los textos.

Andrés: En este caso ha sido así.

Pablo: Hubo una pri­me­rí­si­ma idea que iba por otro sitio, lue­go habla­mos la mane­ra en que se podía hacer y Andrés fue guian­do el tema. Comen­za­mos con el con­cep­to de los esce­na­rios, algo para lo que no me veía muy capa­ci­ta­do. Al final nos decan­ta­mos por los retra­tos de personajes.

Andrés: La idea ori­gi­nal ya era hacer el reco­rri­do sen­ti­men­tal a lo lar­go de un día com­ple­to en una ciu­dad, una nove­la colec­ti­va, de per­so­na­jes. Pero se pen­só como muy dra­ma­ti­za­da, que­ría­mos hacer espa­cios dra­má­ti­cos con per­so­na­jes inmó­vi­les don­de el lec­tor fue­ra reco­rrien­do el inte­rior de esos per­so­na­jes, más que el exte­rior. Era como si te pudie­ras aso­mar­te por un agu­je­ro al inte­rior de todas esas figu­ras que com­po­nen el retra­to de una ciu­dad y lo que avan­za­ra, en reali­dad, fue­ra el tiempo.

El libro comien­za en una habi­ta­ción y aca­ba en otra, el res­to ven­dría a ser ese paseo, por lo que enca­ja per­fec­ta­men­te el con­cep­to de jor­na­da com­ple­ta. Esas habi­ta­cio­nes son los úni­cos reduc­tos ínti­mos, el res­to de esce­na­rios están fue­ra, son públicos.

Andrés: Tie­ne eso de momen­tos pri­va­dos en espa­cios públi­cos, que tam­bién es una de las ideas básicas.

Pablo: Sí, por­que en reali­dad, aun­que este­mos rodea­dos de gen­te, segui­mos ais­la­dos. Lo que decían de la pin­tu­ra de Hop­per sobre el ais­la­mien­to expues­to, con esos per­so­na­jes repre­sen­ta­dos como en vitri­nas. Al no cono­cer a los demás lo úni­co que vemos son los ros­tros. En el libro mos­tra­mos la posi­bi­li­dad de saber quién es esa per­so­na en la que nos esta­mos fijan­do den­tro de la muchedumbre.

Ofre­céis el retra­to lim­pio y la par­te narra­ti­va nos per­mi­te cono­cer los pen­sa­mien­tos, lo que le está suce­dien­do a ese per­so­na­je a tra­vés de un narra­dor. La idea del reen­cuen­tro con nues­tros comu­nes es muy intere­san­te, en una épo­ca en la que, pasean­do, no mira­mos más que la pan­ta­lla del smartpho­ne.

Pablo: Cuan­do venía­mos en el tren pen­sa­ba sobre eso. Tenía­mos a unos chi­cos al lado nues­tro e inten­té reha­cer el libro mirán­do­les, pero no con­se­guí lle­gar más allá de la obser­va­ción. Lis­ta de des­apa­re­ci­dos ofre­ce un ses­go de la vida de cada per­so­na­je que resul­ta com­pli­ca­do lle­var a la vida real.

Andrés: Una cosa muy boni­ta de los dibu­jos de Pablo es que lle­na el tex­to de car­ne. A su vez, los retra­tos absor­ben el espa­cio inte­rior que apor­ta la narra­ción. Son dos len­gua­jes que se ayu­dan mutua­men­te. Hay una inter­ac­ción recíproca.

Pero se le qui­ta una par­te de magia al lec­tor, ponién­do­les ros­tros a los personajes.

Andrés: Creo que no, por­que los per­so­na­jes retra­ta­dos son muy ordi­na­rios. Es poco evi­den­te, en ese sen­ti­do. Podrías ima­gi­nar ros­tros más lite­ra­rios o per­so­nas más par­ti­cu­la­res y en el fon­do son muy comu­nes. Creo que lo que acti­va esa sen­sa­ción de pro­fun­di­dad es pre­ci­sa­men­te su normalidad.

Pablo: Y el pro­ce­so del pro­pio dibu­jo no es que tam­po­co mar­que dema­sia­do. No son viñe­tas. Son más bien bos­que­jos de per­so­na­jes. Tie­nen su par­te rea­lis­ta, que duda cabe, pero creo que se que­da en el dibu­jo. No te mar­ca tan­to como leyen­do otros libros. Aquí se tra­ta de gri­ses y de con­torno, nada más.

Andrés: Al impe­dir ese tipo de fan­ta­sía los retra­tos tie­nen una toma de tie­rra muy par­ti­cu­lar. No per­mi­ten una fan­ta­sía muy lite­ra­ria y ade­más el tipo de per­so­na retra­ta­da es tre­men­da­men­te ordi­na­ria por­que ese es uno de los requi­si­tos fun­da­men­ta­les del libro. De hecho el títu­lo se refie­re pre­ci­sa­men­te a eso, es como pre­gun­tar­se dón­de está el cora­zón de la cla­se de tro­pa. Si pudié­ra­mos aso­mar­nos a los cora­zo­nes de los pres­cin­di­bles, de los «des­apa­re­ci­bles», ¿qué están sintiendo?

¿Se ha dado el caso, con algu­na de las muchas his­to­rias que for­man par­te del libro, que al ver el retra­to hayas que­ri­do cam­biar algu­na cosa del texto?

Andrés: Pues no lo sé, la ver­dad. Las últi­mas correc­cio­nes ya eran con los retra­tos, o sea que es muy posi­ble que haya teni­do algu­na influen­cia de vuelta.

Has uti­li­za­do la segun­da per­so­na como voz narra­ti­va, algo que que­da jus­ti­fi­ca­do tam­bién con ese curio­so epí­lo­go de Enri­que Vila-Matas, dán­do­le cier­ta enti­dad a esa voz.

Andrés: Le pedi­mos a Enri­que que nos hicie­ra un tex­to para el final, por­que el libro ya incluía una espe­cie de pró­lo­go y habría sido redun­dan­te que lo escri­bie­ra yo. Nos pare­ció muy bien lo que hizo. Sigue a los per­so­na­jes para hacer un tex­to más, escri­to en los mis­mos tér­mi­nos. Es una pie­za de cie­rre estupenda.

Deja entre­ver que el narra­dor pudie­ra ser el espa­cio en el que se encuen­tra cada personaje.

Andrés: Cla­ro. En el mun­do de los pres­cin­di­bles qui­zás los pro­ta­go­nis­tas son más los espa­cios que las per­so­nas. Es la sen­sa­ción que tie­nes en los gran­des espa­cios públi­cos, como si hubie­ran absor­bi­do muchas vidas.

Pablo: Esa refle­xión me hace pen­sar en cómo vives deter­mi­na­das situa­cio­nes depen­dien­do del esce­na­rio. Por ejem­plo, si te dicen «he vis­to a tu mujer con fulano». Si te ente­ras en la cola de un cine no reac­cio­nas igual que en un bar.

Lista de desaparecidosAndrés, tu lite­ra­tu­ra siem­pre se ha con­si­de­ra­do inti­mis­ta, algo que que­da de nue­vo demos­tra­do en este libro. Ya en el pri­me­ro de los retra­tos, con el des­per­tar mati­nal de una pare­ja, trans­mi­tes el paso del tiem­po a tra­vés de los ras­gos físi­cos y cómo se conec­tan con ese espa­cio compartido.

Andrés: Es un tex­to curio­so por­que pre­ci­sa­men­te esa es la úni­ca pare­ja del libro. Hay otras, pero no están en el mis­mo lugar. Y están vivien­do una his­to­ria bas­tan­te soli­ta­ria, en su pro­pio amor hacia el otro. Él fin­ge que duer­me mien­tras la está espian­do, ella se está vis­tien­do pen­san­do en el día que tie­ne por delan­te y que cuan­do más le gus­ta su novio es cuan­do está dor­mi­do. La sen­sa­ción que me daba al leer­lo el libro cuan­do ya esta­ba publi­ca­do es la de que se tra­ta de un libro más melan­có­li­co de lo que pensaba.

Mucho.

Andrés: Muy inti­mis­ta y muy melan­có­li­co. Esa con­di­ción cerra­da y hacia aden­tro tam­bién lo tie­nen los retra­tos de Pablo. Hay muchos ges­tos de ensi­mis­ma­mien­to en los dibujos.

Y un peso de rutina.

Pablo: Eso es tras­la­da­ble al dibu­jo y a la pin­tu­ra. Cuan­do estu­dia­mos estas dis­ci­pli­nas nos dicen que las cosas tie­nen que pesar. Al estar fren­te a un buen cua­dro advier­tes que es como si la pin­tu­ra tuvie­ra ese peso. En dibu­jo, apli­ca­do al tiem­po, es muy importante.

¿No hubie­ra sido posi­ble con­ce­bir este tra­ba­jo sin ilustraciones?

Andrés: Sería otra cosa. No es tan­to un libro ilus­tra­do como un libro con enti­dad nue­va gra­cias a los dibu­jos. No está ilus­tra­do por Pablo como lo pudie­ra estar por otra per­so­na. Sólo pue­de ser de esta manera.

Pablo: Ambas cosas van jun­tas. Aun­que la obra la diri­ja Andrés, el tra­ba­jo de cada uno nace al mis­mo tiem­po y no se pue­de desasir.

Andrés: Otra cosa es escri­bir un tex­to sin una volun­tad pre­via de ser ilus­tra­do. Me pro­du­ci­ría mucha extra­ñe­za ver aho­ra cual­quie­ra de mis obras acom­pa­ña­das de ilus­tra­cio­nes. Sería ana­cró­ni­co. Lis­ta de des­apa­re­ci­dos está con­ce­bi­do así, con dibu­jos y, ade­más, tenía que ser Pablo quien se encar­ga­ra de ellos.

Con res­pec­to a Libro de las caí­das, que no conoz­co, ¿ha habi­do algún cam­bio en cuan­to a la mane­ra de trabajar?

Pablo: Sí. En Libro de las caí­das los dibu­jos eran de tra­zo, como escul­tu­ri­tas. Y hay una impre­sión del movi­mien­to, por­que son figu­ras que están cayen­do. No había nin­gu­na refe­ren­cia de per­so­na­jes. Tra­ba­ja­mos cada uno por su lado y lue­go jun­ta­mos las piezas.

Andrés: Está­ba­mos tra­ba­jan­do sobre una idea: el cam­bio, la muer­te, la trans­for­ma­ción. Pablo hacía varia­cio­nes sobre ella de una mane­ra abs­trac­ta. En el caso de Lis­ta de des­apa­re­ci­dos era algo más espe­cí­fi­co. Le lla­ma­ba y le decía: «tío de unos 30 años, le aca­ba de dejar su novia». Era casi como una des­crip­ción poli­cial. Esa idea de, efec­ti­va­men­te, lis­ta de des­apa­re­ci­dos, de per­se­cu­ción poli­cial, era divertida.

Pablo: Andrés pre­pa­ra­ba el cri­men para que yo bus­ca­ra al suje­to. Como la más­ca­ra de Dimi­trios. Sí, son más­ca­ras del mis­mo per­so­na­je, una trans­for­ma­ción colectiva.

Andrés: Ambos son libros muy pare­ci­dos, con un for­ma­to similar.

Pablo: Hay un mode­lo de tra­ba­jo y, lue­go, tie­nes la reali­dad, que pue­de rom­per­te el esque­ma que te hayas plan­tea­do. Yo par­to de un libro de ins­truc­cio­nes pero lue­go me lo sal­to, por eso cada pro­yec­to me pare­ce dife­ren­te, depen­dien­do del desa­rro­llo a par­tir del pro­pio trabajo.

Aho­ra toca la pre­gun­ta tópi­ca para Andrés, pero que en este caso vie­ne muy al caso: ¿Lo extra­or­di­na­rio está en lo ordinario?

Andrés: Sin duda. Si está bien con­ta­do. Con efi­ca­cia y pre­ci­sión. Los momen­tos más sobre­co­ge­do­res de mi expe­rien­cia lec­to­ra se pro­du­cen cuan­do leo repre­sen­ta­do con pre­ci­sión lo ordi­na­rio, los sen­ti­mien­tos que uno tie­ne de una mane­ra dis­traí­da. Creo que es muy difí­cil, por­que tene­mos una ten­den­cia muy evi­den­te a la enso­ña­ción y a la lite­ra­tu­ra. Por la ten­ta­ción de hacer una fra­se boni­ta men­ti­mos todo el tiem­po. El com­pro­mi­so que tie­ne la lite­ra­tu­ra con lo ordi­na­rio, con lo real, con la ver­dad, si es que se pue­de hablar en estos tér­mi­nos toda­vía (y yo creo que sí), es ese, renun­ciar a una her­mo­sa fra­se por una fra­se cier­ta. Y el esfuer­zo tie­ne pre­mio. Cuan­do lo ves repre­sen­ta­do es pode­ro­sí­si­mo. Algo por lo que en la vida pasa­mos de mane­ra dis­traí­da, en la lite­ra­tu­ra tie­ne una fuer­za extraordinaria.

Vien­do y leyen­do Lis­ta de des­apa­re­ci­dos, una de las pri­me­ras impre­sio­nes que, de nue­vo, me vinie­ron a la cabe­za, es la de que cono­cer a un per­so­na­je y lo que le suce­de a tra­vés de la lite­ra­tu­ra o del dibu­jo no requie­re de gran­des florituras.

Pablo: Menos es más. Lle­ván­do­lo todo a mi cam­po, para mí no hay nada más extra­or­di­na­rio que una taci­ta de Moran­di. Ahí está el mun­do y todo lo que ha pasa­do. Per­mí­te­me que diga que lo que ha hecho Andrés es un pro­di­gio. Todo ese alu­vión de per­so­na­li­da­des me pare­ce inau­di­to, algo muy serio.

Andrés: Pues por alu­sio­nes, una cosi­ta boni­ta de Pablo es su mane­ra de fun­cio­nar por acu­mu­la­ción de la narra­ción, en el sen­ti­do mate­má­ti­co. La suma de caras aca­ba for­man­do una nue­va, la colectiva.

Pablo: Y algo fun­da­men­tal: aun­que el libro lo pue­das coger des­de cual­quier pági­na es intere­san­te la lec­tu­ra del día com­ple­to, la lineal.

Más allá de lo que se pue­da dedu­cir leyen­do tus obras, Andrés, ¿te con­si­de­ras un tipo observador?

Andrés: Pues no sé, conoz­co a gen­te obser­va­do­ra y se ente­ran de más cosas que yo. No lo soy cons­cien­te­men­te. Cuan­do me sien­to a tra­ba­jar me doy cuen­ta de que ten­go más infor­ma­ción de la que pen­sa­ba. De algu­na mane­ra deben que­dar impre­sio­na­do en el fon­do del cajón ele­men­tos de los que no me per­ca­to en su momen­to. Lo sé por­que en Bue­nos Aires tuve la opor­tu­ni­dad de cono­cer a una per­so­na real­men­te obser­va­do­ra. Es casi como una mal­di­ción bor­gia­na. Me di cuen­ta que es como ir por el mun­do reci­bien­do todo tipo de infor­ma­ción, inclu­so la más peno­sa, de la gen­te. En el mun­do real soy muy des­pis­ta­do, pero al escri­bir me des­cu­bro muy minu­cio­so con este tipo de detalles.

¿Habéis tra­ba­ja­do con fichas para no repe­ti­ros, o los per­so­na­jes han ido sur­gien­do mien­tras se desa­rro­lla­ba la his­to­ria del día?

Andrés: Fue­ron salien­do, estu­vi­mos como ocho o nue­ve meses, entre prue­bas, escritura…

Pablo: La cosa pare­cía ir más sobre sexo, de unio­nes de pare­ja. Lue­go lo dese­cha­mos, y creo que será lo pró­xi­mo que haga­mos. Lue­go pro­bé con esce­na­rios, como te comen­té al prin­ci­pio, y vi que no ser­vían mucho. En los dibu­jos estu­ve dedi­ca­do unos cua­tro meses. O sea que, en total, habre­mos esta­do tra­ba­jan­do duran­te un año.

Andrés: No se repe­tían los per­so­na­jes por­que fue pasan­do el tiem­po. Había más tex­tos que des­car­ta­mos por­que detec­ta­mos simi­li­tu­des, eran casi como la mis­ma situa­ción emo­cio­nal. Algu­nos los lle­gué a unir for­man­do uno solo. Al prin­ci­pio, para ayu­dar­me, tra­ba­ja­ba con situa­cio­nes mode­lo. Una per­so­na que se reen­cuen­tra con su pare­ja tres años des­pués de haber­la deja­do. Un tío que se va de su casa y de repen­te sien­te que se va a sepa­rar de su mujer. Eran muy gene­ra­les. Había que con­ver­tir a estos per­so­na­jes en par­ti­cu­la­res, como se leen final­men­te, remar­ca­dos por los retratos.

Ser los pri­me­ros auto­res espa­ño­les de un nue­vo sello edi­to­rial, ¿repre­sen­ta un plus emocional?

Andrés: Es emo­cio­nan­te estar cer­ca de las cosas que comien­zan. El libro enca­ja en el pro­yec­to de Iria Rebo­lo por­que, como todo lo que nace, sus pri­me­ros tiem­pos son muy fle­xi­bles, está muy abier­to y per­mi­te que cual­quier cosa entre en la diná­mi­ca de entu­sias­mo que con­lle­va la crea­ción de una editorial.

Foto de los auto­res: Iria Rebolo.

* Lis­ta de des­apa­re­ci­dos. Tex­tos de Andrés Barba.
Ilus­tra­cio­nes de Pablo Angulo.
Edi­to­rial Sibe­ria (Bar­ce­lo­na, 2013).

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